La licenciada María Emilia Rodríguez, kinesióloga y fisiatra, lidera un equipo que trabaja codo a codo para devolver funcionalidad y autonomía a quienes llegan en busca de una oportunidad. Su labor trasciende lo puramente físico, como ella explica: “No solo rehabilitamos cuerpos, también ayudamos a las personas a aceptar su nueva realidad y redescubrir lo que son capaces de lograr, incluso si es de manera diferente a como lo hacían antes”.
Un esfuerzo compartido: el motor de la rehabilitación
La rehabilitación es un trabajo conjunto, una alianza entre pacientes y profesionales.“Siempre les digo que somos un equipo: ni ellos pueden solos, ni nosotros podemos sin su esfuerzo. Cada caso es único, pero todos comparten la misma meta: volver a sentirse capaces”, explica Rodríguez.
La rutina diaria en el hospital es intensa. Cada paciente, interno o externo, recibe una hora de atención personalizada, enfocada en recuperar movimientos, fortalecer músculos o aprender a usar prótesis. Pero el verdadero desafío, asegura Rodríguez, está en superar las barreras emocionales.
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La licenciada María Emilia Rodríguez, kinesióloga y fisiatra, lidera un equipo que trabaja codo a codo para devolver funcionalidad y autonomía a quienes llegan en busca de una oportunidad.
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“A veces, lo más difícil no es enseñar a caminar, sino ayudar al paciente a aceptar que su vida ha cambiado. Muchos llegan con la expectativa de recuperar todo tal como era antes, y nuestro trabajo también implica acompañarlos en ese duelo y ayudarlos a encontrar nuevas formas de vivir”, reflexiona.
Una sociedad que aún tiene barreras que romper
Para los pacientes del Vera Candioti, el proceso de rehabilitación no termina cuando salen del hospital. Afuera, deben enfrentarse a un mundo que todavía no está completamente preparado para incluir a las personas con discapacidad.
“La verdadera barrera no está en ellos, sino en el entorno. Nos llegan testimonios desgarradores de discriminación, como una paciente en silla de ruedas a quien no dejaron entrar a un negocio. Esto demuestra que el mayor desafío no es solo físico, sino social”, señala Rodríguez.
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Para los pacientes del Vera Candioti, el proceso de rehabilitación no termina cuando salen del hospital.
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Por eso, el trabajo en el Vera Candioti no se limita a la atención médica. Allí también se prepara a los pacientes para enfrentarse a esos desafíos externos, trabajando en red con otras disciplinas como la psicología, para brindarles herramientas que los ayuden a superar no solo las barreras físicas, sino también las emocionales y sociales.
La historia de Susana: un testimonio de superación
Para Susana Dimarco, de 64 años, el Hospital Vera Candioti fue el lugar donde recuperó mucho más que la movilidad: encontró esperanza y ganas de vivir.
Tras una caída que resultó en una fractura grave de tibia y rodilla, Susana enfrentó meses de inmovilidad y desesperanza. “Había pasado meses sin poder moverme, con un kinesiólogo que venía a casa, pero no lograba avances. Me sentía en un pozo profundo, convencida de que pasaría el resto de mi vida en una silla de ruedas”, recuerda con la voz entrecortada.
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Para Susana Dimarco, de 64 años, el Hospital Vera Candioti fue el lugar donde recuperó mucho más que la movilidad.
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Después de un año sin resultados, fue derivada al Vera Candioti. Aunque tuvo que esperar tres meses para conseguir una cama, el hospital pronto se convirtió en su refugio. “Pensé que estaría internada un mes, pero me quedé cinco. Fue un tiempo de mucho esfuerzo, pero también de grandes logros. Hoy puedo caminar con un andador, cocinar y volver a disfrutar de cosas simples que creía imposibles”, relata emocionada.
El proceso no fue fácil. Susana recuerda cómo el primer paso fue uno de los momentos más difíciles de su vida. “Mi cuerpo no respondía, pero los profesionales nunca se rindieron conmigo. Me enseñaron todo, desde volver a caminar hasta cómo ponerme las zapatillas. Su paciencia y dedicación son increíbles”, dice.
Más allá de las terapias físicas, Susana destaca el trato humano que recibió en el Vera Candioti. “Desde el primer día, me trataron con cariño y respeto. Te hacen sentir parte de una familia. Ese apoyo emocional es tan importante como la rehabilitación física, porque cuando llegás en un estado como el mío, también necesitás que te levanten el ánimo”, asegura.
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El trabajo en el Vera Candioti no se limita a la atención médica, también se prepara a los pacientes para enfrentarse a desafíos externos.
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El ambiente de compañerismo entre pacientes también fue un pilar en su recuperación. “Aunque algunos estaban peor que yo, nos animábamos entre todos. Tener con quién hablar, reír y llorar hace toda la diferencia. Este lugar no es solo un hospital; es un espacio donde te reconstruís, tanto física como emocionalmente”, explica.
Las pequeñas grandes victorias
Rodríguez y su equipo encuentran su mayor recompensa en los avances de los pacientes, por pequeños que parezcan. “Lo más lindo es cuando un paciente vuelve años después, te saluda o te trae algo hecho por ellos mismos como un gesto de agradecimiento. Esos momentos son un recordatorio de que nuestro trabajo trasciende lo físico: transformamos vidas”, asegura la kinesióloga.
Por su parte, Susana reflexiona sobre sus logros: “Volver a caminar no es solo mover las piernas. Es recuperar la libertad de hacer cosas simples, como preparar un mate o cocinar algo en casa. Son pequeños logros que para mí son enormes.”
El Vera Candioti no es solo un espacio de tratamiento, sino un lugar donde las vidas se transforman paso a paso.
“Si estás pasando por algo similar, no te rindas. Buscá ayuda y confiá en los profesionales. Aquí encontré no solo tratamiento, sino personas que me devolvieron las ganas de vivir”, dice Susana, con una sonrisa que resume el espíritu del hospital.
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“Volver a caminar no es solo mover las piernas. Es recuperar la libertad de hacer cosas simples, como preparar un mate o cocinar algo en casa", cuenta Susana.
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Para Rodríguez, el mensaje es claro: “No hacemos magia, pero podemos marcar una diferencia enorme. A veces no se trata de volver a ser como antes, sino de aprender a disfrutar de las cosas simples. Eso es lo que realmente importa.”
En el Vera Candioti, cada paso dado es un triunfo compartido, una prueba viviente de que, con esfuerzo y el acompañamiento adecuado, es posible superar incluso los desafíos más difíciles.