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Padre Axel Arguinchona: un hombre de Dios a nuestro servicio

¿Quién no conoce en Santa Fe o ha oído hablar del Padre Axel? Nos ha conquistado por su gran simpatía y su sonrisa permanente. Siempre alegre y dispuesto a escuchar al otro. Preocupado y ocupado por el prójimo, recorre los barrios más vulnerables de la ciudad. Allí lo fuimos a buscar para descubrir al hombre que hay en el sacerdote.

Axel Arguinchona nació el 4 de octubre de 1960 en Santa Fe. Vivía con sus padres y hermana en calle Moreno al 3000. Fue a la escuela primaria San Cayetano, hoy llamada Padre Monti y la secundaria la hizo en el Liceo Militar General Belgrano. Toda su vida la pasó en Santa Fe, excepto 4 años que estuvo en Esperanza como sacerdote.

Al responder sobre su origen afirma que la vida de uno comienza desde toda la eternidad, “Dios nos ama antes de la creación del mundo y somos fruto de ese amor”.

Su inicio en la vida religiosa fue muy particular. Tenía 21 años y estaba en un aula de la universidad de Ciencias Económicas, cuando sintió un dulce llamado. “Mi familia era católica pero no practicante. Los sacramentos los recibí en la escuela ya que no tenía vida parroquial. Sólo rezaba una oración por la noche. Recuerdo que estaba en clases una tarde y de pronto sentí un gran deseo de ir a misa. Me extrañó interiormente y me pregunté qué seria. La clase terminó y me fui a la Iglesia de los Jesuitas que estaba cerquita", contó.

Y agregó: "No recuerdo de qué se habló ese día en la celebración, pero sentí un hermoso momento espiritual. Simplemente era Dios que me convocaba. Al día siguiente volví. No entendía cómo se producía ese deseo interior y vuelvo a insistir, no nacía de mí. Un día un seminarista que me veía seguido en la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, me invitó a participar del grupo de jóvenes de la parroquia. Iba entre semana y sentía alegría y una paz muy linda. Estaba desorientado porque me iba muy bien en la carrera, tenía novia y mi vida era bellísima. Noté que empecé a vivir desde Dios, las realidades cotidianas”.

El llamado del amor

El joven Axel le contó lo que sentía a un sacerdote y este le aconsejó que no hablara con nadie de esto porque le fabricarían una atmósfera distinta: “Seguí haciendo la vida de todos los días, que ahí también Dios te hablará”, le dijo.

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Axel contó cómo fue su inicio en la vida religiosa.

Axel contó cómo fue su inicio en la vida religiosa.

De a poco Axel empezó a experimentar un deseo profundo de estar del otro lado del altar, no para diferenciarse ni porque sea un lugar superior, sino para dar un servicio distinto. “Sabía que como laico iba a poder hacer muchas cosas hermosas ya que la mayor parte de la gente que trabaja en las Iglesias, no son personas consagradas. Siempre pensé en formar una familia, pero empecé a experimentar un amor diferente, mucho más grande que me llamaba a consagrar mi vida a Dios. Cuando Él nos llama, nos da la gracia pero no nos maneja como títeres, nos da el libre albedrío, tiene que estar nuestra voluntad. Ese llamado continuó en el seminario donde fui desarrollando y consolidando mi vocación”.

Nuestro Padre lleva 36 años de servicio en los cuales nunca dudo de su elección. Para Axel el sacerdocio es un adelanto del cielo, donde somos todos uno con Dios. “Los sacerdotes transitamos la vida como todos, pero con la alegría de que Dios nos llama a servir y a llevar su palabra. No hubo un día en que no fui más feliz que el anterior. Y atención, con muchas dificultades. Mi vida no es fácil; sufro, lloro, comparto el dolor de la gente y me pasan cosas muy duras también. Pero voy construyendo todos los días en mi interior, la paz y la esperanza”.

Si tú cambias, todo cambia

Trabajó en barrios muy carenciados de Santa Fe y lo que pudo comprobar es que a las personas que se entregan a Jesús, no es que se le solucionan las cosas mágicamente, pero sí vuelven a darle un sentido a la vida y tienen mayor fortaleza. “He estado con gente analfabeta que vivía en lugares muy precarios y sin embargo transmitían mucha paz. No cambiaba su situación económica pero si su corazón y ahí todo lo demás cambia”.

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Trabajó en barrios muy carenciados de Santa Fe.

Trabajó en barrios muy carenciados de Santa Fe.

“He visto también una gran pobreza en gente con mucho dinero, aferrados a los bienes materiales y al consumismo. Una persona así entra en agujeros interiores muy oscuros”.

Trabajando con los pobres, el padre Axel ha recogido aprendizajes en su vida que nos quiere compartir: “Aprendí a valorar lo simple y a vivir con lo mínimo en medio de apretujones materiales. Comprendí que necesitamos muy poco en realidad y no nos damos cuenta. Ahora soy más desapegado. He estado en casas en que lo único que tenían era un poco de grasa y harina y me invitaban a comer tortas fritas; eso es hermoso. Y también he conocido a personas muy ricas que viven con una entrega al prójimo maravillosa”.

Axel disfruta al sentir el amor de los santafesinos quienes jamás le han cerraron una puerta. Desde el comienzo de su sacerdocio llega a un barrio, para y empieza a caminar; palmea, saluda y se sienta a escuchar y a iluminar desde la palabra. “Hay casos de personas que en medio de situaciones dificilísimas, han descubierto a Dios. Otros se enojan y a ellos les digo: Dios te ama, está con vos y cuando quieras escucharme acá estoy. A las pocas semanas me llaman para bendecir su hogar. Los puedo acompañar para tener más dignidad humana, más educación; pero no les puedo solucionar los problemas materiales que van por otro lado, aclara Axel.

Un camino con espinas

Pero no todo fueron rosas en su vida, también tuvo que transitar momentos difíciles como las inundaciones en Santa Fe, que le provocaron un dolor inmenso. “Vimos cómo se nos caía todo en un segundo, sentimos una gran impotencia porque viene el agua y no podes hacer nada. Llegábamos en lancha a rescatar gente y no me voy a olvidar a un papá joven, quien con lágrimas en los ojos me dice que lo único que pudo sacar fue una foto mía dándole la primera comunión a su hija. Fueron noches sin dormir, recuerdo que vi a una abuela abatida, le di un abrazo y le dije: “Confiemos en Dios y estemos unidos para salir adelante” y ella se fue a dormir al banco de la iglesia. La respuesta a los dolores más grandes es el abrazo, la bendición, la oración y sentir que no estamos solos”.

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Axel también pasó por momentos difíciles como las inundaciones.

Axel también pasó por momentos difíciles como las inundaciones.

Dar sin esperar nada a cambio

Tanto los santafesinos como los argentinos tenemos una solidaridad muy efectiva ante la urgencia que se hace presente; lo difícil es mantenerla en el tiempo. “Nos falta crecer mucho como sociedad, porque la solidaridad tiene que estar por ejemplo en dar mi tiempo todas las semanas y eso cuesta. Si soy un buen electricista, puedo dar ese servicio a un lugar que lo esté necesitando. O quien tiene capacidad de enseñanza que se anoten para dar apoyo escolar. Claro que hay gente que lo hace, pero si tuviéramos durante todo el año la respuesta que tenemos ante la emergencia, la sociedad sería diferente” reflexiona el sacerdote.

Suelta y confía

A pesar de ser un incansable servidor en nuestra sociedad, Axel siente que le han quedado muchísimas cosas por realizar. “Cuando veo todas las gracias que Dios me dio: fortaleza, paz, templanza, alegría y esperanza y siento el amor que me brinda la gente, pienso que me debería haber entregado más. La madre Teresa de Calcuta, cuando salía de una internación decía: “Todavía no me morí porque no he hecho nada por Dios”. No pierdo la paz, pero espero dar aún más de mí. “Gracias a la constancia salvaran sus almas”, decía Jesús y eso es lo importante, no bajar los brazos nunca. Hoy me suelto, confío y me dejo llevar por él”.