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Deportes Laureano Troncoso | Colón |

La historia de Laureano Troncoso: el pibe de Colón que gambeteó a la muerte

Goleador actual de la reserva de Chupete Marini, es una de las joyitas de Colón. Laureano Troncoso y una corta vida que vale la pena contarla.

Cuentan los que saben que había un chico de 7 años que jugaba al baby fútbol en Colón y que la gente iba a los partidos para verlo gambetear. Eran sus primeros pasos como jugador y a quienes lo vieron pisar la pelota en ese momento se les dibujaba una sonrisa de payaso en la cara.

Flaco, de tez morena y alargado, llevaba a cada cancha en la que le tocaba jugar el potrero en las venas. De barrio humilde y familia trabajadora. La historia de un pibe que solo le pasa por la cabeza jugar a la pelota. Un pibe que recibió el amor incondicional de su abuela que lo crió lleno de esperanzas. Un pibe que siendo pibe pasó por todas y hasta pudo morir en un hospital con una fractura que nunca supo que tenía. Ese pibe se llama Laureano Troncoso.

Sus nombres de pila es Natanael Laureano, aunque le gusta que lo llamen por su segundo nombre. Es de barrio la Gran China (Estanislao López). En ese mismo lugar, de pibe, lo llamaban "Nei", aunque él omite contar que es por qué sus amigos le decían que tiene cosas del astro brasilero Neymar.

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Comenzó a jugar en Los Canarios, un equipo de la Liga Santafesina, y en la escuelita de fútbol "Los Tigres". Un día lo vio Omar Pasculli, quien en ese momento captaba pibes para Colón y no dudó. Lo primero que hizo fue a hablar con los padres. Les pidió por favor la autorización para llevarlo a probar al club.

Actualmente es el goleador de la reserva de Colón con cuatro goles. Eligió como su gol más lindo hasta el momento el que hizo a River. Una mala salida del arquero "millonario" le quedó para su derecha y de emboquillada la colocó en el segundo palo. En el torneo de reserva pasado hizo cinco goles. Troncoso se refiere al momento que vive junto a sus compañeros de Colón. "Es un grupo lindo el que tenemos en el plantel, estamos todos unidos, tiramos todos para adelante y tenemos mucho compromiso, que es lo más lindo. Chupete Marini le da experiencia al grupo, ya que fue goleador y nos enseña mucho, más a nosotros los delanteros".

Al borde de la muerte

Una situación de su vida que parece estar ligada a la ficción por lo difícil de creer es que a los 10 años se fracturó un hueso de la pierna. Como no le dolía, hacía vida normal. No estaba enterado que tenía la tibia derecha rota. Así estuvo durante meses hasta que, durante sus vacaciones en Rosario, en la casa de su tía, se golpeó el dedo meñique del pie derecho en la pileta.

Eso originó que sintiera los primeros dolores. Cuando volvió a Santa Fe para comenzar con la pretemporada en Colón empezó a tener fiebre. Había momentos que su temperatura corporal superaba los 37 grados y por momentos estaba bien. Él contó lo que le había pasado en el pie.

Sin embargo, cuando los médicos comenzaron a examinarlo se dieron cuenta de que se trataba de otra cosa: tenía líquido en la rodilla. Rápidamente fue derivado al Hospital de Niños Orlando Alassia y lo internaron de urgencia. Allí comenzaría una historia que quedó grabada a fuego en su vida.

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Laureano Troncoso mano a mano con Adriel Driussi.

Laureano Troncoso mano a mano con Adriel Driussi.

Una radiografía en la pierna confirmó fractura de tibia. Lo intervinieron quirúrgicamente de la rodilla y, luego, trataron su fractura, con tan mala suerte que sufrió la infección de un virus intrahospitalario que complicó su cuadro clínico. Su vida corrió serio peligro. "Casi perdí la vida, fue algo feo", recuerda en pocas palabras mirando hacia abajo. Pasó una semana en coma. El tiempo de internación le llevó un año entero. "Vi como sufrió mi familia, lo mal que la pasó. Mis compañeros y los profes de inferiores estaban muy preocupados por mí. Eso me ayudó a salir adelante".

Cuando terminó la pesadilla en el hospital y tuvo el alta, pensó en dejar de jugar al fútbol. Estuvo entre cuatro y cinco meses sin siquiera mirar una pelota. Pero su pasión fue más fuerte. Un día decidió volver a jugar en Los Canarios y ya no paró más.