Hoy está al frente de Lucila’s Alfajores, la primera y única fábrica dedicada exclusivamente a este clásico argentino en “la ciudad de los vientos”. Sus primeros pasos en Estados Unidos estuvieron lejos de la cocina: estudió hotelería, trabajó como mesera y más tarde ingresó al prestigioso hotel Four Seasons, donde se desempeñó durante seis años.
Tras casarse y dedicarse a la crianza de sus hijos, decidió emprender. “Como en muchas familias argentinas, la comida casera siempre fue primordial en casa: hacer tortas, empanadas o alfajores siempre me gustó. En cada fiesta o reunión veía la reacción de la gente, y así fue como empezó todo”, recordó Lucila en diálogo con AIRE.
En sus primeros pasos como emprendedora, Lucila contó con la ayuda de un amigo que le ofreció un espacio en su restaurante latino para que pudiera vender sus productos caseros. Fue en ese contexto donde nacieron los primeros alfajores, y la respuesta del público fue tan positiva que decidió enfocarse exclusivamente en ellos.
En lugar de abrir un local a la calle, eligió ir directamente al encuentro del cliente en los Farmers Markets, ferias al aire libre muy populares en Chicago, donde ofrecía degustaciones y explicaba de qué se trataba el producto.
“Cuando comenzamos, casi nadie sabía lo que era un alfajor, pero apenas daban el primer bocado, les cambiaba la cara y solo querían seguir probando”, cuenta. Incluso personas que habían viajado a Argentina se acercaban emocionadas por los recuerdos que les despertaba el sabor.
Receta propia y sabor inconfundible en Chicago
Lucila desarrolló una receta única. El primer sabor fue el clásico de maicena, pero con el tiempo sumó chocolate negro, chocolate blanco, chocolate con leche y una versión cordobesa con dulce de leche y guayaba —una fruta popular en Centroamérica— en lugar del tradicional membrillo. Actualmente, también experimenta con nuevos sabores como pistacho con nuez.
“Estuve casi un año probando recetas todas las semanas hasta que encontré la que tenía la consistencia y el sabor justos”, recuerda. “Nuestros alfajores son totalmente artesanales, hechos a mano, y eso también es parte de lo que los hace especiales”.
Los alfajores se elaboran en dos tamaños y, a diferencia de los industriales, tienen un relleno generoso: los regulares pesan hasta 85 gramos. “Cuando la gente los compara con los de marca, nota la diferencia enseguida. Nuestros alfajores son de verdad”, afirma con orgullo.
Un modelo de negocio adaptado a Estados Unidos
A diferencia del consumo argentino, donde el alfajor se compra en kioscos y almacenes, Lucila comprendió que en Estados Unidos debía salir a buscar al cliente. Por eso, desarrolló un modelo de negocio centrado en la venta mayorista y en el canal online, con envíos a todo el país. Sus productos llegan tanto a consumidores individuales como a empresas que los eligen como obsequios personalizados o regalos corporativos.
Desde la 2010 el crecimiento fue constante y actualmente la fábrica produce entre 16.000 y 18.000 alfajores artesanales por mes. Con visión, constancia y el sabor de sus raíces, se convirtió en una pionera: logró que un postre tan argentino como el alfajor forme parte de la mesa y la sorpresa de miles de hogares en Estados Unidos.
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