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Salud Vera Candioti | Santa Fe |

Desafiando las limitaciones y los diagnósticos: el trabajo de las madres y sus hijos en la rehabilitación

En el CIR del Hospital Vera Candioti, los niños desafían diagnósticos con amor y esfuerzo. Las madres trabajan a su lado para darles una vida digna.

Cuando los diagnósticos parecen sentenciar una vida de limitaciones, el amor, la lucha y la perseverancia son capaces de cambiar el rumbo de cualquier historia. Es en el Centro Infantil de Rehabilitación Vera Candioti donde madres como Cintia, Viviana, Eugenia y Marisol encontraron no solo profesionales dedicados, sino un espacio donde los límites se desdibujan y las posibilidades renacen. Las historias de sus hijos, Tiago, Santino, Lucas y Gael, se entrelazan en relatos de superación y esperanza.

Entre compañeros que van y vienen, risas compartidas y comentarios espontáneos, este grupo de madres espera mientras sus hijos completan sus terapias. La mayoría acude al CIR entre dos y tres veces por semana, una rutina que las ha sumergido en un espacio de contención donde los abrazos y las palabras de apoyo nunca faltan.

Diagnósticos que duelen, pero no definen

“Tu hijo no va a caminar, ni a hablar, será como un vegetal”, recuerda Cintia Giraldez, madre de Tiago. Esas palabras marcaron el inicio de su batalla. A los dos meses de vida, su hijo sufrió un paro cardiorrespiratorio debido a una mala praxis. Las expectativas eran devastadoras, pero ella nunca bajó los brazos.

Viviana Leguizamón, por su parte, recibió un diagnóstico similar cuando Santino era apenas un bebé. “Me dijeron que mi hijo estaría en una silla de ruedas toda su vida”, relata con la voz entrecortada. Pero Viviana, como tantas otras madres, no aceptó un futuro tan limitado para su hijo: “Sabía que él podía más.”

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Cintia Giraldez y su hijo Tiago. A los dos meses de vida, el chico sufrió un paro cardiorrespiratorio debido a una mala praxis. Las expectativas eran devastadoras, pero ella nunca se resignó.

Cintia Giraldez y su hijo Tiago. A los dos meses de vida, el chico sufrió un paro cardiorrespiratorio debido a una mala praxis. Las expectativas eran devastadoras, pero ella nunca se resignó.

En tanto, Eugenia Sánchez recuerda con claridad cómo los médicos no sabían qué ocurría con su hijo Lucas, nacido prematuro. “Le daban diagnósticos que no coincidían. No lo acepté, busqué respuestas y seguí adelante”.

Marisol Maciel, enfermera y madre de Gael, enfrentó su propio calvario: una peritonitis durante el embarazo que derivó en un parto prematuro y, finalmente, en un diagnóstico de parálisis cerebral. “Me decían que ni él ni yo sobreviviríamos. Pero resistimos”.

El comienzo de un nuevo camino: el Vera Candioti

El punto de inflexión llegó para todas ellas cuando encontraron al Centro Infantil de Rehabilitación Vera Candioti. Después de intentarlo en otros lugares sin resultados, Cintia decidió llevar a Tiago al centro, y el cambio fue inmediato: “A los tres meses, Tiago caminaba. Fue un milagro”, dice emocionada.

Viviana tomó una decisión similar. En ese momento vivía en Mar del Plata. Tras recibir el diagnóstico, volvió a su localidad: Santa Rosa de Calchines. En el centro encontró el lugar donde Santino podría crecer. “Llegó a los dos años sin caminar. Hoy, a los 12, camina solo, algo que parecía imposible”, afirma orgullosa.

Para Eugenia, la primera vez en el Vera Candioti también fue reveladora. “Pasó de estar completamente postrado a moverse en un año y medio de terapia. Hoy, Lucas camina, juega y aprende con una energía increíble”, cuenta con lágrimas en los ojos.

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 El Centro Infantil de Rehabilitación Vera Candioti está ubicado en la costanera santafesina.

El Centro Infantil de Rehabilitación Vera Candioti está ubicado en la costanera santafesina.

Marisol, en cambio, supo del centro cuando una paciente del hospital donde trabaja le habló de él. Gael tenía un año y medio cuando empezamos aquí. En dos años, los avances han sido enormes. Hoy come solo, intenta pararse y está lleno de vida.”

El valor del amor y la constancia

Cada una de estas madres sabe que la lucha diaria no es fácil. Viviana recuerda las horas interminables de terapia y los viajes constantes al centro. “Antes veníamos cuatro veces por semana. Ahora son dos, pero nunca faltamos, salvo por salud. Verlo caminar vale todo el esfuerzo.”

Marisol, que combina su trabajo de enfermera con el cuidado de Gael, reconoce el apoyo de su familia: “Mis papás me ayudan mucho. Si no puedo llevarlo, ellos lo traen. Es un esfuerzo, pero cuando lo veo avanzar, todo cobra sentido.”

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Marisol, que combina su trabajo de enfermera con el cuidado de Gael, reconoce el apoyo de su familia.

Marisol, que combina su trabajo de enfermera con el cuidado de Gael, reconoce el apoyo de su familia.

Para Eugenia, que sufre una doble hernia de malla desde el embarazo de Lucas, el desafío físico y emocional es constante. A veces siento que no puedo más. Pero nuestros hijos nos dan la fuerza. Si ellos no se rinden, ¿cómo lo vamos a hacer nosotras?”

En los pasillos del CIR, los lazos entre madres también son un sostén. Viviana lo describe con ternura: “Nos juntamos, compartimos mate, lloramos y nos escuchamos. Cada mamá trae su historia y su lucha, y juntas aprendemos a ser más fuertes.”

Pequeños logros, grandes victorias

Cada logro es celebrado como un triunfo. Tiago, a quien los médicos sentenciaron a una vida de limitaciones, hoy lee, suma, resta y asiste a la escuela como cualquier niño de su edad. “Verlo así es un orgullo. Les digo a otras madres que no se queden quietas. Todo es posible con amor y esfuerzo”, sostiene Cintia.

Santino, quien comenzó terapia a los dos años, ahora camina por sus propios medios. “Cada paso que da es el regalo más grande que la vida me dio”, expresa Viviana, con lágrimas de emoción.

Lucas, por su parte, pasó de estar postrado a moverse, caminar y aprender. Gracias al Vera Candioti, mi hijo tiene un futuro. No hay palabras para agradecer lo que hicieron por nosotros”, dice Eugenia.

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Viviana vivía en Mar del Plata cuando nació su hijo, decidió volver a su localidad en Santa Rosa de Calchines. En el centro encontró el lugar donde Santino podría crecer.

Viviana vivía en Mar del Plata cuando nació su hijo, decidió volver a su localidad en Santa Rosa de Calchines. En el centro encontró el lugar donde Santino podría crecer.

Gael, con solo cuatro años, sorprende a su madre cada día. “Todavía no habla del todo, pero me llama a mí y a su abuela. Esa mirada llena de vida dice más que mil palabras”, relata Marisol.

Un mensaje de esperanza

En cada una de estas historias, el mensaje es claro: no rendirse nunca. Cintia, Viviana, Eugenia y Marisol coinciden en que el camino es difícil, pero también está lleno de posibilidades. “Si algo no funciona, busquen otra opinión. Nunca se queden con el primer diagnóstico. Nuestros hijos pueden más de lo que creen”, afirma Viviana.

El Centro Infantil de Rehabilitación Vera Candioti es mucho más que un espacio de terapias; es un lugar donde se reconstruyen vidas y renace la esperanza. Allí, cada niño que logra pararse, caminar o hablar es testimonio de que, con amor, fe y el apoyo adecuado, lo imposible se vuelve realidad.

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"Pasó de estar completamente postrado a moverse en un año y medio de terapia. Hoy, Lucas camina, juega y aprende con una energía increíble”, cuenta Eugenia.

Como dice Marisol, “Cada día es agotador, pero cuando veo a Gael intentar pararse, todo tiene sentido. Esto es solo el comienzo de lo que él puede lograr.”

En estos pasillos, donde tantas madres luchan junto a sus hijos desafiando los pronósticos, el milagro de la esperanza se renueva día tras día.

Embed - El Centro Infantil de Rehabilitación Vera Candioti, un faro de integración en la Costanera