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Aire en Venezuela |

Últimas postales de Caracas

Cae la tarde en la capital de Venezuela. El domingo es domingo absoluto y con excepción de algunos restaurantes y estaciones de servicios, nada está abierto. La ciudad parece desierta, y lo poco que se mueve tiene ruedas con vidrios mayormente polarizados. La angustia se ha instalado en el aire de un país, que no tiene a la vista ninguna solución que lo alivie. Por Coni Cherep

Con Germán de los Santos hablamos a través de whatshap. Él se quedó en Cúcuta y por razones obvias, partirá desde allí al país. Yo espero que pasen las horas y llegue el momento de ir al Aeropuerto Bolivar. Pero eso será mañana. Y el mundo lleva el pulso que lleva.

Ambos coincidimos en una cosa: aprendimos mucho. Diez días en Venezuela alcanzaron para comprender lo complejo que es este país. Lo difícil que resulta sacar conclusiones sobre una realidad que no se parece a ninguna que hayamos conocido.

Venezuela no es el Kirchnerismo, como algunos pretenden  comparar para bien o para mal. La oposición venezolana tampoco es el Macrismo. Argentina no es Venezuela, ni sus conflictos se pueden comparar.

Tampoco se puede simplificar diciendo que el problema venezolano es el “imperio”, y a la vez, queda claro que los EEUU tienen intereses indisimulables en la explotación de los recursos subterráneos que abundan aquí.

Resulta si, muy doloroso, decir que algunos aspectos de la vida cotidiana venezolana se asoman levemente a las  imágenes que vemos del África abandonada. Pero la gran diferencia es que este país fue potencia mundial  entre los años 50 y 70, en el denominado primer “boom petrolero”. Y eso, si, resulta inexplicable para la sensibilidad humana.

Cae la tarde en Caracas, y es nuestra última tarde, en esta aventura a la que nos invitó Aire de Santa Fe, y que será difícil de olvidar, por un montón de motivos.

¿VENEZUELA ES UNA DICTADURA?

¿Nicolás Maduro es un dictador? No. Pero es un Presidente que  se sostiene a base de utilizar las fuerzas estatales y lo más grave, las paraestatales que se encargan de hacer el “trabajo sucio”.

No es un dictador, sencillamente porque fue elegido por la mayoría de los ciudadanos que concurrieron a las últimas elecciones en las que la oposición creyó no conveniente participar. Uno de ellos, los opositores, comparte una cena conmigo y me dice: ” fue un error abstenerse en las elecciones del año pasado. Le regalamos la legitimidad al Chavismo. Fuimos ingenuos”.

Muchos venezolanos siguen eligiéndolo. Todas las encuestas dicen que entre un 30 y un 35 % de los venezolanos volverían a votarlo. Las razones tienen más que ver con lo emocional que con lo racional. La figura de Hugo Chávez funciona como una deidad ante la que se arrodillan todos los sectores más empobrecidos, sólo porque antes que él, nadie se había ocupado de ellos.

Pero así como no es una dictadura, si es un gobierno opresor. La administración de los intereses públicos, carece de racionalidad y muchos de los asuntos que convirtieron a este país en un país al borde del resquebrajamiento, tiene que ver con miradas ideológicas absurdas, más que con condiciones externas que les impiden crecer.

Inexplicable también, si se tiene en cuenta que nunca, en estos 20 años, han dejado de recibir apoyos económicos externos. Los norteamericanos, paradójicamente, fueron sus principales compradores de crudo hasta el año 2017. Y las relaciones con Rusia, China o Cuba, son tan pornográficas que sólo alcanza con sentarse a tomar un café en el lobbie de un hotel, para comprender la omnipresencia de empresarios y delegaciones de esos países.

 

EL DESASTRE Y LO INEXPLICABLE

 

La característica principal del modelo es el abandono que hicieron de PDVSA, una empresa que supo ser una de las más importantes del mundo y que hoy, no aparece en el ranking de las primeras 20.

El cierre de las destilerías- imprescindibles en un país que tiene un tipo de petróleo muy pesado- es una de las preguntas más difíciles de responder para los funcionarios.

Se lo pregunté a la propia responsable del área energética, en la Plaza Bolívar: y la respuesta es tan leve como insoportable: “sufrimos demasiados ataques, somos víctimas de acciones de boicots constantes”. Es insuficiente como respuesta para quienes tienen el poder absoluto desde hace 20 años, y que lo sostuvieron especialmente a partir de las exportaciones de Petróleo.

Además, no han desarrollado ningún otra matriz productiva, ni primaria ni industrial. Y la caída brutal de las inversiones extranjeras, le quitaron calidad y demanda a la otra usina natural con la que contaba el país: el turismo.

Los desmanes de la administración no sólo quebraron a su principal fuente de riqueza, sino que trasladaron eso al resto de las infraestructuras del  país: el 82 % de los venezolanos no reciben agua corriente. Las ciudades sufren cortes permanentes de energía eléctrica, y todos los servicios adicionales son de muy baja calidad.

La salud pública es la peor de las páginas: los hospitales carecen de lo elemental para atender a los enfermos, y más allá de los cuadros de mayor complejidad, el ingreso al hospital es más riesgoso para el enfermo que quedarse en su casa. Ya lo contamos: en el Hospital más importante de la capital, mueren entre 2 y 5 niños por día, a causa de la falta de medicamentos. Y los pasillos del hospital apilan cadáveres a la espera de que se vacíen los de la morgue.Un médico cobra entre 12 y 30 dólares dependiendo de su jerarquía, y además de la impotencia de no poder hacer, sufren de manera constante el asedio de los “colectivos” que llegan a la madrugada con heridos de bala, exigiendo la prioridad para ser atendidos.

Las Universidades tienen el presupuesto congelado desde el año 2013, y en el medio hubo devaluaciones que superan el 10.000 %. El IBE- el instituto de investigación más importante del país- tampoco recibe aumentos de presupuesto, y cuando fuimos a visitarlo, se cumplían 31 días sin agua, sin que les repusiera el gas en la “bombona” y sin internet. Los trabajadores no asisten al lugar por falta de transporte, y desde 2011 no se aprueban nuevos proyectos de investigación.

La oposición por su parte, ha sido comprada en su gran mayoría, mientras el gobierno Chavista no corría riesgos. Los pocos que lo enfrentaron terminaron en la cárcel- cómo Leopoldo López- ó exiliados. Los “levantamientos cívicos” fueron espasmódicos y así como concentraron multitudes que parecían conseguir algún avance, las dejaron disolverse con el sencillo paso del tiempo.

Esta etapa parece ser diferente por el respaldo de Donald Trump, pero por esa misma razón se vuelve más peligrosa.

EL FUTURO

Nadie se anima a decir en voz alta que Juan Guaidó no quiere pasar a la historia como un “López más”, y entonces, su relación carnal con los Estados Unidos, aventura una solución inédita en sudamérica desde el siglo XIX: una invasión extranjera.

Ese punto, lejos de debilitar al Chavismo, lo fortalece. En los canales de TV oficialistas- los únicos que se pueden ver en el sistema de cable de Caracas- esa es la consigna: “nosotros o la invasión gringa”, y entonces, la sola idea de un escenario de ese tipo, le permite al gobierno profundizar sus modos de control social.

Diez días después de pisar Caracas, y casi a punto de irnos, se me ocurre pensar que Venezuela es una tierra de angustia profunda. En la que ni los joropos se salvan de la contaminación ideologista del gobierno, y en la que es muy difícil ver a la gente sonreír. Un raro caso en el Caribe.

Venezuela vive horas dramáticas, claro. Pero no hay una sola razón para que este escriba crea, que lo que viene no será aún más dramático.

 

 

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