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El costo de no delegar: cuando el cansancio se vuelve parte de tu rutina

"No doy más", "Estoy agotada/o", "No me alcanza el día". Estas frases se repiten cada vez más en conversaciones cotidianas. Detrás de ellas, muchas veces, hay algo en común: la dificultad para delegar.

No delegar puede tener consecuencias importantes: sensación constante de cansancio, irritabilidad, baja productividad, pérdida de eficiencia y desgaste de nuestra salud mental y física.

Cuando una sola persona carga con la mayoría de las responsabilidades, la calidad de los resultados se resiente: hacemos las cosas a las apuradas, de mala gana o incluso olvidamos tareas clave. Esta sobrecarga también puede generar ansiedad, estrés y malestar en los vínculos.

¿Por qué cuesta tanto delegar?

A veces no delegamos por querer tener el control, otras por desconfianza, falta de comunicación o roles muy rígidos. Sea cual sea la razón, lo cierto es que hasta que no empieces a delegar, nada va a cambiar.

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Hasta que no se empieza a delegar, nada va a cambiar.

Hasta que no se empieza a delegar, nada va a cambiar.

Tips para empezar a delegar

  • Expresá con claridad qué necesitás que haga la otra persona.
  • Empezá por delegar tareas simples.
  • Priorizá y enfocarte en lo más importante es también una forma de cuidarte.

Delegar no sólo alivia tu carga: también es una oportunidad para que otros lo hagan a su manera. Lo importante es el resultado, no tanto el “cómo”.

Y si algo no sale como esperabas, evitá corregir en exceso o criticar. En cambio, ofrecé sugerencias desde un lugar asertivo y colaborativo.

Porque si no estás dispuesto a delegar ni a permitir que el otro lo haga a su manera, entonces no es justo decir que “los demás no hacen nada”.

Por Julieta Arolfo, Lic. En Psicología (M.P. 1423)

IG: @psicojulietaarolfo