La ciudad de Rosario, exhibió postales casi nunca vistas, excepto en épocas de pandemia, iniciada en marzo de 2020. Es que el recrudecimiento de la violencia vinculada al narcotráfico – que, en solo una semana, se cobró la vida de cuatro personas- generó el efecto buscado por las bandas criminales: sembrar terror en la ciudadanía.
Debido al asesinato de dos taxistas y un colectivero, en Rosario no se prestan los servicios de taxis, colectivos, troles y, por la noche, tampoco se hace la recolección de residuos. Además, se restringió la atención en las estaciones de servicio, tras el asesinato de un playero.
Por el temor al ataque a docentes o alumnos, tampoco se dictan clases en las escuelas públicas y privadas.
Incluso, este domingo se llevó a cabo un cacerolazo, que fue casi testimonial, por la escasa convocatoria. La naturalización de una violencia que puede transformar a cualquiera en víctima.
Por las redes sociales comenzó a circular durante la tarde del domingo la convocatoria a un cacerolazo y a un apagón, también bajo el lema "Rosario sangra". El ruido fue mayor que la convocatoria presencial en el Monumento a la Bandera. Batir la cacerola desde un balcón o desde una ventana es más seguro que ir a una marcha en la que nadie tiene certeza qué puede pasar.
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Nunca se vivió en Rosario una situación similar, a pesar de que los rosarinos están curtidos frente a un problema endémico que supera una década.
Este fin de semana la ciudad pareció apagarse por ese miedo que no era fantasmagórico, sino real.
El miércoles y jueves hubo paro de taxis, tras el crimen de los dos choferes, Héctor Raúl Figueroa, de 43 años, y Diego Alejando Celentano, de 33, en los que se usó el mismo tipo de munición, con la inscripción de la Policía de Santa Fe, y la misma arma. El jueves comenzó una huelga del transporte público, que seguirá hasta el lunes, luego de que el chofer de la línea K Marcos Daloia, de 39 años, fuera atacado a balazos y herido de un disparo en la cabeza. Este domingo falleció en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca). El sábado a la medianoche fue asesinado el empleado de una estación de servicio, Bruno Bussanich, de 25 años.
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