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Salud mental y estrés laboral: una cuenta que sigue en rojo en la era de la postpandemia

En la Argentina, las psicopatologías asociadas al estrés laboral o las condiciones insalubres de trabajo no están reconocidas como enfermedades profesionales: ni los empleadores ni las ART tienen la obligación de atenderlas. ¿Habrá una oportunidad en la pospandemia?

En el trabajo cotidiano –ese que ocupa la mayor parte de nuestro día y nuestra vida activa– realizamos esfuerzos donde se movilizan habilidades físicas, mentales, cognitivas, relacionales y emocionales. Ponemos en juego nuestra salud como lo que es, como un todo indivisible donde se combinan recursos físicos, mentales y sociales y establecemos con nuestros empleadores un circuito de doble vía dinámico por el que circulan no solo habilidades de desempeño operativo contra salario; aquí el concepto clásico de que les trabajadores ponen su fuerza de trabajo a cambio de dinero y que el dinero solo paga 4 calefones ensamblados, 6 celulares, 19 etiquetas de yogurt o 1 crónica política por hora o por jornada, esconde el hecho de que los trabajadores (y aquí se emocionan los empresarios que creen que resuelven productividad y judicialización de accidentes y enfermedades poniendo robots adonde antes había personas) no son máquinas herramientas, no solo se aprisionan una mano, se fracturan una pierna o padecen una hernia de disco o un síndrome de túnel carpiano, sino que se desgastan emocionalmente, sobrellevan una carga mental que –a los avatares de la vida extra laboral– agrega el impacto de los factores de la organización del trabajo con consecuencias tales como angustias, depresiones, trastornos de ansiedad.

En nuestro país, el sistema de riesgos del trabajo considera que las psicopatologías asociadas a las deficientes o malas condiciones de trabajo son “inculpables”, no profesionales, no son producidas por el trabajo ni este contribuye a potenciarlas; por lo tanto, ni los empleadores ni las empresas privadas que los aseguran para hacerse cargo de la recuperación de trabajadores “físicamente” afectados (o el pago de indemnizaciones por incapacidades o fallecimientos) tienen la obligación legal de hacerse cargo de afecciones que “no pueden cuantificarse con precisión” o “pasibles de simulaciones y valoraciones subjetivas engañosas” (como el porcentaje de incapacidad producto de una dermatitis por contacto).

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Los empleadores tienen que afrontar la problemática de ausentismo laboral por enfermedades relacionadas con el estrés y el desgaste sin la cobertura de las ART.

Los empleadores tienen que afrontar la problemática de ausentismo laboral por enfermedades relacionadas con el estrés y el desgaste sin la cobertura de las ART.

O mejor dicho, las Aseguradoras de Riesgo se desmarcan con la Ley 24.557 en la mano y los empleadores tienen que afrontar la problemática de ausentismo laboral por enfermedades inculpables de dos maneras: descartando personas como si fuesen un artefacto descompuesto (con o sin indemnizaciones, según el grado de precariedad contractual y la estatura moral y ética del empleador) o invertir tiempo y recursos para desarrollar un dispositivo de prevención, monitoreo, remediación y readaptación laboral; eso que la OIT, la OMS y el Papa por ejemplo, consideran soluciones capitalistas humanas, inclusivas y decentes.

Fuga en tabú: sin ley pero con voluntad política

Fuga en tabú es el cuarto track del lado A (hay que volver al vinilo) del disco Ciudad de Pobres Corazones de Fito Paéz. Dice “yo no elegí y no quiero, quiero salir y no puedo”, sensación agobiante y recurrente entre quienes padecen trastornos mentales que afectan toda su vida de relación, porque las personas no son entidades bipartitas o tripartitas independientes, se está sano o enfermo (en realidad salud y enfermedad son dos polos dinámicos en transición permanente) para la vida, no solo para practicar deportes, jugar con les hijes o el trabajo. Parece elemental, pero las regulaciones laborales suelen descuartizar con torpeza la condición humana.

Cuando decimos sin Ley, no dejamos de ver que la Ley 26.657 de Salud Mental, la perfectible Ley de Riegos del Trabajo, la Ley de Contrato de Trabajo y hasta las garantías constitucionales ofrecen un marco normativo de referencia esencial para preservar derechos laborales; más bien hablamos de la necesidad de una Ley de Prevención de Riesgos Laborales de la democracia y que incluya los riesgos para la salud mental de las malas condiciones y los factores de la organización del trabajo.

Hay signos alentadores mientras tanto. En abril de este año y haciendo pie en investigaciones del Conicet (sobre la que publicamos “Pandemia y Salud Mental” en AIRE) que aseguran que más de la mitad de les argentines sufrieron algún padecimiento psíquico durante la pandemia –muchos de los cuales retornaron a sus trabajos para modalidades híbridas o presenciales– el presidente Alberto Fernández anunció un refuerzo presupuestario de $4.000 millones para la implementación de la Ley de Salud Mental. Allí mismo dijo que “la salud mental fue un tabú durante años, cada persona tiene que saber que no está sola, no podemos hacer oídos sordos a este problema”, tampoco en ámbitos laborales privados o públicos.

Párrafo aparte para los factores que afectan particularmente a les periodistas, que portamos un estrés adicional: la imposibilidad de “desconectarse” para descomprimir la carga mental del trabajo con impacto en la vida cotidiana.

El 15 de noviembre pasado, la comisión paritaria CyMAT (Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo, donde participan el Estado, ATE y UPCN) se reunió con la Secretaria de Gestión y Empleo Público, Ana Castellani. En ese marco se anunció un Plan Integral de Capacitación 2023 que se focalizará en la detección de riesgos psicosociales en el ámbito laboral, que incluirá relevamientos en todos los ámbitos de la APN, monitoreos cuatrimestrales y control de resultados.

Éste “viento de cola” para una problemática sin prioridad ni presupuesto suficiente, cuenta con el impulso permanente de estudios y resoluciones de la OIT y la OMS, que acaba de publicar “Directrices de la OMS sobre salud mental en trabajo”; donde se presentan recomendaciones que incluyen intervenciones organizacionales para trabajadores con problemas de salud mental, para el regreso al trabajo después de ausencias asociadas a la salud mental y para obtener empleo mientras se transitan éstas afecciones.

Párrafo aparte para los factores que afectan particularmente a les periodistas, que portamos un estrés adicional –al reconocimiento material o simbólico, la claridad de rol, el multiempleo, las relaciones interpares- que es la imposibilidad de “desconectarse” para descomprimir la carga mental del trabajo con impacto en la vida cotidiana. El periodista no se lleva trabajo a la casa, sino que trabaja de continuo sin importar adónde se encuentra, a lo que la hiperconectividad y histeria informativa de las redes aporta negativamente.

“Locos y quemados” andamos por la vida, en casa, en los trayectos cotidianos, en el laburo y a veces soltarse para recuperarse emocionalmente, es un privilegio de muy pocos.