A 15 kilómetros de la ciudad de Santa Fe se encuentra la localidad de San José del Rincón, un sitio de calles de arenas y frondosos árboles donde la historia y la naturaleza se entrelazan para crear un escenario único. El arroyo Ubajay marca su contorno costero y ejerce una atracción magnética que le da el toque de magia a la zona.
Considerada ciudad desde el año 2013, el aura de San José del Rincón sigue siendo el de un pueblo. El ritmo pausado de su cotidianeidad lo convierte en un sitio de encuentro y descanso por excelencia; en un lugar ideal para escapar del vertiginoso andar de las grandes ciudades.
La plaza Brigadier López es epicentro de la ciudad y allí se respira paz. La sombra de los añejos árboles le impide al pasto crecer sobre la tierra arenosa. El silencio de media mañana regala a los transeúntes el canto de los pájaros que tienen sus nidos en las ramas más altas.
El relajante sonido de la tradicional fuente de agua solo se rompe con el grito de los niños que juegan en el recreo en la escuela que está enfrente. Es que, como en todas las localidades centenarias, los principales edificios se encuentran alrededor de la plaza central.
En una de las ochavas se erige la iglesia Nuestra Señora del Carmen. A punto de cumplir 200 años de vida, la parroquia que levantó el Fray Francisco de Paula Castañeda es un monumento histórico provincial. Aunque su estructura original cambió un poco, aún conserva el aire colonial que siempre la caracterizó.
En otra de las esquinas de la plaza principal está el Museo Regional y Tradicional de la Costa. Desde allí, se puede conocer la rica historia de San José del Rincón desde mucho tiempo antes a que Juan de Garay le cediera en 1580 las tierras al criollo Antón Martín por los servicios prestados a la Corona de España.
Visitar el museo es hacer un viaje en el tiempo y conocer los procesos que fueron transformando esa zona de la costa santafesina. Se conservan elementos testigos que dan cuenta desde los pueblos originarios que habitaron la región hasta el movimiento cultural que radicó allí a reconocidos músicos, escritores y pintores.
La magia del arroyo Ubajay
El magnetismo lo genera el arroyo Ubajay. Denominado así por el árbol frutal del mismo nombre que abunda en la zona, este espejo de agua que baña las costas de San José del Rincón es el que despierta pasiones entre los amantes de la serenidad que concede la naturaleza.
La pesca deportiva puede ser una buena excusa para salir con la lancha a navegar por el arroyo. En mayo es temporada de bagres amarillos y más de un aficionado se acerca a probar suerte.
Sin embargo, disfrutar de un paseo náutico se convierte en la reina de las experiencias si el deseo es dejarse sorprender con la majestuosidad que ofrece la naturaleza a través de las diferentes las curvas y contracurvas del Ubajay. Y el mate no puede faltar en esta travesía.
La aventura de recorrer todo el arroyo dura alrededor de una hora, pero puede extenderse aún más si se quiere admirar la gran diversidad de especies que dan vida a la región.
A pesar de los tres años de sequía, el caudal de los diferentes brazos del arroyo luce recuperado, aunque la bajante le permitió a la vegetación nativa avanzar sobre las barrancas.
La tranquilidad del paisaje es apenas interrumpida por el canto de las aves. Los patos y las garzas moras que reposan en las islas alzan vuelo, despliegan sus alas y regalan un espectáculo magnífico. Los teros sobrevuelan con cierta prudencia las inmediaciones de la embarcación y los cardenales de cabeza colorada observan con curiosidad desde los árboles apostados en las orillas.
Con la introducción de la ganadería en la zona de islas, las vacas también son parte del paisaje ribereño. Se puede ver a los rebaños pastando en las márgenes o cruzando de una orilla a la otra en zonas de menos profundidad. Los caballos de los isleños se asoman entre los arbustos para observar a los navegantes pasar.
Los sauces, alisos y curupíes se destacan entre la densa vegetación que parece unida por extensas enredaderas. Es común encontrarse con plantas acuáticas como los camalotes a lo largo de las márgenes. Sin embargo, hay que prestar mucha atención para lograr llegar a los irupés. Celosos de su belleza, estas enormes hojas circulares que flotan sobre el agua se esconden de los curiosos en parajes pocos explorados.
La inmensidad de la naturaleza se manifiesta en todo su esplendor en la unión del arroyo Ubajay con el río Colastiné. Los rayos del sol se reflejan esa serena, pero enorme masa de agua y crean una postal única. Con el mate en la mano y los motores apagados se puede disfrutar de un paisaje ribereño que regala paz.
La belleza de San José del Rincón es incalculable. La serenidad es parte de una idiosincrasia que se expande a través de su historia y su naturaleza a cada esquina de la ciudad. San José del Rincón es un oasis de paz en la costa santafesina que vale la pena disfrutar.