Mario Zavala es coordinador del servicio de enfermería y lo sabe bien. Hace nueve años que recorre los pasillos, viendo crecer a colegas y pequeños pacientes, aprendiendo cada día que la medicina no solo se trata de curar cuerpos, sino también de aliviar almas.
Recientemente, finalizó un posgrado en hematología pediátrica y de adultos, y dos de sus compañeros están en camino de hacer lo mismo. La especialización es clave, pero lo que realmente marca la diferencia es la capacidad de ver a cada niño como un ser único, con una historia, con un mundo de sueños y esperanzas que trascienden cualquier diagnóstico.
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Los enfermeros hacen su parte, pero sin el apoyo de los seres queridos, todo sería mucho más difícil.
Cada día en el hospital es un desafío. La carga emocional pesa tanto como la física, pero el mayor reto no es técnico, sino humano. "Humanizar la profesión", dice Mario, es la verdadera meta. Entre procedimientos y controles, hay tiempo para gestos que iluminan un día gris: una sonrisa, un cumpleaños celebrado en la sala de internación, un juego compartido en medio del tratamiento. La rutina es dura, pero también está llena de momentos que dan sentido a todo.
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El amor es la parte más difícil y más hermosa de su labor. "Ama hasta que duela", recuerda la frase de la Madre Teresa de Calcuta. Y duele. Porque el vínculo con los niños y sus familias es profundo, inevitable. Verlos luchar, acompañarlos en su camino, es un privilegio y un peso al mismo tiempo. Muchas veces, los enfermeros deben aprender a contener las lágrimas, a ser la fortaleza que los padres y los niños necesitan. Pero en la soledad de una guardia nocturna, o al final de un turno largo, las emociones encuentran su espacio.
Algunos niños dejan una huella imborrable. Mario recuerda en especial a uno, un pequeño que sabía que sus días estaban contados y decidió volver de Buenos Aires para pasar su último tiempo con su "familia" del hospital. No falleció allí, pero hasta el final se sintió acompañado, querido. Años después, su recuerdo sigue presente en cada rincón de este lugar.
La familia, el pilar fundamental en el proceso
Los enfermeros hacen su parte, pero sin el apoyo de los seres queridos, todo sería mucho más difícil. Son los padres, los hermanos, los abuelos quienes sostienen a los pequeños guerreros en su batalla. Y muchas veces, el equipo médico y de enfermería termina formando parte de esa familia extendida, compartiendo lágrimas y sonrisas en igual medida.
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Los enfermeros hacen su parte, pero sin el apoyo de los seres queridos, todo sería mucho más difícil.
Maiquel Torcatt / Aire Digital
Este sábado se conmemora el Día Internacional de la Lucha contra el cáncer infantil, y Mario tiene un mensaje claro para quienes atraviesan esta realidad. "No veamos al niño con lástima. No es ‘el peladito enfermo’. Es un niño, con derecho a jugar, a reír, a vivir con la mayor normalidad posible. Acompañemos con amor, con respeto, con la certeza de que su fortaleza es mucho mayor de lo que imaginamos".
En este rincón del hospital, la lucha no solo es contra una enfermedad, sino también contra el olvido, la indiferencia, la desesperanza. Y cada día, Mario y su equipo demuestran que con empatía y compromiso, siempre hay luz, incluso en los momentos más oscuros.