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Eusebio Marcilla, el inolvidable Caballero del Camino

Hoy se cumplen 69 años de la trágica desaparición del piloto juninense, que falleció en el cruce de las rutas provincial 70 y nacional 11, en Recreo, durante la V Vuelta de Santa Fe. En 1948 auxilió en Perú a Juan Manuel Fangio, quien se había accidentado durante el Gran Premio del Sur (la Buenos Aires-Caracas), y cuya victoria resignó al priorizar la vida del Chueco, a quien trasladó a un hospital y, cuando este quedó internado, retomó la carrera, en la que arribó segundo, a poco más de 12 minutos del ganador.

La V Vuelta de Santa Fe de Turismo Carretera, la 2ª fecha de la temporada 1953, se desarrolló entre el 14 y el 15 de marzo de ese año y fue organizada el Club Atlético Jorge Newbery, de Venado Tuerto, desde donde se largó y finalizó la prueba.

El sábado 14 se disputó la 1ª etapa, que se puso en marcha a las 7 (y cuya extensión era de 927 kilómetros) y, el Caballero del Camino, lideraba la competencia con su cupé Chevrolet negra N° 4. Transitaba por la ruta nacional 166 (que, desde 1979, es la actual ruta provincial 70) en sentido oeste-este, y había dejado atrás Rafaela y Esperanza. Faltaba poco para el cruce con la ruta nacional 11, donde giraría a la derecha –con rumbo al sur– y se dirigiría por la misma hacia esta capital, previo paso por el control de Las Flores, en el norte de la ciudad.

En ese tiempo, esta curva era amplia (“redonda”, en el argot de los pilotos) pero, en el último tramo, el radio de la misma se acortaba y se transformaba en un ángulo. El Caballero del Camino –que había ganado esta Vuelta el año anterior en el cual, además, había logrado el subcampeonato de la categoría, como escolta de Juan Gálvez–, venía volando y, muy poco antes de encarar la curva, la que tomaría casi al límite de la adherencia de su auto, notó que algo andaba terriblemente mal. Eran las 10.45.

“Veníamos realizando una excelente carrera. El coche respondía ampliamente. Unos 300 metros antes de llegar a la curva fatal, (él) puso un pie en el pedal del freno. Un poco preocupado, observé que el mismo se fue a la tabla, por lo que me di cuenta cabal de que los frenos no respondían. Íbamos a una velocidad de aproximadamente 178 km/h… De pronto, (él) se aferró al dominio del volante y procuró efectuar cambios. Escuchó unos ruidos raros en la caja, como si no engancharan y, ante la posibilidad de hacer un desastre con el público que esperaba el paso de los corredores, hizo un viraje en forma magistral…”, recordaría poco después Miguel Salem, su acompañante.

Pero, por la elevada velocidad, el Caballero del Camino perdió el control de su auto, que dio vueltas en el aire y, derrapando, impactó a más de 100 km/h del lado del conductor contra un poste de hormigón del tendido de alta tensión, ubicado sobre la banquina este de la ruta 11, y que era el único obstáculo en la zona… Fue tal la violencia del golpe que, la cupé Chevrolet, quedó “abrazada” al mismo e, inmediatamente, comenzó a incendiarse.

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El sábado 14 de marzo de 1953, el Caballero del Camino perdió el control de su auto, que impactó a más de 100 km/h del lado del conductor contra un poste de hormigón del tendido de alta tensión, ubicado sobre la banquina este de la ruta nacional 11, en jurisdicción de Recreo. Fue tal la violencia del golpe que, la cupé Chevrolet, quedó “abrazada” al mismo e, inmediatamente, comenzó a incendiarse.

El sábado 14 de marzo de 1953, el Caballero del Camino perdió el control de su auto, que impactó a más de 100 km/h del lado del conductor contra un poste de hormigón del tendido de alta tensión, ubicado sobre la banquina este de la ruta nacional 11, en jurisdicción de Recreo. Fue tal la violencia del golpe que, la cupé Chevrolet, quedó “abrazada” al mismo e, inmediatamente, comenzó a incendiarse.

El primero que acudió en auxilio de los accidentados fue Orlando Benzi, propietario de la estación de servicio próxima al lugar del siniestro, y que sofocó las llamas con varios extintores. Al absorber el golpe, el poste había comprimido y doblado el costado izquierdo del auto, mientras que expandió el derecho, lo que permitiría a Salem poder contarla, ya que solo sufrió la fractura de su fémur derecho y otros traumatismos de diversa consideración.

Pero el Caballero del Camino había sufrido gravísimas lesiones y, casi sin vida, fue trasladado rápidamente al hospital Iturraspe de nuestra ciudad por el platense Jorge Orduna, quien venía detrás de él y que, al ver la magnitud del desastre, no dudó en detener su Ford para prestar asistencia. Pero no hubo nada que hacer: a las 13.30, el juninense Eusebio Carmelo Marcilla, de 38 años, se convirtió en leyenda.

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Marcilla y su histórico acompañante, el también juninense Miguel Salem , quien lo ayudó en el auxilio a Juan Manuel Fangio en Perú en 1948 y, que además, iba con él cuando se accidentó en el cruce de las rutas 70 y 11, hace hoy 69 años. El Turco solo sufrió la fractura de su fémur derecho y otros traumatismos de diversa consideración, y sobrevivió.

Marcilla y su histórico acompañante, el también juninense Miguel Salem , quien lo ayudó en el auxilio a Juan Manuel Fangio en Perú en 1948 y, que además, iba con él cuando se accidentó en el cruce de las rutas 70 y 11, hace hoy 69 años. El Turco solo sufrió la fractura de su fémur derecho y otros traumatismos de diversa consideración, y sobrevivió.

En la madrugada del 29 de octubre de 1948, durante la 7ª etapa del Gran Premio del Sur (conocido como la Buenos Aires-Caracas), Marcilla auxilió en Perú a Juan Manuel Fangio, quien se había desbarrancado con su Chevrolet, en un accidente en el que perdería la vida Daniel Urrutia, su acompañante. Sin dudar, los cargó a ambos, los llevó hasta un hospital de la ciudad de Trujillo y, luego, retomó la carrera.

Mancilla arribó segundo, a poco más de 12 minutos del ganador, el catalán-cordobés Domingo Toscanito Marimón y, habida cuenta del tiempo que empleó en el auxilio del futuro pentacampeón de la Fórmula 1, se infiere que, de no haber parado a ayudarlo, la victoria hubiera sido suya.

Por su hombría de bien y este inolvidable gesto de solidaridad, personal y deportiva, que puso de relieve su espíritu generoso, ya que priorizó salvar una vida antes que ganar una carrera –y la que, quizás, pudo ser la más importante de su trayectoria–, sería recordado por siempre como el Caballero del Camino.

Siempre fue solidario

Eusebio Carmelo Marcilla nació en Junín, provincia de Buenos Aires, el 16 de julio de 1914 y, desde muy joven, se sintió atraído por las carreras de autos. Debutó en el automovilismo el 17 de diciembre de 1939 en el circuito de Salto y, con un Chevrolet 1927, arribó cuarto en la categoría Mecánica Nacional-Fuerza Limitada.

Al igual que casi todos su colegas, Marcilla fue un piloto-mecánico (llamados así porque armaban sus propias máquinas y después las conducían a fondo por muy difíciles caminos del país, y hasta de Sudamérica), y eran los que metían mano en sus coches para tratar de solucionar las fallas, roturas o cualquier otro inconveniente que se les presentara en la ruta que fuera.

Muy pronto se destacó por dos características: su talento al volante, y su bonhomía. Debutó en el Turismo Carretera en 1940, con una cupé Chevrolet –marca con la que competiría durante toda su trayectoria deportiva– y, en el Gran Premio Internacional del Norte, que disputó del 27 de septiembre al 10 de octubre de ese año (conocido como la Buenos Aires-Lima-Buenos Aires), con un recorrido de 9945 kilómetros, mostró que la solidaridad era innegociable para él: en la 5ª etapa (de las 13 que tuvo la prueba) y, regresando de Lima, auxilió a los hermanos Oscar Alfredo y Juan Gálvez, quienes se habían desbarrancado en una zona montañosa en las cercanías de Arequipa.

El 12 de enero de 1941 obtuvo su primera victoria: fue en las 12 Horas de Rafaela, que duró poco más de medio día, se disputó sobre un circuito de tierra compactada de 11,757 kilómetros, y que fue la primera vez en su historia que el Turismo Carretera se presentó en la Perla del Oeste Santafesino.

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Marcilla obtuvo su primera victoria en el Turismo Carretera el 12 de enero de 1941: fue en las 12 Horas de Rafaela, que duró poco más de medio día, se disputó sobre un circuito de tierra compactada de 11,757 kilómetros, y que fue la primera vez en su historia que la categoría se presentó en la Perla del Oeste Santafesino.

Marcilla obtuvo su primera victoria en el Turismo Carretera el 12 de enero de 1941: fue en las 12 Horas de Rafaela, que duró poco más de medio día, se disputó sobre un circuito de tierra compactada de 11,757 kilómetros, y que fue la primera vez en su historia que la categoría se presentó en la Perla del Oeste Santafesino.

Este fue el primero de los nueve triunfos que Marcilla lograría en el TC. Casi siete meses más tarde, el 31 de agosto, el juninense cantó victoria por segunda vez en la Vuelta de Añatuya, en Santiago del Estero.

Tras el receso impuesto por la Segunda Guerra Mundial, retomó las competencias en 1947 (arribó segundo en el Gran Premio Internacional, un raid de 5374 kilómetros) y, el 18 de julio del año siguiente, se impuso en la Vuelta del Chaco. También ganaría en la Doble Vuelta de Rojas (2 de octubre de 1949), Vuelta de La Pampa (11 de junio de 1950), Vuelta de Córdoba (2 de julio de 1950), Vuelta de Santa Fe (2 de marzo de 1952), Vuelta de Córdoba (6 de julio de 1952) y, a su último triunfo en la categoría, lo logró el 20 de julio de 1952, en la Vuelta del Oeste, en su Junín natal.

En total, Marcilla disputaría 40 carreras en el TC, y alcanzaría tres subcampeonatos: los de 1947 y 1948 (en ambos casos, detrás de Oscar Alfredo Gálvez), y de 1952, como escolta de Juan Gálvez. Los hermanos capitalinos dominaron de tal manera el TC de esa época que, entre 1947 y 1958, se alzarían con 12 coronas consecutivas.

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El 2 de octubre de 1949, Marcilla ganó la Doble Vuelta de Rojas (foto). En total, disputó 40 carreras en el TC, de las que se impuso en nueve, y alcanzó tres subcampeonatos: los de 1947 y 1948 (en ambos casos, detrás de Oscar Alfredo Gálvez), y de 1952, como escolta de Juan Gálvez.

El 2 de octubre de 1949, Marcilla ganó la Doble Vuelta de Rojas (foto). En total, disputó 40 carreras en el TC, de las que se impuso en nueve, y alcanzó tres subcampeonatos: los de 1947 y 1948 (en ambos casos, detrás de Oscar Alfredo Gálvez), y de 1952, como escolta de Juan Gálvez.

Cuando se convirtió en el Caballero del Camino

Marcilla siempre tuvo el sueño de ganar un Gran Premio y, lo más cerca que estuvo de lograrlo, fue en el de 1948, denominado Gran Premio del Sur (conocido como la Buenos Aires-Caracas), una maratónica prueba de 9579 kilómetros pero, tan caro anhelo, quedó de lado cuando el juninense priorizó la vida de un colega, en una muestra de que el deber de ayudar a un compañero accidentado estaba por encima de cualquier victoria, por más deseada que esta fuera.

Ya en Perú, la 7ª etapa se disputó el viernes 29 de octubre, en la que los competidores debían recorrer los 1322 kilómetros que separaban a Lima de Tumbes, por los peligrosos caminos de montaña que bordeaban el océano Pacifico. Para colmo, por una grave crisis institucional (ya que se gestaba un golpe de estado en ese país), la organización decidió adelantar la partida y que la etapa se largara en horas de la noche, para que todos abandonaran rápidamente la capital peruana.

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En la Buenos Aires-Caracas de 1948, Marcilla finalizó segundo, a solo 12’41” del ganador, el catalán-cordobés Domingo Toscanito Marimón (Chevrolet, izquierda). Si no se hubiera detenido para ayudar a Fangio la victoria hubiera sido suya y, por tan elevado y desinteresado gesto, a partir de entonces se lo conoció como el Caballero del Camino.

En la Buenos Aires-Caracas de 1948, Marcilla finalizó segundo, a solo 12’41” del ganador, el catalán-cordobés Domingo Toscanito Marimón (Chevrolet, izquierda). Si no se hubiera detenido para ayudar a Fangio la victoria hubiera sido suya y, por tan elevado y desinteresado gesto, a partir de entonces se lo conoció como el Caballero del Camino.

Las condiciones de visibilidad no eran las mejores, por la presencia de densas neblinas y, en ese contexto, Juan Manuel Fangio volcó cerca de las 4.30 de la madrugada en las cercanías de Huanchaco. “Había una curva a la izquierda que no la vi. Es más, creí que del lado de afuera de la curva había un precipicio y no un terraplén. Entonces quise seguir la curva y el auto de desplazó, porque ese pedazo a la salida del pueblecito estaba asfaltado. Cuando agarré la arenilla de la banquina, el auto entró a dar vueltas y más vueltas”, recordaría el Chueco.

Varios competidores pasaron por el lugar y no advirtieron el accidente, lo que sí hizo Marcilla, quien se detuvo inmediatamente y, junto a Oscar Alfredo Gálvez –quien se había salido del camino y volcado en la banquina opuesta a la de Fangio, aunque sin consecuencias tanto para el Aguilucho como para su acompañante, Federico Herero–, auxiliaron al balcarceño.

Este se hallaba semiinconsciente dentro del Chevrolet, y con una pierna atrapada entre los metales del vehículo. Las puertas del mismo estaban abiertas y, el mendocino Daniel Urrutia, de 35 años, no estaba en su asiento del acompañante. Sacaron a Fangio, y comenzaron a buscar a Urrutia en plena oscuridad, a quien encontraron lejos del auto, sin sentido y sangrando por la boca.

Entre Marcilla y el Chueco, lo convencieron al Aguilucho para que continuara la carrera, lo que hizo tras realizar una reparación menor en el tren delantero de su Ford V8, además de cambiar un neumático, y reponer aceite y agua para continuar.

Por su parte, Marcilla, junto con su acompañante, Miguel Salem, cargó a Fangio y Urrutia –quien fallecería producto de sus heridas– en su Chevrolet N° 14 y los llevó hasta un hospital de la ciudad de Trujillo y, solo después de que el Chueco quedara internado, recién ahí continuó con la prueba.

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A puro manejo, Marcilla se ganó el corazón de los hinchas de Chevrolet y llenó el vacío que Fangio (a su izquierda) había dejado cuando se alejó del TC y continuó su carrera en Europa. El Chueco jamás olvidó el gesto del juninense, a quien siempre recordaría con afecto y enorme gratitud.

A puro manejo, Marcilla se ganó el corazón de los hinchas de Chevrolet y llenó el vacío que Fangio (a su izquierda) había dejado cuando se alejó del TC y continuó su carrera en Europa. El Chueco jamás olvidó el gesto del juninense, a quien siempre recordaría con afecto y enorme gratitud.

Y lo hizo de tal manera que finalizó segundo, a solo 12’41” del ganador, el catalán-cordobés Domingo Toscanito Marimón (Chevrolet). Claramente, si no se hubiera detenido para ayudar a Fangio la victoria hubiera sido suya, pero eso no le importó: priorizó la vida sobre un triunfo –por más importante y trascendente que fuera– y, por tan elevado y desinteresado gesto, a partir de entonces se lo conoció como el Caballero del Camino.

Oscar Alfredo Gálvez (que continuó con la competencia, mientras Marcilla trasladaba a Fangio y Urrutia a un hospital) había ganado siete de las 14 etapas y, en el final de la carrera, un desperfecto mecánico lo dejó fuera de la misma pocos metros antes de la línea de llegada. En su afán por lograr la victoria, el Aguilucho fue auxiliado por un particular, quien lo empujó con su Buick para poder arribar a la meta. Pero, por haber recibido ayuda externa fue desclasificado y, la victoria, quedó en manos de Marimón.

Su ejemplar legado

Otra acción que lo pinta de cuerpo entero al juninense es que, junto con Marimón, donaron el dinero de sus premios de la Buenos Aires-Caracas a Fangio, quien permanecía internado en Perú. Así era Marcilla, generoso hasta el alma.

Todos los fondos que necesitaba para poder correr provenían de lo que recaudaban sus amigos en Junín y, por este motivo, fue ninguneado por el gobierno peronista de la época. Es que Marcilla, afiliado al radicalismo, rechazó varias veces jugosos auspicios a cambio de que en su cupé negra figurara el nombre del General y las obras de su presidencia pero, su Chevrolet, siempre llevó una sola inscripción: Ciudad de Junín. Por eso, pasó a ser un “contra” y se lo borró completamente de todos los medios.

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Años después y, a pocos metros del cruce donde perdió la vida, se erigió un monolito en su memoria en la banquina este de la ruta nacional 11. También, la provincial 70 lleva su nombre.

Años después y, a pocos metros del cruce donde perdió la vida, se erigió un monolito en su memoria en la banquina este de la ruta nacional 11. También, la provincial 70 lleva su nombre.

Luís Elías Sojit directamente no lo nombraba en sus transmisiones: “Pasa el Chevrolet negro”, o “¡Tiempo para el auto de Junín!”, era la insólita forma de referirse a él. En medio de esta absurda exclusión, la empresa de indumentaria deportiva Suixtil, que apoyaba a todos los deportistas peronistas, nunca le retiró el respaldo a Marcilla, quien jamás devolvió incontables ofensas y solo se dedicó a correr.

Su velatorio en Junín, donde descansan sus restos, fue multitudinario y, en su honor, al 29 de octubre se lo instituyó como el Día de la Caballerosidad Deportiva. Asimismo, a pocos metros del cruce de las rutas 11 y 70, donde perdió la vida, se erigió un monolito.

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Los restos de Marcilla descansan en el cementerio de Junín (foto) y, en su honor, al 29 de octubre (jornada en la que auxilió a Fangio en 1948) se lo instituyó como el Día de la Caballerosidad Deportiva.

Los restos de Marcilla descansan en el cementerio de Junín (foto) y, en su honor, al 29 de octubre (jornada en la que auxilió a Fangio en 1948) se lo instituyó como el Día de la Caballerosidad Deportiva.

También, la ruta provincial 70 lleva su nombre y, el reconocido poeta galvense (radicado en Esperanza) José Pedroni, le dedicó un emotivo poema, cuya última estrofa figura en el busto (obra donada por el escultor ítalo-esperancino Luigi Lorenzón), que se inauguró el 16 de julio de 2014 (cuando hubiera cumplido 100 años), en proximidades del lugar de su muerte, que dice: “El caballero de Junín ya tiene monumento”.

A puro manejo –muchos aún lo recuerdan con su mameluco blanco, volando por nuestras rutas– Marcilla se ganó el corazón de los hinchas de Chevrolet y llenó el vacío que Fangio había dejado cuando se alejó del TC y continuó su carrera en Europa. Pero además, perdura en la memoria colectiva por su humildad, señorío, respeto por sus colegas, e infinita calidez humana. Todos –literalmente– lo querían y admiraban.

Su destreza al volante fue resumida por su acompañante, Miguel Salem quien, al rememorar la tragedia que se produjo en nuestra provincia hace hoy 69 años, dijo: "Eusebio murió peleando el auto hasta el final".

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En la actualidad, el autódromo y una plaza de Junín (foto, junto con una réplica de su Chevrolet N° 4) llevan su nombre y, en esta última, una estatua perpetúa su memoria. En la misma, su figura no está festejando en un podio, sino que levanta del suelo a un piloto accidentado, el noble gesto con el que entró en la Historia como el Caballero del Camino.

En la actualidad, el autódromo y una plaza de Junín (foto, junto con una réplica de su Chevrolet N° 4) llevan su nombre y, en esta última, una estatua perpetúa su memoria. En la misma, su figura no está festejando en un podio, sino que levanta del suelo a un piloto accidentado, el noble gesto con el que entró en la Historia como el Caballero del Camino.

En la actualidad, el autódromo y una plaza de Junín (rodeada por las calles 12 de Octubre, Carlos Tejedor, Moisés Lebensohn y Julio Campos) llevan su nombre y, en esta última, una estatua perpetúa su memoria. Pero, en la misma, su figura no está festejando en un podio, sino que levanta del suelo a un piloto accidentado, en una clara muestra de los ejemplares valores que lo llevaron a entrar en la Historia como el Caballero del Camino.