Aunque muchos lo pasan por alto, secar la canilla con una esponja seca o un paño de microfibra después de usarla puede marcar la diferencia entre una grifería reluciente y una llena de manchas. Este pequeño hábito, que lleva menos de 10 segundos, es clave para mantener el brillo y prolongar la vida útil de las canillas, tanto en el baño como en la cocina.
Por qué es importante secar la canilla después de cada uso
Cuando el agua queda sobre la superficie de la canilla, se evapora y deja residuos minerales. Con el tiempo, esos restos se transforman en manchas blancas opacas, sarro incrustado y pérdida de brillo, incluso en canillas nuevas.
Pasar una esponja seca o un paño de microfibra elimina el agua antes de que eso ocurra, evitando uno de los problemas más comunes en el hogar.
Reduce la necesidad de limpiezas profundas y productos antisarro.
Prolonga la vida útil del cromado o acero.
Evita el sarro y las manchas difíciles de sacar.
¿Cuándo conviene hacerlo?
Lo ideal es secar la canilla después del último uso del día. Es un gesto rápido, pero que previene problemas que después pueden llevar mucho más tiempo y esfuerzo para solucionar.
Con este truco, tu canilla va a lucir siempre como nueva y vas a evitar el desgaste prematuro que genera el sarro. Un detalle mínimo, pero que hace una gran diferencia en el mantenimiento del hogar.