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Sociedad

Maniatados, torturados y robados, el testimonio del horror en Rincón

Héctor tiene 74 años y junto a su esposa Lali, el pasado 19 de octubre fue robado y golpeado brutalmente por delincuentes que ingresaron a su vivienda. “Les pedí que me mataran pero que no le hicieran nada a mi mujer”, relataron en exclusiva por Aire de Santa Fe.

Sucedió el pasado 19 de octubre, pasada la media noche. El matrimonio había salido por unas horas de su domicilio y se disponía a regresar para descansar. Pero en la puerta de su vivienda los esperaban dos bestias.

Primero ingresó al domicilio Lali. De inmediato, dos delincuentes la atraparon. Mientras su esposo guardaba el auto. La llevaron hasta el baño. Allí le taparon la cabeza, la amordazaron y la ataron de pies y manos.

Cuando Héctor ingresó a la vivienda hicieron lo mismo con él. Pero en el dormitorio contiguo al baño donde estaba su esposa. Luego comenzó la pesadilla. “Comencé a escuchar cómo le pegaban y torturaban a mi mujer”, comenzó a relatar el hombre.

Mientras oía como los salvajes delincuentes propinaban martillazos a su mujer, el hombre les ofrecía todo lo que tenía. “Les pedí que me mataran pero no le hicieran nada a mi mujer”. Sin embargo, parecía que los ladrones estaban ensañados. Héctor no podía verlos, porque a él también le taparon la cabeza y lo amordazaron para que no escapara ni pudiera moverse siquiera. “Mientras nos tenían sujetados, removieron toda la casa. Pensé que tras obtener el dinero se irían, pero no”, continuó.

“Me amenazaron de muerte con un martillo. Me dijeron que romperían mi cabeza”, contó conmocionado Héctor.

No contentos con tener consigo a los dueños de casa inmovilizados y con sus pertenencias en su poder, los delincuentes siguieron con su siniestro plan. O lo que les surgió bestialmente en ese momento. “Mi mujer recibió como treinta martillazos”, aseguró el esposo de la víctima. “Escuchaba el golpe y seguidamente el grito de mi señora”.

Al tiempo que a Lali la torturaban con el martillo en distintas partes de su cuerpo, a Héctor le colocaron medias en la boca para que no gritara ni hablara. “Me pusieron cintos en la boca, los pies y las manos, luego me taparon la cabeza”. El hombre en ese momento no podía ver que a su esposa, en el baño, le martillaban la cara, quebrandola por completo. También le golpearon las rodillas para que no pudiera caminar.

Luego de largos minutos (creen que los delincuentes los torturaron por más de una hora), los salvajes ladrones escaparon del domicilio.

Héctor yacía inmóvil en el dormitorio mientras no escuchaba ningún ruido provenir desde el baño. No lograba salir de la conmoción ni mucho menos alcanzar a lograr escuchar algún signo que le diera a entender si su esposa estaba viva o muerta.

Pero Lali sacó fuerzas, de donde no tenía, seguramente. A pesar de los fuertes golpes que recibió en todo su cuerpo y con las rodillas rotas, se levantó y fue hasta el dormitorio. Le preguntó a Héctor si estaba vivo. “Ella me preguntó si estaba vivo. Yo logré sacarme lo que tenía en la boca para responderle”, dijo el hombre.

Después del horror, ambos se aliviaron de encontrarse con vida. “Estábamos contentos de estar vivos los dos. Inmediatamente le di un vaso de agua. La abracé y la besé”. Lali relató poco en pocas palabras. Sólo manifestó que vio a los sujetos pero estos “tenían la cara tapada y guantes de látex por lo que no dejaron huella alguna ni pudimos reconocerlos”.

Tras asistirse mutuamente, Héctor se comunicó con uno de sus hijos para pedirle auxilio. Luego llamaron a la policía que se hizo presente en el lugar para constatar lo sucedido. Asimismo, vecinos y conocidos del matrimonio se acercaron en ese momento para expresar la solidaridad con ambos tras lo aberrante del momento que habían atravesado.

Por último, lejos de sentir rencor o resentimiento hacia quienes hicieron pasarles uno de los peores momentos de sus vidas, el matrimonio dijo pedir y pensar en estos sujetos. Pienso si podrán salir durante el día como lo hacemos nosotros o solo vivirán de noche como las ratas. Rezamos por ellos“, concluyeron.

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