Cosas notables están pasando. El aumento incesante de los precios produjo una transferencia de recursos del trabajo hacia el capital que fijó el reparto del valor agregado bruto nacional en 56,6% para los empresarios y en 33% para los trabajadores (los otros dos componentes del valor agregado son ingresos mixtos e impuestos y subsidios, que suman la diferencia). En el Coloquio de IDEA se pidió por una vuelta al 50/50. Los empresarios saben que es preferible perder dinero y no poder.
Mientras la central obrera histórica que se pretende columna vertebral del peronismo unificado y es soporte principal del presidente, viene frenando desde hace seis meses un bono o suma fija para recomponer ingresos, el presidente del principal lobby empresarial argentino dice que “el 50/50 en reparto de la torta es el modelo”. ¿Distinta suerte correrían les trabajadores argentines si el secretario General de la CGT fuese Daniel Herrero y Héctor Daer el presidente de IDEA o de la UIA?
Asumiendo que básicamente estamos hablando de dos empresarios, pareciera que sí, que habría mejores chances de arribar al esquema distributivo que Juan Domingo Perón etiquetó en un discurso de 1973 al decir que “el gobierno se ocupará que la ganancia sea distribuida con justicia entre todos los que la producen, sin colateralismo y sin ninguna ficción: fifty-fifty, como dicen, mitad y mitad”.
He aquí otro hecho impactante, en proceso: que durante un gobierno peronista –en el que encorsetada, atrapada o condicionada, también está Cristina Kirchner– la participación de la remuneración del trabajo asalariado en el reparto de la riqueza producida (por los trabajadores) se desplomó un 5,2% en un trimestre, al pasar de 38,2% en el primero a 33% en el segundo. Como contrapartida que el llamado excedente de explotación o saldo contable de los empresarios aumentó 8,8% para pasar del 47,8% del primer trimestre 2022 (frisando el 50) al 56,6%, cerca del reparto 60/40 que dijimos pretendía estabilizar o congelar buena parte del empresariado, excluido el citado Herrero.
La caída de la participación de los asalariados en un trimestre fue incluso superior a cualquiera que se hubiese dado desde 2001 hasta la actualidad, considerando un lapso de un año, incluso el peor de todos. Y es un hito para un gobierno peronista, que lo acerca mucho más a la desigualdad que dejó la última gestión de Carlos Menem (similar a la de la híper inflación de Alfonsín), cuando según el INDEC el decil más rico de la población ganaba 25 veces más que el décimo más pobre y el quinto más rico de la población se quedaba con el 53% del ingreso. Por aquel entonces se verificaba un proceso similar –nunca igual, la historia tiene persistencias no repeticiones calcadas– al que padece el Frente de Todos: la desigualdad aumentaba mientras crecía el empleo, pero el empleo precario, en negro y mal pago y se trataba –no de una caída súbita o sucedáneo del Efecto Tequila– sino de una tendencia estructural del modelo, que utilizaba los salarios de trabajadores registrados y no registrados como ancla inflacionaria, de una inflación que de todos modos se espiralizaba carcomiendo el poder adquisitivo de los salarios.
Más allá de la referencia recurrente a la distribución que el macrismo heredó de Cristina Kirchner en 2015, en la que el trabajo capturaba el 51,8% de las riquezas, el otro dato significativo es que desde que se inició la caída de la participación de los trabajadores en el reparto (2016 a 2021), el retroceso acumula un 13%, equivalentes a u$s 70.000 millones o su equivalente en moneda “blanda”, unos $7,7 billones de pesos. Para ponerlo en los términos del slogan del último coloquio de IDEA, los trabajadores ya cedieron, como pocas veces en la historia económica y social argentina y en el marco de un gobierno peronista, ahora les toca a los empresarios contribuir para intentar estabilizar un nuevo ciclo de crecimiento económico con justicia social.
La necesidad de un observatorio de la riqueza
Muchas veces hemos hablado acerca de la – indispensable para diseñar políticas púbicas - sobre tematización de la pobreza; cuántos son, adónde viven, cuántos hijos tienen, qué comen, cómo votan. Una fijación que produce centenares de estudios estadísticos cuali y cuantitativos, libros, papers académicos y declaraciones de coyuntura en un país que vive en clave electoral y releva aglomerados y agrupamientos de consumidores de ofertas políticas. El “Observatorio Nacional de la Riqueza” viene demorado, ya tiene un par de intentos dispersos y por suerte un reciente informe de CEPA (Centro de Economía Política Argentina), para enriquecer los datos sobre la distribución del ingreso publicados por el INDEC.
Allí se exponen no solo el incremento descomunal de rentabilidad de las 500 empresas más importantes del país, sino también el contraste entre sus preferencias políticas y los modelos anti estatistas que impulsan y la realidad de sus propios balances contables. Es así que durante el período 2012-2015 (el que gobernaba el kirchnerismo, ese hecho maldito de la república unida de la soja) facturaron un promedio de u$s 258.767 millones por año, mientras que entre 2016-2019 (la fase blanda de un macrismo que ser promete mucho más duro y abrasivo desde 2023) el promedio anual descendió hasta los u$s 221.901 millones.
El economista polaco Michel Kalecki, en su texto “Aspectos políticos del pleno empleo” (1943), describía cómo la baja desocupación y la mejora en los salarios – eso que Daniel Herrero asocia al pleno empleo y el reparto igualitario de la riqueza nacional - iba en desmedro del poder relativo de los empleadores y su consolidación como actores capaces de apropiarse de excedentes sin límites ni regulaciones “incómodas”. Lo que los hace preferir incluso gobiernos en los que ganan menos, pero siguen ganando, incluso cuando la economía del país donde operan, más allá del tamaño y radicación de sus estructuras offshore no crece. Gobiernos en los que sus empresas se desvalorizan en dólares, pero que destruyen el empleo, concentran el tejido industrial y el peso específico de los sindicatos. La traducción doméstica es que prefieren a Larreta o Massa (capaces de ejecutar partituras similares sin afectaciones por variación de marca), en vez de Cristina o a cualquier peronista de centro izquierda, que les permita ganar más dinero, pero resienta esa máxima que indica que “cuando hay resto para soportarlo, es preferible perder dinero y no poder”.
Ya era una decisión tomada hace meses, pero ante el contenido y el tono de “Para qué”, el mismísimo Paolo Rocca le manifestó al expresidente que para 2023 barajan otras opciones.
¿Macri? El cúmulo de amenazas sistematizado en el capítulo 25 de su flamante libro “Para qué”, no cayó bien en IDEA, nadie las elogió ni las incluyó en el decálogo inalterable de reclamos y propuestas, ya condensadas en el Libro Blanco de UIA. Descartan a Alberto hace rato, saben que no conduce sino a un grupo concentradísimo de funcionarios, sindicatos y movimientos sociales (que de todos modos demostraron una gran plasticidad para negociar incluso con Macri), pero no olvidan el fracaso estruendoso de quien sí conduce su propio espacio, pero no parece haber sacado las conclusiones correctas de su derrota. “Ya hablamos con él, Daniel (Funes de Rioja) ya le hizo saber cuál es nuestro proyecto y quiénes podrían ayudarnos a concretarlo”, deslizó a AIRE uno de los directores de UIA, presente en el coloquio IDEA.
Tampoco los entusiasma el método extorsivo con el que Mauricio sostiene su hegemonía y poder de veto dentro de la coalición opositora y el círculo rojo que financia a Juntos por el Cambio: las “carpetas” físicas y electrónicas que alimentaron los servicios de inteligencia de CABA y la AFI, y que incluyen a varios empresarios notables. El mismísimo Paolo Rocca ya se lo manifestó al expresidente y asegura a sus pares que Macri no es opción para 2023.
Lo que no mejora las chances electorales del FDT, porque es cierto que “contra Macri estaríamos mejor” pero fundamentalmente - y sin importar quién sean los candidatos propios y ajenos - porque con esta distribución del ingreso, perjudicial para su base electoral tradicional, se mancha un aforismo que asentado en datos concretos hoy es posteo, pared, remera, bandera y vincha: aquello de que “los mejores días fueron, son y serán peronistas”.
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