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Deportes Antoine de Saint-Exupéry | El Principito |

Antoine de Saint-Exupéry, el aviador que también fue escritor y poeta 

El autor del celebérrimo El Principito –traducido a más de 250 idiomas y dialectos–, fue un reconocido piloto, pionero de la aviación moderna, con muy vasta experiencia de vuelo. Vivió 15 meses en la Argentina donde, además de trabajar como director de una aerolínea postal que operaba rutas (y abría otras nuevas) en la Patagonia, comenzó su prolífica carrera literaria. Falleció el 31 de julio de 1944, mientras realizaba una misión de reconocimiento sobre el Mediterráneo en plena Segunda Guerra Mundial.

Desde muy pequeño, su imaginación fue desbordante y, todo lo relacionado con volar, uno de sus temas recurrentes. Por caso, cuando lo llamaban para bañarse, siempre contestaba con rostro serio: “No puedo, estoy en mi avión”.

Vivió solo 44 años –de los cuales durante 15 meses residió en nuestro país– pero, durante este lapso, fue piloto civil y militar, mecánico de aeronaves, pionero de la aviación moderna, aventurero, poeta, novelista, periodista y escritor (que también ilustraba sus obras), ámbito en el que la historia lo recordará por siempre como el autor de El Principito, uno de los mayores fenómenos editoriales del siglo XX y que, aunque es un libro infantil, la crítica lo consideró un extraordinario trabajo sobre la naturaleza humana, que fue traducido a más de 250 idiomas y dialectos.

En las poco más de cuatro décadas que duró su paso por este mundo, Antoine de Saint-Exupéry logró una amalgama perfecta con sus dos grandes pasiones, las que le dieron contante impulso a su vida, y que él siempre resumió en una frase –dicha en una entrevista publicada el 27 de mayo de 1939– que describe acabadamente su relación con una aeronave y una pluma: “Para mí, volar o escribir son la misma cosa”.

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Saint-Exupéry recibió su licencia de piloto civil y militar con 21 años recién cumplidos. A lo largo de su vida, realizaría innumerables vuelos por el sur de Europa, el norte de África y sus vastos desiertos, y abriría nuevas rutas aéreas por la Patagonia argentina.

Saint-Exupéry recibió su licencia de piloto civil y militar con 21 años recién cumplidos. A lo largo de su vida, realizaría innumerables vuelos por el sur de Europa, el norte de África y sus vastos desiertos, y abriría nuevas rutas aéreas por la Patagonia argentina.

Fascinado por la aviación

Antoine Marie Jean-Baptiste Roger de Saint-Exupéry nació el 29 de junio de 1900 en Lyon, Francia, en el seno de una familia aristocrática que había conocido tiempos mejores. Fue el tercer hijo (de los cinco, dos varones y tres mujeres) que tuvieron el conde Jean-Marie de Saint-Exupéry y Andrée Marie Louise Boyer de Fonscolombe. Sus hermanos fueron Marie-Madeleine, Simone, François y Gabrielle.

Cuando su padre murió el 14 de febrero de 1904, los deudos contaron con la invalorable ayuda de una tía, la condesa de Tricaud, quien los alojó en el castillo de Saint-Maurice-de-Rémens, muy cerca de Lyon, donde la madre de Antoine trabajaba como enfermera.

Cuando tenía 9 años, Saint-Exupéry ingresó a un internado en Le Mans con sus hermanos François y Gabrielle y, a sus estudios secundarios, los terminaría en 1917 en el colegio marianista Villa Saint-Jean de Friburgo, Suiza, recibiéndose de bachiller.

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Este es el Latécoère Laté 25, matrícula F-AIEH, uno de los aviones que Antoine operó cuando trabajara como director y piloto de la filial argentina de la Compagnie Générale Aéropostale. Se exhibe en el Museo Nacional de Aeronáutica (MNA) ubicado en Morón, Gran Buenos Aires.

Este es el Latécoère Laté 25, matrícula F-AIEH, uno de los aviones que Antoine operó cuando trabajara como director y piloto de la filial argentina de la Compagnie Générale Aéropostale. Se exhibe en el Museo Nacional de Aeronáutica (MNA) ubicado en Morón, Gran Buenos Aires.

En esta época de su vida recibiría otro duro golpe: François falleció a los 15 años de fiebre reumática y, la impresión que esta desgracia causó en Antoine, sería volcada décadas después en el final de El Principito.

En abril de 1921 se incorporó al Segundo Regimiento de Aviación de Estrasburgo para cumplir con su servicio militar y, fundamentalmente, entró en contacto con el mundo de la aviación que tanto lo fascinaba desde niño. Como solo le interesaba volar decidió convertirse en aviador civil pero, como el curso respectivo era muy costoso, le pidió a su madre 2000 francos de la época para poder obtener la licencia de piloto de avión.

Se la extendieron con 21 años recién cumplidos y, además, era válida como piloto militar, por lo que fue destinado a Casablanca, Marruecos. Volvió a Francia dos años después y, al recordar su estadía en África, diría: “Pasé días de melancolía al fondo de una barraca podrida, pero ahora lo recuerdo como si fuese una vida llena de poesía”.

En esa época estuvo a punto de casarse con la rica heredera Louise de Vilmorin, quien le exigió que abandonara la aviación, lo que Antoine cumplió por un tiempo pero, finalmente, romperían el compromiso. Así, se quedó sin novia y sin volar, por lo que uno de sus trabajos temporarios fue el de representante de la compañía de camiones Saurer.

Finalmente, fue contratado por la compañía Latécoère, de Toulouse, donde conocería a muchos de los pioneros de la época dorada de la aviación y, el 15 de diciembre de 1926, realizó su primer vuelo transportando el correo entre Toulouse y Perpignan.

Por fin podía hacer lo que tanta pasión despertaba en él: volar. Lo hizo cubriendo distintas rutas, sobre todo las que cruzaban el Mediterráneo y recorrían el Sahara español o enclaves coloniales franceses en África.

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El 1 de noviembre de 1929 y, con Saint-Exupéry como piloto, se realizó el vuelo inaugural de la Línea Sur, que unió el aeródromo de Harding Green, en Bahía Blanca, con Comodoro Rivadavia. Al día siguiente y, durante la escala en San Antonio Oeste, posan (de izquierda a derecha) Rufino Luro Cambaceres, Amando Ulled, Alberto Augé, Antoine (con su traje de vuelo), y Antonio Rivadulla.

El 1 de noviembre de 1929 y, con Saint-Exupéry como piloto, se realizó el vuelo inaugural de la Línea Sur, que unió el aeródromo de Harding Green, en Bahía Blanca, con Comodoro Rivadavia. Al día siguiente y, durante la escala en San Antonio Oeste, posan (de izquierda a derecha) Rufino Luro Cambaceres, Amando Ulled, Alberto Augé, Antoine (con su traje de vuelo), y Antonio Rivadulla.

Su otra pasión: la escritura

Tras finalizar la secundaria, Antoine se radicó en París. Amante de la bohemia, comenzó a frecuentar un salón literario –al que concurrían algunas de las personalidades de la cultura más importantes de la época– ubicado sobre la margen izquierda del Sena, contiguo a la humilde habitación que alquilaba con una prima lejana de su madre, Yvonne Lestrange.

Maravillado por el nuevo ámbito que conoció, Saint-Exupéry comenzó a escribir algunos poemas y, viendo el talento que tenía, Yvonne lo animó para que siguiera haciéndolo. Sin duda, la influencia que recibió de distintos escritores que conoció en esos años, sería decisiva para su futura obra.

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En 1929, Saint-Exupéry debió aterrizar de emergencia en Concordia. Allí conoció a las hermanas Edda y Susanne Fuchs Valon, quienes vivían en el castillo San Carlos, donde se hospedaría. La belleza del lugar lo cautivó tanto que regresaría varias veces y, años después, escribiría: “No sabía que iba a vivir un cuento de hadas, fue en Concordia, Entre Ríos”. Décadas más tarde, se erigió allí una escultura de El Principito, su obra cumbre.

En 1929, Saint-Exupéry debió aterrizar de emergencia en Concordia. Allí conoció a las hermanas Edda y Susanne Fuchs Valon, quienes vivían en el castillo San Carlos, donde se hospedaría. La belleza del lugar lo cautivó tanto que regresaría varias veces y, años después, escribiría: “No sabía que iba a vivir un cuento de hadas, fue en Concordia, Entre Ríos”. Décadas más tarde, se erigió allí una escultura de El Principito, su obra cumbre.

En 1926 publicó su primer cuento, El aviador, donde describe las impresiones de los pilotos durante los comienzos de la aeronáutica. En 1928 apareció Correo del Sur, su primera novela, basada en sus experiencias y apuntes de vuelo, donde narra las primeras entregas de correo aéreo desde Francia a Dakar (cruzando del hemisferio norte al sur, de ahí el título de la obra), a través de España, Marruecos y Mauritania.

Su estadía en la Argentina

Antoine de Saint-Exupéry llegó en barco a Buenos Aires el 12 de octubre de 1929, luego de una estadía profesional en el Sahara español, donde era el jefe del aeródromo de Cap-Juby, Marruecos, donde los aviones de la Compagnie Générale Aéropostale –empresa fundada en 1927– hacían una escala en la ruta Toulouse-Dakar para reabastecerse de combustible.

Desde ese lugar también tenía que auxiliar a otros pilotos de la compañía que eran capturados por los moros disidentes, con los que debía negociar el rescate de sus compañeros. Según sus propias palabras, realizaba una tarea de “aviador, explorador y embajador”.

Antoine se alojó en el hotel Majestic –uno de los más lujosos por entonces de la Capital Federal, sito en avenida de Mayo al 1300–, ocupó el cargo de director de la filial argentina de la Aéropostale –cuyo aeródromo base se instaló en General Pacheco, al norte del Gran Buenos Aires–, y fue el encargado de sentar las bases para la expansión de la empresa por toda América Latina.

En nuestro país, inauguraría la ruta hasta Comodoro Rivadavia y, más adelante, la extensión de la misma hasta Río Gallegos. Esta experiencia inspiró su segunda novela, Vuelo nocturno, publicada en diciembre de 1931, y que sería galardonada con el prestigioso premio literario francés Femina.

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En septiembre de 1930, la artista plástica salvadoreña Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña, de 29 años, llegó a la vida de Saint Exupéry, quien la invitó a volar sobre Buenos Aires apenas la conoció. El 1 de febrero de 1931 Antoine regresó a Francia y, en abril del mismo año, se casó con Consuelo en París.

En septiembre de 1930, la artista plástica salvadoreña Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña, de 29 años, llegó a la vida de Saint Exupéry, quien la invitó a volar sobre Buenos Aires apenas la conoció. El 1 de febrero de 1931 Antoine regresó a Francia y, en abril del mismo año, se casó con Consuelo en París.

El 1° de noviembre de 1929 y, con Saint-Exupéry como piloto, se realizó el vuelo inaugural de la Línea Sur (operando un monoplano monomotor cuatriplaza Latécoère Laté 25) que unió el aeródromo de Harding Green, en Bahía Blanca, con Comodoro Rivadavia, y fue el primer correo oficial que había llegado desde Buenos Aires a la primera de las nombradas procedente de Europa. Luego, el 31 de marzo de 1930, se inauguró el segundo tramo de la ruta patagónica, que llegaba hasta Río Gallegos.

Antoine –que, merced a su cargo ejecutivo, durante su estadía en el país alcanzó una estabilidad económica que le permitió vivir holgadamente– quedó embelesado por las distintas zonas de nuestro territorio que conoció: la cordillera de los Andes, la inmensidad de la Patagonia, Tierra de Fuego y, en innumerables ocasiones, cubrió la ruta Bahía Blanca-Viedma-Trelew-Puerto San Julián-Comodoro Rivadavia-Puerto Deseado-Río Gallegos.

Sus visitas a Concordia

En 1929, Saint-Exupéry debió aterrizar de emergencia en Concordia cuando el avión del correo aeropostal que piloteaba presentó una falla mecánica y, en su rodaje, una de las ruedas del aparato quedó atascada en una vizcachera, hecho que presenciaron las hermanas Edda y Susanne Fuchs Valon, que cabalgaban por la zona y cuya adinerada familia de hacendados franceses alquilaba el castillo San Carlos –próximo al lugar donde Antoine aterrizó–, que el año anterior había sido adquirido por la Municipalidad local.

Las niñas comentaron en francés cómo el avión rebotó una y otra vez sobre la tierra hasta detenerse (y, además, resaltando la supuesta torpeza del piloto en la maniobra) y, grande fue su sorpresa, cuando este les contestó en el mismo idioma.

Edda y Susanne lo llevaron al castillo, donde Antoine se hospedó. La belleza del lugar lo cautivó tanto que regresaría en varias ocasiones y, años después, escribiría: “No sabía que iba a vivir un cuento de hadas, fue en Concordia, Entre Ríos”.

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El 30 de diciembre de 1935, y, a bordo de este Caudron C.630 Simoun, matrícula F-ANRY, Antpine y su navegante e ingeniero de vuelo, André Prévot, se estrellaron en el Sahara durante el raid París-Saigón. Finalmente, después de cuatro días sin provisiones, y donde experimentaron delirios y alucinaciones, fueron rescatados por unos beduinos.

El 30 de diciembre de 1935, y, a bordo de este Caudron C.630 Simoun, matrícula F-ANRY, Antpine y su navegante e ingeniero de vuelo, André Prévot, se estrellaron en el Sahara durante el raid París-Saigón. Finalmente, después de cuatro días sin provisiones, y donde experimentaron delirios y alucinaciones, fueron rescatados por unos beduinos.

Asimismo, Saint-Exupéry volcó sus impresiones tanto del castillo San Carlos como de sus habitantes en el capítulo 5 –Oasis– de su obra Tierra de Hombres, que sería publicada en febrero de 1939 y recibiría el Grand Prix de la Academia Francesa. Inicialmente, este relato apareció el 14 de diciembre de 1932 en la revista Marianne, y con el título Princesas argentinas.

El 7 de abril de 1930, Saint-Exupéry recibió las insignias de Caballero de la Legión de Honor en los salones de la Embajada de Francia en Buenos Aires, en reconocimiento a su desempeño en el Sahara español y su enorme contribución al desarrollo de la aviación comercial.

Un fragmento del decreto oficial reza: " Piloto de rara audacia, dotado de las más bellas cualidades profesionales... Por su celo, su abnegación, por el noble desinterés al no vacilar en sufrir los rigores del desierto, sirvió grandemente a la causa aeronáutica francesa y ampliamente contribuyó al impulso de nuestra aviación comercial, facilitando en particular el desarrollo de la línea Toulouse-Casablanca-Dakar".

En septiembre de 1930, la artista plástica salvadoreña Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña, de 29 años, amiga del presidente Hipólito Yrigoyen y viuda del escritor guatemalteco Enrique Gómez Carrillo (fallecido en 1927 y, ya nacionalizado, ex cónsul honorario argentino en París), llegó a la vida de Saint Exupéry, quien la invitó a volar apenas la conoció. El 1 de febrero de 1931 regresó a Francia y, en abril del mismo año, se casó con Consuelo en la Ciudad Luz.

La relación con la centroamericana –a quienes todos consideran como la musa de Antoine– fue tormentosa, con varias separaciones y posteriores reconciliaciones.

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El 31 de diciembre de 1940, Antoine se instaló en Nueva York, donde residiría durante los 27 meses siguientes (con un lapso en California) y escribiría El Principito. La obra fue publicada el 6 de abril de 1943 –tanto en inglés como en francés–, por la editorial estadounidense Reynal & Hitchcock.

El 31 de diciembre de 1940, Antoine se instaló en Nueva York, donde residiría durante los 27 meses siguientes (con un lapso en California) y escribiría El Principito. La obra fue publicada el 6 de abril de 1943 –tanto en inglés como en francés–, por la editorial estadounidense Reynal & Hitchcock.

Antoine resumiría su amor por nuestro país en una carta que le escribió desde París a su amigo Rufino Luro Cambaceres quien, como piloto de la filial de la Aéropostale, voló con él a lo largo de las rutas patagónicas. “Los viajes al Sud, la construcción de la línea (aeropostal), los vientos de Comodoro (Rivadavia), las fatigas, las inquietudes y las alegrías… Me sentía en la Argentina como en mi propio país y pensaba vivir largo tiempo. Estoy muy feliz de poder escribirles y agradecerles todo lo que Argentina me dio”.

Los años siguientes

Tras regresar a su tierra natal, Antoine no ocupó otro cargo jerárquico como el que tuvo en nuestro país. Además, la Compagnie Générale Aéropostale estaba al borde de la quiebra, lo que le impedirá regresar a la Argentina para retomar su puesto. "Sentí cabalmente que no volvería a reencontrar la paz perdida", afirmaría años más tarde.

A partir de 1932, Saint-Exupéry se volcó al periodismo y la escritura: en 1934 hizo reportajes sobre la Indochina Francesa (actual Vietnam), en 1935 sobre Moscú y, en 1936, sobre España, poco antes de que comenzara la Guerra Civil. Por otra parte, hará vuelos aeropostales en Marruecos, otros como piloto de pruebas de hidroaviones, y participando en raids, hasta que el 30 de diciembre de 1935 sufrió un grave accidente en el Sahara.

Acompañado por André Prévot como navegante e ingeniero de vuelo, Antoine despegó desde el aeropuerto de Le Bourget a bordo de un Caudron C.630 Simoun matrícula F-ANRY (un monomotor cuatriplaza) como participante del raid París-Saigón (actual Oh Chi Minh), patrocinado por el Aéro-Club de France, con un premio de 1.200.000 francos franceses (unas 16.000 libras esterlinas) para el ganador, siempre que este completara el trayecto de 22.205 kilómetros en menos de 90 horas.

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Tras escribir El Principito, Saint-Exupéry se reincorporó a la Fuerza Aérea francesa y, aunque había superado el límite de edad por ocho años, entre abril y mayo de 1943 intentó ser designado para misiones de combate. Pero las viejas lesiones ocasionadas por sus accidentes anteriores –en los que había sufrido distintas fracturas–, hacía casi imposible que pudiera ponerse por sí mismo su traje de vuelo.

Tras escribir El Principito, Saint-Exupéry se reincorporó a la Fuerza Aérea francesa y, aunque había superado el límite de edad por ocho años, entre abril y mayo de 1943 intentó ser designado para misiones de combate. Pero las viejas lesiones ocasionadas por sus accidentes anteriores –en los que había sufrido distintas fracturas–, hacía casi imposible que pudiera ponerse por sí mismo su traje de vuelo.

Al día siguiente y, poco más de cuatro horas después de despegar de Bengasi, Libia, el C.630 se estrelló en el desierto a 170 millas por hora (unos 274 km/h). La ubicación del lugar del accidente es incierta, pero se estima que se produjo cerca de Wadi El Natrun, Egipto, al oeste del delta del Nilo.

El avión sufrió graves daños pero, milagrosamente, Saint-Exupéry y Prévot resultaron ilesos. Sin embargo, no tenían provisiones: “(Quedamos con) una pinta de café en un termo rebozado y media pinta de vino blanco… También había algunas uvas y una sola naranja”, recordaría Antoine años más tarde.

Sin comida ni agua, vagaron por el desierto en busca de ayuda, se perdieron varias veces y, otras tantas, cruzaron sus propias huellas. Finalmente, después de cuatro días, donde experimentaron delirios y alucinaciones, fueron rescatados por unos beduinos.

Saint-Exupéry escribió sobre esta dura experiencia en Tierra de Hombres (la misma obra en la que contó las anécdotas de su paso por Concordia, y que en los Estados Unidos se tituló Viento, Arena y Estrellas, donde recibió el Premio Nacional del Libro), publicada en 1939, y que sería la base de su famosísima novela El Principito.

El Principito, su obra cumbre

En ese mismo 1939 y, en pleno avance alemán por Europa tras desencadenarse la II Guerra Mundial, fue movilizado como piloto de reconocimiento aéreo. Tras el armisticio que dio origen al régimen de Vichy (el gobierno títere impuesto por los nazis tras ocupar Francia), abandonó su país y, a través de sus agentes literarios, el 31 de diciembre de 1940 se instaló en Nueva York, donde residiría durante los 27 meses siguientes (con un lapso en California, en la casa del director de cine, guionista y actor francés Jean Renoir) y escribiría El Principito.

Los personajes de la obra son El Piloto, que representa al autor; La Rosa, es su esposa Consuelo; El Zorro, está inspirado en un fénec (zorro del desierto); El Principito, podría representar a Saint-Exupéry más joven o, quizás, al hijo del aviador Charles Lindbergh, su vecino en la Gran Manzana y, Los Baobabs, a aquellos árboles que destrozan planetas únicamente con sus raíces, en una clara alusión al nazismo.

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Su última misión de reconocimiento fue para obtener información sobre los movimientos de las tropas alemanas en el valle del Ródano y sus alrededores antes de la invasión Aliada del sur de Francia. El 31 de julio de 1944, a las 8.45 (local), Antoine despegó a bordo de un Lockheed P-38 F5B Lightning (foto) desde una base aérea en Córcega. Jamás regresó, y tenía 44 años.

Su última misión de reconocimiento fue para obtener información sobre los movimientos de las tropas alemanas en el valle del Ródano y sus alrededores antes de la invasión Aliada del sur de Francia. El 31 de julio de 1944, a las 8.45 (local), Antoine despegó a bordo de un Lockheed P-38 F5B Lightning (foto) desde una base aérea en Córcega. Jamás regresó, y tenía 44 años.

Las ilustraciones de El Principito fueron realizadas por el propio Saint-Exupéry ya que, antes de obtener su licencia de piloto, había estudiado Arquitectura en la Escuela de Bellas Artes de Francia, aunque no terminó la carrera. Antoine nunca se consideró bueno como dibujante, algo de lo que se burla El Piloto al inicio de la obra.

La obra fue publicada el 6 de abril de 1943 –tanto en inglés como en francés–, por la editorial estadounidense Reynal & Hitchcock, mientras que su par francesa, Éditions Gallimard, no pudo imprimir la obra hasta 1946, una vez concluida la ocupación nazi en París.

Aunque es una obra destinada a un público infantil, se la considera como un formidable trabajo sobre la naturaleza humana. Asimismo, fue elegido como el mejor libro francés del siglo XX y fue traducido a más de 250 idiomas y dialectos.

Su desaparición, y su legado

Tras escribir El Principito, Saint-Exupéry se reincorporó a la Fuerza Aérea francesa y, aunque había superado el límite de edad por ocho años, entre abril y mayo de 1943 intentó ser designado para misiones de combate. El propio general Dwight Eisenhower, comandante supremo de los Aliados en Europa, le concedió un permiso especial pero, las viejas lesiones ocasionadas por sus accidentes anteriores –en los que había sufrido distintas fracturas–, hacía casi imposible que pudiera ponerse por sí mismo su traje de vuelo. Si bien era corpulento y medía 1,90 metro, caminaba encorvado y, además, como era un fumador empedernido, su salud no era la mejor…

Su última misión de reconocimiento fue para obtener información sobre los movimientos de las tropas alemanas en el valle del Ródano y sus alrededores antes de la invasión Aliada del sur de Francia. El 31 de julio de 1944, a las 8.45 (local), Antoine despegó a bordo de un Lockheed P-38 F5B Lightning –y sin armamento– desde una base aérea en Córcega.

Como su autonomía era de seis horas y, a las 13, aún no había regresado, el comandante de su escuadrón, capitán René Gavoille, ordenó que los radares se abocaran a detectarlo, pero fue inútil. Jamás volvería y, a las 14.30, se lo dio por desaparecido.

Al día siguiente, una mujer informó haber visto un accidente aéreo en horas del mediodía cerca de la bahía de Carqueiranne, en el distrito de Toulon. Pasaron varios días más hasta que un cadáver no identificado, con uniforme de vuelo e insignias francesas –y que se presumió era el de Antoine– fuera encontrado al este del archipiélago de Frioul, al sur de Marsella, y sepultado en Carqueiranne en septiembre.

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El 7 de septiembre de 1998, el pescador Jean-Claude Antoine Bianco encontró –a poco menos de un kilómetro al este de la isla de Riou, y unos 20 kilómetros al sureste de Marsella–, una pulsera de plata. La misma tenía grabados los nombres de Saint-Exupéry y de su esposa, Consuelo, y de sus editores, Reynal & Hitchcock, enganchada a un trozo de tela, probablemente de su traje de vuelo.

El 7 de septiembre de 1998, el pescador Jean-Claude Antoine Bianco encontró –a poco menos de un kilómetro al este de la isla de Riou, y unos 20 kilómetros al sureste de Marsella–, una pulsera de plata. La misma tenía grabados los nombres de Saint-Exupéry y de su esposa, Consuelo, y de sus editores, Reynal & Hitchcock, enganchada a un trozo de tela, probablemente de su traje de vuelo.

No obstante, durante más de 50 años su muerte estuvo envuelta en un gran halo de misterio hasta que, el 7 de septiembre de 1998, el pescador Jean-Claude Antoine Bianco encontró –a poco menos de un kilómetro al este de la isla de Riou, y unos 20 kilómetros al sureste de Marsella–, una pulsera de plata. La misma tenía grabados los nombres de Saint-Exupéry y de su esposa, Consuelo, y de sus editores, Reynal & Hitchcock, enganchada a un trozo de tela, probablemente de su traje de vuelo.

El 23 de mayo de 2000, el buzo Luc Vanrell encontró los restos de un P-38 F5B Lightning esparcidos en el fondo del mar, a media milla náutica (926 metros) al este de la isla de Riou, cerca de donde se había hallado la pulsera. Estas partes del avión se recuperaron el 3 de octubre de 2003 y, el 7 de abril del año siguiente, investigadores del Departamento de Arqueología Subacuática confirmaron que, los restos encontrados, eran los del avión de Saint-Exupéry. En junio siguiente, los fragmentos fueron entregados al Museo del Aire y del Espacio en Le Bourget, en las afueras de París.

La ubicación del posible lugar del accidente y el brazalete está a menos de 80 kilómetros, vía marítima, de Carqueiranne, donde se encontró el cadáver que se presume era el de Antoine, y que se estima fue arrastrado hasta ahí por las corrientes marinas tras la caída de su avión en el Mediterráneo.

Antoine de Saint-Exupéry vivió muy intensamente. Volaría sobre desiertos por el norte de África y por las desafiantes costas patagónicas, y fue uno de los primeros pilotos que atravesaron el cielo nocturno solo guiado por las estrellas ya que, en esa época, las aeronaves contaban con pocos instrumentos de navegación.

También fue un inventor que, a su muerte, dejó 14 patentes para mejorar la operación de los aviones. Por eso, todas estas múltiples conquistas agigantan su leyenda como aviador.

Saint-Exupéry fue al encuentro de su destino viviendo de la forma más honesta que supo o pudo, siempre creyendo en un marcado humanismo por el que luchó, ya sea con su pluma o a bordo de un avión.

El Principito trascendió su tiempo y es uno de los hitos de la literatura fantástica de la segunda mitad del siglo XX, que dejó varias frases célebres para la cultura popular universal y, buceando en los abismos del alma, hizo, hace y hará reflexionar a todos cada vez que leamos que “no se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”.