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La bitácora | Humor |

Pescadores de río seco

Y un día volvieron. Se reencontraron con una pasión que ellos bancan hoy en las malas, sin la fuerza de esa corriente de agua que caracteriza nuestro hermoso litoral. Pero que, como a ese amor de la vida, a pesar de los años y las desventuras, siempre van a querer. Y nosotras, mujeres, disfrutemos la paz y volvamos a gozar de sus beneficios.

La pesca. Busquemos en Wikipedia sobre eso que tanto le gusta practicar al hombre promedio en las tierras de Garay. “La pesca deportiva es la actividad que se realiza por ocio o competencia y que consiste en extraer peces del agua. El motivo es lúdico principalmente, aunque hay diversos tipos de competencias...”, la primera contra uno mismo claro, en el desafío de no volver con las manos vacías. Y el segundo, contra el compañero de lancha, que además de confidente religioso de anécdotas incorroborables y frustraciones cotidianas, pasa a ser ese otro al que hay que refregar el pescado en la cara, con quien todo remonta a lo básico: competir por el tamaño, peso o cantidad para lograr la categoría de macho proveedor en la cadena alimentaria. Lo de “extraer peces del agua” es un factor clave de la actividad que me hizo dudar de la ansiedad de todos por el levantamiento de estas restricciones al pensar de que agua o fuentón los van a sacar.

Pero para ser absolutamente sinceros, extrañaba ese ritual manipulador y culposo de la pareja horas antes de irse al rio con rumbo desconocido. Esa sucesión de actos para nada desinteresados y muy amables, que se sucedían antes del “gorda, ¿me voy a pescar... vos tenés planes?”, al que inmediatamente yo respondía (¡bueh, respondíamos... vamos chicas!) “- deja, veo como me arreglo-”, ganando con ello el poder librarnos de una serie de tareas que saben que odiamos y que harán sin chistar para dejarnos felices, y desaparecer en la isla hasta que se ponga el sol.

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No importó la falta de agua, ni la ausencia de ese río que se cansó en la espera de la cuarentena.

No importó la falta de agua, ni la ausencia de ese río que se cansó en la espera de la cuarentena.

El regreso de los chicos a la presencialidad, la llegada de las vacunas y la habilitación de la pesca deportiva, fueron los tópicos que sin dudas encabezaron la lista de preguntas, que recurrentemente, con insistencia e igual preocupación, recibí en las últimas semanas. - Che... ¿Se sabe algo de la pesca? -", "-Por qué no permiten ir a pescar si estar al aire libre no hace nada-?, “- Noooo! ¿Me vacunan el sábado, podré ir a pescar después o me vacuno el lunes? -, “- Pero cómo nos vamos a contagiar si somos tres en la lancha y los otros cinco nos encontramos en la isla-”. De todo se escuchó decir estos días previos al anuncio del nuevo decreto que celebró como el gol de Maradona a los ingleses. El “- lo dijo Mino recién en Aire de Santa Fe-” podría haber sido tendencia si contamos en la cantidad de grupos de wasap en los que se comentó la noticia. Es que la vigilia por la espera del sí oficial se vivió como esas historias de amores prohibidos, separados trágicamente hasta que la vida, no sin antes haber sufrido la distancia, los vuelve a encontrar.

Toda referencia a río, playa, lancha, canoa, bote, gomón, anzuelo, morena, tripero, lombriz, carnada implicaba un “uhhh, las ganas de ir a pescar”, porque si sos familiar de un pescador, seguro no escuchaste otra cosa en estos días. Mil cuestionamientos por la prohibición de agarrar la caña, la conservadora y repetir el ritual semanal, quincenal o cuando sea, de encontrarse el hombre consigo mismo, en su forma más primitiva. O algo así.

Sin ir más lejos, fui testigo de escenas de desgarradora intensidad al escuchar a marido reaccionar ante la palabra “línea de fondo”. La frase hacía referencia a la defensa de Colon en el partido contra Racing en el que salimos campeones, aunque él, con un suspiro continuó con un rosario que rezaba “línea de fondo, boyas de carnada, plomadas, aparejos, cebos, señuelos, sedal”. Hasta le compré una caja para los anzuelos en su cumpleaños, con el “ok” de sus compañeros de lancha, acto por el que casi me merezco la tapa de la revista Weekend.

Cuentan por ahí que en la bajada de Sauce Viejo se escuchó decir “- esto debe haber sentido Alfonsín con el regreso a la democracia”- frase sobre lo que no voy a emitir ningún comentario. Mientras que otro más se animó a contar “ni comimos de las ganas de pescar que teníamos”, cosa que no goza de ninguna credibilidad.

Y por eso todo fue felicidad. No importó la falta de agua, ni la ausencia de ese río que se cansó en la espera de la cuarentena. Pescadores sin agua casi que sea testigo de sus victorias y fracasos, cuyo silencio, es el valor más fiel de esa incondicionalidad. Ellos volvieron, y otra vez regresó el olor a rancio y a pescado inundando la casa y el lavarropas, mientras nosotras muchachas, las que entendimos el juego, tuvimos un día de paz para nosotras mismas. Pero ojo, que, de eso, no se enteren jamás.

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