El miércoles pasado circuló fuertemente en la red social X (ex Twitter), la preferida del mundillo politizado, la versión de que finalmente en la provincia del Chaco sería necesario un balotaje, para lo cual habría que esperar los resultados del escrutinio definitivo.
El rumor, que se reveló luego endeble, se originó en una errónea lectura de la Constitución de esa provincia, que a la vez permite poner atención en un aspecto poco observado de cara a las elecciones presidenciales del 22 de octubre: el cálculo de los porcentajes obtenidos por cada fuerza política se hace sobre universos de votantes distintos en las PASO y las generales.
La explicación puede ser engorrosa, pero es central para analizar la eventualidad de un triunfo en primera vuelta de alguno de los candidatos en pugna. Los guarismos de las PASO ya son conocidos casi de memoria: La Libertad Avanza, con Javier Milei sin disputar internas, obtuvo el 29,86%; Juntos por el Cambio llegó al 28% con la sumatoria de Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta; Unión por la Patria, con Sergio Massa y Juan Grabois, se llevó el 27,28%.
Estos porcentajes están calculados sobre los votos válidos emitidos. Eso significa que se cuentan todas las voluntades recibidas por el conjunto de las fuerzas políticas más los sufragios en blanco. Quedan afuera los votos nulos, es decir, el sobre con la feta de salame, para poner un ejemplo clásico.
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Ese cálculo no es caprichoso. Es la ley de creación de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) la que establece, en su artículo 45, que podrán participar en la elección “para la categoría de presidente y vicepresidente y parlamentarios del Mercosur por distrito nacional” aquellos que hayan obtenido “el uno y medio por ciento (1,5%) de los votos válidamente emitidos en todo el territorio nacional”.
En cambio, para la competencia del 22 de octubre, entra en vigencia lo establecido por la Constitución Nacional, que en su artículo 97 dispone que “cuando la fórmula que resultare más votada en la primera vuelta, hubiere obtenido más del cuarenta y cinco por ciento (45%) de los votos afirmativos válidamente emitidos, sus integrantes serán proclamados como presidente y vicepresidente de la Nación”, mientras que en artículo 98 ordena que “cuando la fórmula que resultare más votada en la primera vuelta hubiere obtenido el cuarenta por ciento (40%) por lo menos de los votos afirmativos válidamente emitidos y, además, existiere una diferencia mayor de diez (10) puntos porcentuales respecto del total de los votos afirmativos válidamente emitidos sobre la fórmula que le sigue en número de votos, sus integrantes serán proclamados como presidente y vicepresidente de la Nación”. En criollo: no entran en el cálculo los sufragios en blanco.
En cifras concretas se observa con claridad la diferencia. Para la elección general, Milei no parte del 29,86% sino del 31,6%, al tratarse de un universo más pequeño, ya que los votos en blanco no cuentan. Es decir que, siempre según los resultados del 13 de agosto, no tiene que sumar 10,14% de los sufragios sino el 8,4% para llegar a los 40 puntos del umbral inicial para ganar en primera vuelta.
Se pone el ejemplo del libertario porque es el único de los principales contendientes que no disputó internas y, según analistas y consultores de diversa adscripción política, es hoy quien tiene más chances de gambetear el balotaje.
Este elemento de relevancia mayúscula determina también que, a mayor voto en blanco, menor es la cantidad de voluntades necesarias para acumular puntos porcentuales y eventualmente producir un cierre definitivo de la elección ya en primera vuelta. Y viceversa. Definitivamente, el voto en blanco no es neutro.
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