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Salud pandemia | Rosario | Infancia

Niñez y pandemia: ¿cómo explicarles a los chicos lo que está pasando?

Ante la irrupción del covid, la desigualdad en las condiciones materiales de niñas y niños tomaron un valor fundamental. Cómo escuchar y contener en un contexto de incertidumbre.

“Mi papá a veces no usa el barbijo”, dice un nene de cinco años en un jardín de infantes del noroeste de Rosario. “Mi tío se murió de coronavirus”, cuenta otro, ante la pregunta de la maestra, sobre el virus. “Hay que cuidarse usando alcohol en gel y barbijo”, se atropellan todos para contar cómo hay que mantenerse lejos del virus. Lorena es maestra de nivel inicial en barrio Olímpico de Rosario. Sobre los cambios en la vida infantil que trajo la pandemia, Lorena subraya que “los chicos han sentido más el hecho de estar encerrados y que los padres han perdido, en su mayoría, el trabajo. Incluso, hay un nene de mi salita que sale a cirujear con el hermano mayor”.

Hablar de infancia es imposible: son múltiples las infancias, tantas como sus condiciones sociales y experiencias de vida. “La pandemia puso un énfasis en desigualdades que ya estaban”, considera Viviana Roldán, psicóloga, docente y profesional asistencial en la cátedra de Psiquiatría Infanto Juvenil, titular de la Materia Electiva Medicalización y Patologización de las Infancias de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario.

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Los chicos sufrieron más el encierro durante la cuarentena, aseguran los especialistas.

Los chicos sufrieron más el encierro durante la cuarentena, aseguran los especialistas.

Por eso, es necesario hablar también de sus condiciones materiales. Según el estudio sobre los efectos en la salud mental de niñas, niños y adolescentes por covid (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Unicef, de mayo pasado) “a medida que pasa el tiempo cobra relevancia la presencia de personas adultas confiables como parte del bienestar emocional, así como también ciertos déficits en esa provisión de bienestar en muchos hogares (niñas y niños preocupados por la situación económica familiar, por la pérdida de trabajo de sus padres)”.

Y si hay personas adultas referentes, sin duda lo son las maestras de nivel inicial. “Las niñas y niños se adaptaron en relación a los hábitos de limpieza, de higiene, de tomar la temperatura. Los niños tienen la capacidad de transformar hasta lo más horrible, como puede ser esta pandemia, en algo lúdico. Una como maestra trata de desdramatizar el temor y sobre todo, es cuestión de hablar de lo que les pasa, de atravesar el miedo. Que esta situación va a pasar, que va a quedar como parte de un momento de la historia”, cuenta Carina Baez, vicedirectora del Jardín 329 de la zona suroeste de Rosario y profesora de formación docente.

"Para un niño de cuatro o cinco años, la muerte es muy abstracta. Hoy la tienen frente a su vista, porque hay mamás, papás, abuelos que fallecieron".

El informe de Unicef se basa en un estudio cualitativo y cuantitativo con 780 niñas, niños y adolescentes. “Más allá de las desigualdades multidimensionales, la capacidad de jugar les permitió elaborar y simbolizar lo incierto y potencialmente traumático de la pandemia, como formas de protección de la salud mental”, dice el resumen ejecutivo de este trabajo.

Las vacaciones de invierno, justamente, son para jugar: “Ya tenemos un tiempo de tránsito en pandemia y cada familia hará en vacaciones de invierno, lo que pueda con lo que se pueda. Pero es importante que se produzca un corte. No se trata de ponerse al día con las tareas escolares que no pudieron hacerse antes, se trata de plantear un espacio de corte”, dice Roldán.

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Para los chicos, el año sin clases fue muy aburrido y la tarea se volvió

Para los chicos, el año sin clases fue muy aburrido y la tarea se volvió "infinita".

Justamente, su experiencia en espacios institucionales y en el consultorio la lleva a considerar que “cuando un niño, una niña, un adolescente, está retraído, o dice que está aburrido, o está más inquieto, esa mirada adultocéntrica, sumada a la información de la cual todos disponemos a través de las redes, tiende a psicopatologizar. Los padres se asustan mucho, porque los símbolos de cómo expresan, la angustia, el miedo, la incertidumbre los niños son distintos a las de los adultos. Y una de ellas es con el cuerpo: lloran más, o se mueven más, o se mueven menos, o se miden. O juegan más agresivamente, o lloran o pegan, esos son los modos en los que el niño puede expresar esta angustia”. No se trata de enfermedad, sino de encontrar las palabras.

Con todo el trabajo que tuvieron que hacer para adaptarse a la virtualidad y para mantener el vínculo aún en contextos adversos, la gran mayoría de las maestras -son casi siempre mujeres- sostienen el valor de la palabra, de escuchar a niñas y niños para que puedan elaborar lo vivido. Así lo expresa Laura Prina, docente de nivel inicial en el jardín 27 de Rosario. “Para un niño de cuatro o cinco años, la muerte es muy abstracta. Hoy la tienen frente a su vista, porque hay mamás, papás, abuelos que fallecieron. Y hay algunos niños y niñas que lo pueden contar, decir la palabra pandemia, hablar del covid. Hablamos de nenes de 4 o 5 años, que en el jardín pueden hablar con otros amigos. Como docentes hoy más que nunca tenemos que aprender a escuchar al otro y a la otra y de eso se trata. El tiempo en la escuela iguala a los niños y a las niñas, es donde tenemos la posibilidad de aprender con el otro, las miradas, las voces de la infancia, compartiendo el tiempo y el espacio”, considera la docente.

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Como psicóloga, también Roldán, y más allá de la escuela, sostiene que “lo más importante es la conversación, la contención, el tiempo que se pudiera… Porque no todos los adultos sabemos jugar con nuestros hijos, o tenemos disponibilidad, entonces lo que se pudiera, cuando se pudiera”.

Bajar las exigencias, en la medida de lo posible, y destinarle tiempo al juego, a la comunicación, escuchar y ser escuchados. Porque las infancias son ahora.