Esta semana se conoció un informe del Centro de Estudios Sociales Scalabrini Ortiz, que dirige el economista heterodoxo Andrés Asiaín, que se nomina con una pregunta clave para al gobierno nacional y todes les argentines: ¿Se puede evitar una devaluación (brusca)?
Clave para Wado De Pedro, Daniel Scioli, Agustín Rossi, Juan Grabois, Claudio Lozano y Sergio Massa (que acaba de lograr lo necesario para rubricar sus aspiraciones), es decir cualquiera de los precandidatos del Frente de Todos, porque los de Juntos por el Cambio y la PyMes electorales que juntan los votos que se desgranan por derecha, desde 2020, están fuera de todo pacto democrático y así como promovieron contagios y muertes por Covid y boicotearon la campaña de inmunización, también impulsan una devaluación de dos dígitos pero de los grandes, que termine de hacerles el “trabajo sucio” del que hablara Alfonso Prat Gay en el Consejo de las Américas en 2016.
El ministro Sergio Massa sabe que la ampliación de divisas de libre disponibilidad del Swap con China no resuelve el dilema, pero cambia el escenario favorablemente. Para empezar a responder la pregunta, reporteamos a Federico Zyrulnik (CESO) y a Emanuel Álvarez Agis (PxQ), dos referentes de un centro de estudios y una consultora que se sitúan en posiciones diferentes respecto del espectro político, financiero y empresarial que negocian y disputan en un año clave.
Zyrulnik afirma que “según mis cálculos, hay 4 mil y pico de millones de dólares que alcanzarían para pagar los vencimientos de junio y julio y entiendo también que no habrá problemas para renegociar la meta de déficit fiscal con el FMI (dado el tema de la sequía). Tampoco creo que el Fondo ahogue a la Argentina con los desembolsos anticipados que pide Massa, el tema es qué va a pedir a cambio y ahí viene lo del informe: nosotros creemos, en principio, que va a exigir una devaluación importante, no el crawling peg (devaluación progresiva y controlada por el BCRA) que la va soltando por debajo de la inflación”.
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Si todo sale bien, el economista de CESO augura “una relativa estabilidad, no soluciones ni de fondo ni de largo plazo, pero que permitiría llegar a octubre competitivos y con un número aceptable dada la inercia inflacionaria con la que venimos”.
Consultado sobre las explosivas declaraciones de Alejandro Werner (un argentino exiliado en México durante la última dictadura, hoy miembro del Departamento del FMI para el Hemisferio Occidental), acerca de un año con dos dígitos de inflación para el último semestre, Zyrulnik hace pie en el 8,4% de abril: “Con los aumentos ya producidos en combustibles, tarifas de servicios públicos y privados, lo esperable para el dato de mayo es una inflación del 9% y más, estamos a nada de los dos dígitos de los que habla Werner”.
Álvarez Agis, a quien el presidente consulta menos seguido que hasta la salida de Martín Guzmán, afirma que “no es tan relevante responder a esa pregunta (si con los dólares disponibles se puede evitar devaluar) porque sería prolongar una agonía que –si querés ganar en octubre– deberías cortar con una bomba, a una inflación por encima del 100% no podés tirarle con cosas chiquitas, y una bomba es un plan de estabilización bien hecho y cuyo objetivo no sea bajar la inflación simplemente, sino bajarla para que suba el salario”.
“Hay que cortarla con esto de festejar o sacar titulares con que el gremio tal cerró una paritaria del 140%, eso hace rato que no sirve más; hay que quitarse el miedo y devaluar, subir retenciones y subir el salario por encima de lo que devaluás, cualquier otra cosa se parece a entregarse sin pelear”, agrega Agis sin medias tintas.
La emergencia de un plan de estabilización que incluya una suma fija que eleve el piso salarial por encima de los otros precios relativos de la economía para cortar la inercia inflacionaria que nos lleva sin remedio a una inflación mensual del 15% (por no alarmar ni recalentar el increase for doubt, es decir un “aumento por las dudas”), es un punto compartido desde hace meses por Agis y el director del CESO, Andrés Asiaín.
¿Y la salida china? ¿Y la expectativa sembrada por un puñado de medios de que China preste lo que Estados Unidos retacea? Zyrulnik no cree que China pueda aportar las divisas para afrontar los pagos con el FMI en un año donde los desembolsos son menores a las obligaciones: “Lo que puede pasar es que China amplíe el margen de 5.000 millones de dólares del Swap de 19.000 millones de dólares para libre disponibilidad, para pagar importaciones e intervenir en el mercado cambiario, pero la deuda con el FMI solo se puede afrontar con el adelanto que Massa aún espera”.
Nota de coyuntura: Sergio Massa acordó con Dilma Rouseff promover el ingreso de Argentina al BRICS para obtener financiamiento para obras de infraestructura y asistencia monetaria a través del Nuevo Banco de Desarrollo que conduce la ex mandataria brasileña.
Cabe señalar que formar parte del BRICS pone en disponibilidad créditos por hasta 30.000 millones de dólares para países miembro. Con representantes de la Cancillería y el Eximbank, acordó ampliar el uso del Swap de monedas hasta 10.000 millones de dólares para intervenir el mercado cambiario y apagar cualquier corrida. Massa le mete presión a los Estados Unidos y al FMI (que son la misma cosa), ¿Massa más candidato que nunca?
También se acordó la ejecución de proyectos destinados a potenciar inversiones en litio y exploración hidrocarburífera y mejorar la transitabilidad de esas materias primas hacia los puertos argentinos de ultramar y, por ende, hacia China, un intercambio lógico con un país demandante de materias primas con el que tenemos una balanza comercial deficitaria por 8.000 millones de dólares.
“Yo creo que todos los esfuerzos tienen que apuntar a sostener el nivel de actividad, que si miramos el EMAE (Estimador Mensual de Actividad Económica) de marzo se observa algo desparejo de acuerdo a la rama que mires, pero sigue siendo alentador”. Consultado sobre el freno de la obra pública en provincias como Santa Fe, donde el ritmo decrece abruptamente por las dificultades de financiamiento –y que impacta en la campaña de los precandidatos locales–, Zyrulnik cree que “un crecimiento del 0,1% para el último mes implica un freno si tomamos en cuenta la progresión de 2022, pero no estamos decreciendo y dado el contexto actual, es una buena noticia”.
Álvarez Agis hace culto de la diferencia en los análisis dominantes para decir que “la inflación, el empleo, los niveles de actividad, el modelo de desarrollo, en general, están atrapados en la grieta y esa es la principal restricción, soy pesimista por esta imposibilidad de acordar –incluso hacia adentro de los dos frentes mayoritarios– un conjunto de herramientas para resolver esto, pero en serio”.
“Hay señales alentadoras para el año 2023 –sigue Agis–, con el gasoducto, vamos a ahorrar unos 2.000 millones de dólares y más, y cuando combinemos esto con un oleoducto quizás unos 8.000 millones de dólares, el tema es llegar a marzo del año que viene y luego no despilfarrar esos dólares para fortalecer la posición del gobierno, no del gobierno que sea sino del que esté de acuerdo con ganar independencia política y económica”.
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Zyrulnik acuerda con que “el 2023 va a ser tan distinto que el que gane en octubre podrá generar las condiciones para un ciclo largo en el gobierno, de más de cuatro años seguramente” y ya desde una posición menos “neutral” o empresaria que Agis define que “el tema es ganar en octubre y hacer consciente al electorado de que esas mejoras también fueron fruto de una gestión (del Frente de Todos) a la que le pasaron una pandemia, una guerra y una sequía histórica, pero cuyo fracaso es producto de las internas del oficialismo, donde no hay unidad sobre ningún tema fundamental”. Y define: “Si no están claras las causas de los problemas las soluciones tampoco van a ser efectivas, y cada uno tiene una idea diferente sobre eso”.
Para concluir y acompañar los testimonios: descontar los imprevistos (pandemia, guerra, sequía y la falta de un proyecto y mecanismos de gestión consensuados) es un esfuerzo que bien pueden hacer analistas políticos, militantes solventes y funcionarios con la vida más o menos resuelta, con capacidad para sobreponerse a la sobrevivencia diaria; pero para recuperar desencantades o debutantes habrá que superar la “era del unicornio azul”, es decir, la del “consenso con la oposición”, la del “el peor de los nuestros es preferible al mejor de ellos” y entender que para enamorar hay que desafiar y para gobernar no se puede pedir permiso a cada paso, ni empatar con decisiones contradictorias.
Nadie va a votar segundas marcas, moderación, ni excusas.
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