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La bajante expone una histórica deuda ambiental: Rosario y Santa Fe arrojan los desechos cloacales al río

En las dos ciudades más grandes de la provincia, los efluentes cloacales van a parar al río casi sin tratamiento. Es un paradigma antiguo y para cambiarlo se necesitan obras importantes y una inversión millonaria. El impacto en los ecosistemas acuáticos.

Entre los muchos problemas que la bajante del río Paraná deja al descubierto, el vertido de aguas cloacales a su cauce para que sea el propio río el que depure la contaminación es uno de los más visibles y polémicos. Históricamente, y en muchas partes del mundo, las ciudades asentadas sobre cursos de agua los utilizaron a modo de vertedero de sus residuos: un paradigma nacido en el siglo XIX bajo la idea de dominar la naturaleza y de exprimir sus bienes y servicios en pos de una idea de “progreso” hoy más cuestionada que nunca.

La provincia no fue la excepción: tanto Rosario como Santa Fe, las dos ciudades más pobladas y extensas, siguen tirando sus aguas servidas a los ríos de la región como hace 100 años. Cambiar eso es posible y necesario, aseguran especialistas del sector, que al mismo tiempo remarcaron que se trata de procesos “muy caros y muy complicados” que requieren inversiones millonarias y estrategias de planificación muy cuidadas.

Bajante del Paraná el río perfota el cero en Santa Fe MT 6.jpg
Este domingo el Paraná en el Puerto de la ciudad de Santa Fe midió -0,05 metros, según la medición de Prefectura Naval Argentina.

Este domingo el Paraná en el Puerto de la ciudad de Santa Fe midió -0,05 metros, según la medición de Prefectura Naval Argentina.

Explicaciones oficiales

Desde Aguas Santafesinas, la empresa a cargo de los servicios de la provisión de agua potables y desagües cloacales en las localidades más grandes de la provincia, explicaron que “históricamente” los sistemas de tratamiento fueron pensados con los ríos como vertederos, un paradigma generado hace más de 100 años adoptado en muchas grandes ciudades del mundo. “La idea de base era que el propio caudal del río depurara los contaminantes”, puntualizó Guillermo Lanfranco, el gerente de Relaciones Institucionales de la empresa.

El Paraná, uno de los ríos más extensos y caudalosos del mundo, tiene esa capacidad de manera natural, puntualizó el especialista. “Se trata de un paradigma sin duda antiguo que hoy cambió. En la actualidad la idea es que hay que devolver al río el agua al menos en su mismo estado original, y para eso precisamos avanzar con plantas de tratamiento”, reconoció.

Desde Aguas señalaron que tanto en Rosario como en la ciudad de Santa Fe las tomas “están más arriba de los emisarios”, por lo que no interfieren con el proceso de potabilización. En Rosario, por ejemplo, los dos grandes ductos que desembocan las aguas cloacales al río están ubicados aguas abajo de las dos grandes tomas para potabilizar el agua. “El líquido no puede ir aguas arriba”, dijo Lanfranco, quien agregó que otras localidades provinciales que no están situadas sobre cursos de agua importantes sí tienen plantas de tratamiento.

En ese punto, recordó que, si bien el caudal del río está en un 50% de su promedio histórico como consecuencia de la bajante, aún así transporta unos 7 mil metros cúbicos de agua por segundo, mientras que los efluentes que se devuelven están en el orden de 4 metros cúbicos por segundo: “No encontramos razones para preocuparse, incluso en esta situación de bajante el río mantiene su capacidad de dilución”, remarcó Lanfranco.

La mirada ambientalista

Cecilia Bianco, del Taller Ecologista de Rosario, explicó que el Paraná, como muchos otros ríos, es un espacio que se utiliza para derivar los líquidos cloacales. “Así se ha pensado, es una vieja práctica que en este momento se pone en evidencia por la bajante, y que nos impresiona porque sabemos que del mismo río sacamos el agua que luego tomamos”, detalló, para agregar que, de todas maneras, “el río sostiene un caudal que sigue siendo importante”.

¿Por dónde pasarían las soluciones a esto? La ecologista puntualizó que para tratar los efluentes cloacales es necesario construir plantas depuradoras, un proyecto que ya tiene su tiempo en carpeta, que demanda inversiones enormes y una muy buena planificación. Obras, que, a su vez plantean nuevos desafíos no solo económicos o de ingeniería, sino también ambientales: “Cuántas plantas hay que hacer, dónde las ubicamos cuando hablamos de grandes ciudades? Generan un problema de olor que es una realidad, tienen que estar estratégicamente ubicadas”, razonó.

Según su criterio, ante esta realidad, queda confiar en los procesos potabilizadores del agua que se hacen en Santa Fe y ser lo más responsable posible en todos los niveles: “Se están extremando los cuidados, porque además el río viene con más sedimentos, estamos en una situación crítica y solo nos queda ser lo más estrictos posibles con el cuidado del agua”, subrayó, para agregar que si bien por el momento la situación no es crítica, la bajante -como en otras dimensiones- “pone de manifiesto muchas cosas que pasaban desapercibidas, como los vertidos cloacales que siempre se hicieron”.

Obras, un horizonte lejano

Bianco contó que existen proyectos en carpeta para avanzar con estas obras en las localidades del cordón industrial norte de Rosario, como San Lorenzo: “Se habló de movilizar los líquidos cloacales por bombas, pero la inversión es carísima. En Timbués se hace algún tratamiento, en Puerto San Martín también, pero tanto San Lorenzo como Rosario y Granadero Baigorria por ahora tiran todo crudo”.

Lanfranco, por su parte, señaló que en la zona sur de la provincia se está trabajando en torno a tres grandes núcleos: una planta en San Lorenzo, que es la más avanzado; y otras dos en Rosario, cerca de los dos grandes emisarios, que todavía están en una etapa preliminar. En este caso se trata de una planta en el sur de la ciudad, para la cual ya se hizo una reserva de suelo con el ente portuario y que apuntaría a un tratamiento primario de separación de sólidos; y otra en la zona norte que asoma más complicada, ya que se trata de barrios muy urbanizados, que están en el corazón de la ciudad.

“Nuestra idea es avanzar con estos proyectos, son inversiones gigantes que requieren adaptar el sistema, reordenar los líquidos y planificar mega obras, sobre todo cuando hablamos de grandes ciudades. Todo eso dificulta hablar de plazos concretos”, dijo.

En la ciudad de Santa Fe todos los líquidos van a una estación elevadora que está cerca del Puente Colgante, donde se hace un pretratamiento de separación de sólidos llamado “desbaste”. “Se acumulan unas 700 toneladas por año de residuos”, detalló, para agregar que también se está pensando en avanzar con la construcción de una planta aunque, a diferencia de Rosario, en la capital provincial los vertidos se hacen en el río Colastiné, más lejos de las zonas urbanizadas.

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El río Paraná en el Puerto de Santa Fe atraviesa su bajante más pronunciada en los últimos 52 años.

El río Paraná en el Puerto de Santa Fe atraviesa su bajante más pronunciada en los últimos 52 años.

Riesgos y contaminantes

Existen varios estudios hechos sobre los riesgos ambientales que representan los efluentes cloacales para los ecosistemas acuáticos y la salud humana. En un trabajo académico de los investigadores del Centro de Investigaciones del Medio Ambiente (Cima), Pedro Carriquiriborde y Gustavo Manuel Somoza, de la facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata, ponen la lupa sobre los residuos farmacólogicos.

“El aumento de las poblaciones humanas y la concentración de las mismas en núcleos urbanos han llevado a que los desechos que éstas generan sean dispuestos de una forma u otra en el ambiente circundante”, explica el trabajo, que puntualiza que en los últimos años, se ha demostrado que los efluentes cloacales colectan no solo los desechos fisiológicos provenientes de esas poblaciones, sino también los metabolitos de los fármacos que se consumen, los productos relacionados con el cuidado personal, los productos de limpieza, los plaguicidas y los herbicidas. “Todos estos residuos se vuelcan, tratados o no, en los sistemas acuáticos superficiales próximos, que paradójicamente luego sirven como fuente de agua de bebida”, destacan los científicos en su trabajo.

El documento señala que estos compuestos se hallan presentes en los efluentes cloacales, así como en las plantas de tratamiento convencionales, que son ineficientes en la remoción de este tipo de sustancias. “Los estudios revelan que tanto en los efluentes cloacales crudos y tratados, como en las aguas superficiales, son detectados un gran número de compuestos farmacéuticos, productos para el cuidado personal (PPCPs, de acuerdo a su nombre en inglés: Pharmaceuticals and Personal Care Products), productos de uso veterinario, así como hormonas naturales y sintéticas".

Impactos concretos

Esto, por supuesto, genera impactos -según han confirmado una gran cantidad de estudios- a las poblaciones de peces, que más que nada desarrollaron alteraciones en determinadas funciones asociadas con la reproducción. “Estudios realizados en el pejerrey bonaerense (Odontesthes bonariensis), que presenta una determinación genética del sexo muy lábil (el sexo es principalmente determinado por la temperatura a la que son expuestas las larvas durante las primeras 6 semanas de vida), demuestran que 50 µg/g de E2 y 0,1 µg/g de EE2 en el alimento son capaces de aumentar la expresión génica de la variante gonadal de la aromatasa, enzima relacionada con la diferenciación ovárica e inhibiendo la de 11β-hidroxiesteroide deshidrogenasa, enzima relacionada con la diferenciación testicular, hecho que condujo a la feminización de la mayor parte de los individuos”.

En ese punto, los investigadores remarcaron que todos los estudios expuestos muestran evidencias concretas de que los efluentes cloacales representan un riesgo para los ecosistemas acuáticos, y que los peces o cualquier otro grupo animal que tenga un ciclo de vida acuático “resultan un blanco sensible a la acción de las hormonas o fármacos presentes en esos efluentes”.

“En los países desarrollados, se han invertido grandes esfuerzos en estudiar los efectos que los efluentes cloacales pueden inducir sobre los ecosistemas acuáticos. De esta forma, el tratamiento de los efluentes cloacales ataca específicamente a la eliminación de micro-contaminantes con demostrados efectos adversos, permitiendo una reducción sensible del impacto en los cuerpos de aguas receptores”, concluyeron.