Para proteger su integridad y la de la niña víctima, no revelamos la identidad de la entrevistada, y sólo la llamamos Elizabet.
“Uno piensa que nunca le va a pasar en Santa Fe lo que nos pasó a mí y a mi hija, uno cree que esas cosas pasan en Buenos Aires o en otro país, pero pasan acá. Uno confía ciegamente en los hijos y cree que le conoce todos los amigos en el Facebook pero no es así. Yo sabía hasta la contraseña de Facebook de mi hija y sin embargo me pasó.
Le pidieron fotos sexuales, con 12 años. Es muy duro para una madre hablar de estas cosas.
Esto ocurrió a fines del año pasado. A la nena le habíamos sacado el celular porque le iba mal en la escuela entonces yo le prestaba mi celular para que lo use de vez en cuando. Una noche cargo mi celular, y a la mañana siguiente cuando lo agarro para irme a trabajar veo que tiene poca batería. Me llamó la atención. Después vi que había llamadas a las 3 de la mañana y le pregunté a mi hija mayor porque pensé que ella la había hecho. Y me dice ‘no, fue mi hermana la que agarró el celular y estuvo encerrada en el baño’. En ese momento dije ‘pasó algo’. Cuando volví del trabajo empecé a hablar con ella y le saqué por mentira verdad. Empezó a llorar y me dijo que tenía mucho miedo. Le pregunté si le habían pedido fotos desnuda y me dijo que sí, que las había mandado a través de Facebook.
El contacto venía desde hace un año atrás. Por las palabras que usaba y por la buena puntuación y ortografía en el chat nos dimos cuenta que era una persona mayor de edad. En ese tiempo yo no vi signos de alarma.
En la Comisaría del barrio no me quisieron tomar la denuncia, sólo me dejaron hacer una exposición y me dieron a entender que mi hija había provocado a la persona del otro lado de la pantalla. Ahora el caso está en manos de la Policía de Investigación, a quienes les estoy agradecida porque están investigando. Las fotos de mi hija ya llegaron a Estados Unidos.
Mis hijos ahora ya no tienen celular porque estos tipos son tan audaces que investigaron todo, saben a qué escuela van, qué uniforme usan, todo. También saben cómo me llamo, dónde trabajo. No las dejo atender el teléfono, entrás en una situación de pánico. Para una mamá es difícil volver a confiar en su hija después de algo así.
De ser un diálogo infantil terminó siendo un diálogo entre adultos. El desgraciado le decía ‘yo te paso a buscar en auto’. Si yo no hubiera descubierto la situación, podríamos haber terminado como el caso de Micaela Ortega“.
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