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Chucky Monedita: la historia de uno de los sicarios más pesados de Rosario que trabaja para quien más le paga

Alejandro Núñez está acusado de planear a principios de marzo los crímenes de los cuatro trabajadores elegidos al azar. Manejaba una red de búnkeres y mataba por dinero.

Chuky Monedita, como se lo conoce en el ambiente del hampa a Alejandro Núñez, condenado por homicidio en 2015, desarrollaba una paleta de actividades delictivas desde la prisión: manejaba el negocio de una red de búnkeres que atendía, sin restricciones horarias, un grupo de mujeres –a las que llamaban “las bunkeras”–, ordenaba la usurpación de casas para convertirlas en puntos de venta de drogas, y planeaba ataques sicarios, cuyas tareas de inteligencia llevaba adelante un taxista.

En abril pasado, este hombre, oriundo del barrio La Tablada, en la zona sur de Rosario, fue acusado de ser uno de los que planeó desde el penal de Piñero, junto con su pareja Brenda Pared, los cuatro asesinatos que llevaron adelante menores de edad, que conmocionaron a Rosario a principios de marzo.

Este miércoles Chucky acordó un juicio abreviado en el que le impusieron una pena de 9 años de cárcel como jefe de una asociación ilícita agravada por la participación de menores de edad. La condena fue homologada por la jueza Valeria Pedrana, y se unifica con una anterior por homicidio en un total 24 años y medio de prisión.

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“El grupo procuró ocupar y dominar sectores y barrios de la ciudad de Rosario y excluir de allí a bandas antagónicas con el fin de obtener beneficios económicos producto de diversas actividades ilícitas”, según las imputaciones.

Uno de los crímenes que planeó este Chucky Monedita fue el de Carlos Argüelles, testigo clave en el juicio contra Alvarado.

Cuándo comenzó la investigación

La investigación se inició en octubre de 2020, cuando fue detenido Jonatan Ribles, el jefe de los sicarios de la banda, con dos pistolas 9 mm y una moto con pedido de secuestro. El peritaje informático del celular de Ribles fue clave para avanzar sobre la estructura de la organización liderada por Chucky Monedita desde el pabellón Nº4 del penal de Piñero.

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Demolieron búnkeres del narco que organizó los crímenes de los trabajadores en marzo.

Demolieron búnkeres del narco que organizó los crímenes de los trabajadores en marzo.

Allí tenía como compañero a Mauricio Laferrara, otro sicario, pero de la banda que encabeza Esteban Alvarado, el principal rival de la banda de Los Monos en el mapa narco de Rosario, que luego fue trasladado al penal de Devoto, de donde se escapó escondido en un tacho de basura el año pasado.

Laferrara estaba preso por cinco asesinatos. Fue imputado por el triple crimen en 16 de abril del de 2018 de Gerardo Abregú, Ezequiel Fernández y José Fernández, que fueron acribillados dentro de un auto en Granadero Baigorria. También fue acusado de haber participado del secuestro de Cristian Enrique, de 22 años, quien luego apareció muerto el 10 de noviembre de 2018, y del crimen del prestamista Lucio Maldonado, asesinado un día después, por orden de Alvarado.

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Por todo el historial que Laferrara carga sobre sus espaldas, los investigadores creen que uno de los blancos que Chuky Monedita tenía agendado era el de Argüelles, a quien Caníbal le habría encargado el homicidio. Debían matar al mecánico y examigo de Alvarado Argüelles antes de que declarara en la causa contra el jefe narco.

Matar a Argüelles no parecía una tarea sencilla, porque debido a su condición de testigo protegido contaba con una custodia policial. Según la investigación, el encargado de planear el crimen de Argüelles era Ribles, que contaba con la “ayuda” del taxista Jorge Ojeda para realizar las tareas de inteligencia. El joven usaba ropa de la Empresa Provincial de Energía y de Aguas Provinciales, para evitar ser descubierto cuando hacía los seguimientos a las víctimas, según describieron los fiscales en la audiencia.

Ribles y Ojeda siguieron los pasos del “blanco” durante varios días. El taxista le enviaba por Whatsapp cómo se movía el mecánico al que debían matar. “Dos veces tocó bocina. Le abrieron al toque (el portón) al viejo. Se ve que manda un mensaje antes”, describió Ojeda a Ribles en un mensaje que le envió a su celular.

Desde la cárcel, Chuky Monedita debía apurar al sicario para que actuara. Lo presionaba para que llevara adelante el atentado, pero Ribles no encontraba el momento apropiado para matarlo. Una complicación era la custodia policial.

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Se actuaba desde el pabellón Nº4 del penal de Piñero.

Se actuaba desde el pabellón Nº4 del penal de Piñero.

Cansado de las ideas y vueltas, desde el pabellón Nº4 del penal de Piñero, el jefe de la banda le ordenó a Ribles: “Andá a ver al tachero y seguilo. Andá y ponelo de cheto. No le podés errar”. El 28 de octubre a las 14.29, Ribles admitió que volvió perder a la víctima. A Argüelles no lograron asesinarlo, porque el ataque falló. En enero pasado, cinco días antes de declarar, el mecánico fue blanco de una emboscada cuando se trasladaba con su familia en una Ford Ecosport. Le dispararon desde una moto y una camioneta Peugeot Partner, pero salió ileso.

“Es la tercera vez que me amenazan o bien me entero que van a matarme. Cuando tomé la decisión de declarar, en el futuro juicio a Alvarado, sabía a lo que me arriesgaba; pero creo que es un acto justo declarar y que Dios me protege”, admitió el mecánico antes de morir.

A la par de las misiones de sicariato, Chucky maneja el negocio de los búnkeres ubicados en distintas zonas de Rosario, que atiende un grupo de mujeres, a las que llaman las “bunkeras”, cuya coordinación está a cargo de Tamara Muñoz, apodada La Mona. La novia de Ribles, Florencia Aguirre, forma parte de este grupo de mujeres que cumple horarios y se reparte los turnos de atención de los lugares de venta de drogas. Los puestos de venta, según se desprende de la investigación, funcionan desde la mañana hasta la madrugada, sin restricciones horarias.

Ribles contaba con la ayuda de otros miembros de la banda, como Abel Bertoni, Marcelo Sánchez –quien se encuentra prófugo- y Nahuel Riveros. Estos jóvenes conforman el grupo de sicarios que Ribles utiliza cuando recibe las órdenes de Chuky desde la cárcel, para ejecutar a alguna persona.