En innumerables oportunidades, muchas disciplinas deportivas –tanto individuales como colectivas– plantearon la lucha de David contra Goliat a la hora de representar el enfrentamiento entre el todopoderoso y el que, supuestamente, ni cosquillas podría hacerle. Aunque algunos batacazos históricos demostraron lo contrario, la mayoría de las veces prevaleció lo que la lógica indicaba.
Y, el boxeo, es un deporte donde este particular contrapunto dio el presente una y otra vez. Es por ello que abundan los ejemplos donde los campeones son absolutamente imbatibles y, los retadores, solo deben resignarse a una inevitable derrota.
El 24 de marzo de 1975, en el Richfield Coliseum de Richfield, Ohio, se disputó una pelea entre David, uno de los mejores –por lejos– púgiles de la Historia, y Goliat, un humilde obrero del ring, con una carrera sin mayor relevancia y, encima, que sangraba con enorme facilidad. El combate terminó con el previsible triunfo antes del límite del monarca que, ante el asombro general, fue derribado en el noveno round por el perdedor, cuyo rostro (con sus ojos semicerrados y tumefactos) era una masa sanguinolenta y que necesitaría ¡35 puntos! para suturar sus múltiples heridas.
Pero, también, este choque cambiaría la vida –literalmente– de un discreto actor de Hollywood que, ante la falta de oportunidades, había participado en películas porno y hasta había vendido a su perro (un bullmastiff llamado Butkus) para poder comer.
Este actor vio la pelea en un cine-teatro de Los Ángeles. Amén de sentirse absolutamente conmovido por la infinita guapeza del challenger que, a pesar del muy duro castigo que recibió, jamás retrocedió y fue una y otra vez hacia adelante sin dar ni pedir cuartel, también supo que tenía una excelente historia para llevar a la pantalla grande.
Pasó las cuatro noches siguientes escribiéndola y, el 3 de diciembre de 1976, esta historia se estrenó en todos los cines de Estados Unidos. En la misma, Goliat era Apollo Creed, el indiscutido campeón mundial pesado y, David, el perfecto desconocido Rocky Balboa, interpretado por Sylvester Stallone, quien se había inspirado para estos personajes tras ver la pelea entre Muhammad Ali y el que fue totalmente de punto y no resultó banca, Chuck Wepner. Tal fue el éxito del filme que, además de convertir a Stallone en millonario, en marzo de 1977 ganó tres Oscar (incluido el de Mejor Película) y tendría siete secuelas.
De humilde origen
Charles Chuck Wepner nació el 26 de febrero de 1939 en Nueva York, y fue el primogénito de la pareja conformada por Charles William Wepner, un inmigrante ucraniano de ascendencia judía (y que había boxeado profesionalmente entre 1928 y 1933, con un récord de 14-23-4, 4 ko) y Ann Dolores Hrynko, una bielorrusa de ancestros polacos.
Sus padres se separaron cuando tenía un año y, por eso, su madre –embarazada de su hermano menor, Donald (Don), quien nació el 26 de marzo de 1940–, se radicó en Bayonne, Nueva Jersey. Lo hicieron en la pequeña casa de su abuela materna, que compartieron con varios familiares. Eso hizo que Chuck prefiriera estar el mayor tiempo posible fuera de su hogar y, debido a su imponente altura, comenzó a practicar básquet.
Como Bayonne tenía una base naval –además de un puerto repleto de embarcaciones locales–, en la ciudad no podían faltar los marineros, los bares y, por supuesto, las peleas. Y, en ese ambiente, el joven Chuck aprendió a defenderse a puñetazo limpio ya que, según recordaría, “la vida en Bayonne era dura”.
A fines de la década de 1950 se incorporó al Cuerpo de Marines, donde empezó a boxear y, después de su baja, trabajó como guardia en bares y distintos conciertos organizados en Bayonne. “Estuve invicto en más de 80 peleas de bar”, rememoraría. Asimismo, retomó su incipiente carrera como pugilista amateur –que completaría sin derrotas tras 16 peleas–, y se alzó con el certamen Guantes de Oro de peso pesado de Nueva York de 1964.
Se convierte en boxeador profesional
Wepner debutó como rentado el 5 de agosto de 1964, con 25 años y, en el Veterans' Stadium de Bayonne, le GKO 3 (1’35”) a George Cooper. Al igual que en su etapa como aficionado (y como lo sería en toda su carrera), Chuck evidenció ser muy propenso a sufrir cortes en ambos arcos superciliares. Por caso, ante Cooper sufrió una herida en su ceja izquierda y, a pesar de sangrar profusamente, logró noquear a su rival.
Su estilo de pelea no se caracterizaba por una línea depurada, ni mucho menos, sino que a sus limitaciones técnicas (que eran muchas) las suplía con enorme entrega y coraje –y un corazón a prueba de balas–, amén de una increíble capacidad de asimilación a la hora de recibir castigo. Ergo, siempre sería protagonista de combates donde imperaría el palo por palo y, muchas veces, aguantaría hasta más allá del límite humano.
El 27 de abril de 1967, Chuck le GKOT 7 (1’32”) a Don McAteer en Armory, Jersey City, y conquistó el título pesado (vacante) del estado de Nueva Jersey. El 18 de agosto de 1969, Wepner fue arrasado por el futuro campeón mundial pesado, George Foreman, quien le GKOT 3 (54”) en el Madison Square Garden.
El 20 de junio de 1970, Chuck protagonizó (y perdió) otra sangrienta pelea: tras castigarlo duramente y derribarlo en el quinto round, el ex monarca de todos los pesos, Sonny Liston, le GKOT 9 en Armory, Jersey City porque, debido a los múltiples cortes en el rostro, el médico de turno, Reginald Farrar, le indicó al árbitro Barney Felix que Wepner no podía seguir combatiendo.
Debieron aplicarle ¡70 puntos de sutura! y, a partir de ahí, Chuck fue conocido como The Bayonne Bleeder (El Sangrador de Bayonne), apodo que le puso el periodista Jerry Rosenberg, del Bayonne Times
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A su siguiente combate también lo perdió por una herida sobre un párpado: el 8 de agosto de 1970, PKOT 3 ante el húngaro-británico Joe Bugner, quien lo derrotó en el Empire Pool de Wembley, Londres. En casi seis años como profesional su carrera no despegó nunca y, por eso, también trabajaba como vendedor de la casa de bebidas alcohólicas Allied Liquor.
Su choque con El Más Grande
Wepner era conocido por su increíble resistencia para soportar golpes, y ser frontal y agresivo cuando atacaba. Por eso, el promotor Don King le prometió a Chuck otra oportunidad con Foreman (a quien le había servido de “escalón” años atrás para que el moreno ascendiera en su carrera) aunque, esta vez, sería por las coronas AMB-CMB que estaban en poder de Big George.
Pero el 30 de octubre de 1974 y, en el estadio 20 de Mayo de Kinshasa, Zaire (el ex Congo Belga), Muhammad Ali le GKO 8 (2’58”) a Foreman en el célebre festival Rumble in the Jungle. Así, el oriundo de Louisville recuperó sobre el ring los cetros que le habían quitado en un escritorio siete años antes por su negativa a alistarse en el Ejército de los Estados Unidos y ser enviado a la Guerra de Vietnam.
Pensando en una pelea accesible y sin riesgos para El Más Grande, que haría la primera defensa en su segundo reinado entre los pesados, King le ofreció 100.000 dólares a Wepner para que se midiera con Ali en el Richfield Coliseum de Richfield, Ohio, a 40 kilómetros al sur de Cleveland. Pero a Chuck no le importó que al campeón le pagaran 1,5 millón de dólares, porque él jamás había recibido semejante bolsa, y más cuando ya tendría 36 años...
Por primera vez en su vida, Chuck se entrenó como nunca –y en doble turno– para la pelea que se llevaría a cabo el lunes 24 de marzo de 1975 y, aunque sabía que se enfrentaría a un verdadero fenómeno –y que prácticamente no existían chances de derrotarlo–, no tenía nada que perder.
La pelea que inspiró un personaje
El campeón se preparó muy poco para el combate (lo reconocería tras el mismo) y, fiel a su estilo, pronosticó que sería un “entrenamiento público”. Las apuestas estaban 40-1 a favor de Ali y, por eso, tanto King como los 14.847 espectadores presentes en el estadio (que pagaron 100 dólares la entrada, equivalentes a 485 dólares de la actualidad), junto con los cientos de miles que seguirían las acciones por televisión en los Estados Unidos y el resto del mundo, pensaron que El Más Grande ganaría sin siquiera transpirar.
Todos los pronósticos parecieron cumplirse durante los primeros ocho rounds. Ali comandó las acciones, aunque a media máquina, nivel que le alcanzaba y le sobraba para superar con amplitud a un rival de 1,96 metro y 102,100 kilos, mucho más lento, técnicamente muy inferior y limitado, con una pobre defensa, y que comenzó a sangrar desde el séptimo round en su arco superciliar izquierdo.
Pero en el noveno asalto el estadio enmudeció: con una fuerte derecha a las costillas, y ayudado por un involuntario pisotón, Wepner envió a la lona a Ali quien, así, caía por cuarta vez en su carrera. Los anteriores rivales que lo había derribado fueron Sonny Banks (el 10 de febrero de 1962, en el Madison Square Garden, en el 1° asalto), sir Henry Cooper (el 18 de junio de 1963, en el Wembley Stadium de Londres, en el 4°), y Joe Frazier (el 8 de marzo de 1971, también el Madison, en el 15°).
En 2019 y, en una entrevista que le realizaron en el New York Times, el retador recordaría ese momento único: “Volví a mi esquina y dije: «Calienten el auto y nos vamos al banco, somos millonarios». Pero mi entrenador (Al Braverman) me respondió: «Mejor date vuelta porque se está levantando, y parece que está furioso»”.
Y así fue: muy molesto por la cuenta de protección que había recibido por parte del árbitro, el neoyorquino Tony Pérez (que el 30 de junio siguiente sería el tercer hombre sobre el ring en el combate en el que Carlos Monzón le GKOT 10 a Tony Licata en el Madison, en la que fue la única presentación de Escopeta en los Estados Unidos en su brillante trayectoria), a partir de ese momento castigó impiadosamente a Wepner, cuya mandíbula parecía estar hecha de granito.
El martirio para el challenger terminó a los 2’41” del 15° y último asalto cuando, al límite de sus fuerzas, cayó sobre las cuerdas y Pérez detuvo la paliza que estaba recibiendo. A Wepner le faltaron solo 19 segundos para llegar al final del combate y, su resistencia y coraje, fueron elogiados por El Más Grande, que había subestimado a su rival: “No hay nadie en el mundo que pueda aguantar tanto como él”, reconoció. “Creo que le mostré al mundo un par de cosas”, destacó Chuck.
La película que sería un éxito
En 2018 y, al referirse a este combate, Stallone le dijo a la revista GQ: “El tipo (Wepner) ni siquiera parecía un peleador. Era terriblemente torpe e inexperto, y parecía una bolsa (de entrenamiento) con globos oculares”, lo describió con crudeza.
Pero así como la maravillosa Yesterday vino a la mente de Paul McCartney en un sueño mientras dormía, cuando Chuck derribó a Ali en el noveno asalto, “fue como un relámpago de algún dios griego en el cielo y, casi al instante, Wepner se convirtió en el favorito de la multitud. Pasó de ser una completa broma a ser alguien con quien todos podían identificarse, porque todos pensaban: «¡Sí, me gustaría hacer eso! Me gustaría hacer lo imposible, aunque solo sea por un momento. Y ser reconocido por ello, y hacer que la multitud vitoree»", completó Stallone.
El actor que no tenía ni para comer protagonizaría al año siguiente una épica historia que, desde su estreno, fue un rotundo éxito. Tal es así que, el 28 de marzo de 1977, Rocky se alzó con tres premios Oscar: Mejor Película (superó a Taxi Driver, de Martin Scorsese; All the President's Men, de Alan J. Pakula, y Bound of Glory, de Hal Ashby), Mejor Director (John Avildsen) y Mejor Montaje (Scott Conrad y Richard Halsey).
Además de llevar al estrellato a Stallone (y convertirlo en millonario), Rocky fue la primera entrega de una franquicia que tuvo siete secuelas: Rocky II (1979), Rocky III (1982), Rocky IV (1985), Rocky V (1990), Rocky Balboa (2006), Creed (2015) y Creed II (2018).
A partir de 2006, Rocky se conserva en el National Film Registry de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos por ser “cultural, histórica y estéticamente significativa”. ¿Más? En 2010, el propio Sylvester Stallone ingresó al International Boxing Hall of Fame de Canastota, Nueva York, ya que Rocky(y sus secuelas) contribuyeron enormemente a la difusión de este deporte en todo el mundo.
La vida de Wepner tras el combate con Ali
Su valentía ante El Más Grande lo hizo muy conocido y, por eso, realizó presentaciones fuera del boxeo. El 25 de junio de 1976, enfrentó al luchador André The Giant –una mole de 2,24 metros y casi 227 kilos– ante 32.897 espectadores en el Shea Stadium de Nueva York. Ese mismo año, también hizo dos exhibiciones en Nueva Jersey: una en el Convention Hall de Asbury Park y otra en un night club de Freehold y, ambas, fueron contra Víctor, un oso grizzly de más de 250 kilos adiestrado para la lucha libre.
Chuck disputó su último combate el 26 de septiembre de 1978 y, en el Ice World de Totowa, Nueva Jersey, PPP 12 (unánime) con Scott Frank, en un choque donde estuvo en juego el título pesado de ese estado. Su carrera, que se compuso de 52 peleas, había terminado con un récord de 36-14-2 (17 ko). ¡Ah! Y con 339 puntos de sutura, sumando los de sus dos arcos superciliares, pómulos, labios y párpados.
Stallone lo invitó para que en Rocky II –que se estrenaría en 1979– interpretara a un entrenador llamado Chink Weber pero, la audición, fue un fracaso, porque Chuck se presentó alcoholizado a la misma luego de dos días de livin’ la vida loca…
A fines de 1985 fue detenido por posesión de cocaína y, tras cumplir casi tres años (de una condena a diez) en la Northern State Prison, en Newark, recuperó la libertad. Regresó a Bayonne, retomó su trabajo como vendedor de bebidas alcohólicas, y se casó con su tercera esposa, Linda.
En noviembre de 2003, Wepner demandó a Stallone por 15 millones de dólares en la Corte Suprema de Nueva Jersey, con el argumento de que el actor usó su nombre para "promocionar las películas de Rocky y productos relacionados con fines comerciales sin su consentimiento y sin compensación". El litigio llegaría a su fin en agosto de 2006, cuando los abogados de ambas partes informaron a la Corte que habían alcanzado un acuerdo privado por un monto no revelado.
En octubre de 2011 se estrenó el documental The Real Rocky, de la cadena ESPN y, en 2017, se hizo lo propio con Chuck, una película sobre su vida protagonizada porLiev Schreiber. Hoy, a los 83 años, Wepner vive en Bayonne con su esposa Linda, y tras superar un cáncer de recto, firma autógrafos en convenciones y, en cada entrevista, recuerda cómo, a puro coraje y bravura, en 1975 aguantó 15 rounds frente al inolvidable Muhammad Ali, y que inspiró una de las sagas más exitosas de toda la historia del cine.
Que no parezca poco porque, aunque ganen o pierdan, los verdaderos guerreros del ring tienen corazones como el de Chuck, que no se compran en el almacén de la esquina.