Batas blancas, tubos que avanzan solos y brazos mecánicos que no se detienen. En el laboratorio del Cemafe de la ciudad de Santa Fe el movimiento es constante. AIRE recorrió el servicio y vio de cerca cómo la nueva tecnología ya cambió la rutina diaria y, sobre todo, los tiempos de respuesta para los pacientes.
Con una inversión provincial de 1.415 millones de pesos, el laboratorio del Centro de Especialidades Médicas Ambulatorias de Santa Fe dio un salto que lo ubica a la vanguardia de la salud pública argentina. La modernización no solo sumó equipamiento, sino una forma distinta de trabajar: automatizada, integrada y guiada por algoritmos que ordenan cada paso del análisis.
Una capacidad de procesamiento que no tiene techo
“El cambio es enorme”, resume el director del Cemafe, Sebastián Calvet. “Ahora podemos procesar muestras que antes había que derivar y robotizar estudios que se hacían de manera manual, como el uroanálisis o la microbiología”. El impacto es directo: el 90% de los resultados está listo entre las 12 y las 18 horas, un dato clave para que los equipos médicos tomen decisiones a tiempo.
Antes, el laboratorio procesaba unas 800 muestras diarias y tenía un techo claro. Hoy el promedio ya ronda las 1.000, con picos de 1.200, y la capacidad instalada permite escalar hasta 3.000 determinaciones por día. “No hay otro laboratorio público en el país con esta magnitud”, afirma Calvet sin rodeos.
Durante la recorrida, la jefa del servicio, María de los Milagros Malatini, va marcando el “caminito” que hace cada muestra. Desde que ingresa el tubo, el sistema preanalítico lee la orden, decide a qué equipo enviarlo y, una vez finalizado el estudio, lo archiva automáticamente en una heladera inteligente. Todo queda registrado, trazado y disponible.
Uno de los puntos que más llama la atención es el uroanálisis asistido por imágenes. Donde antes había microscopios y observación manual, ahora hay pantallas que muestran células, cristales y posibles hallazgos. El equipo sugiere, pero no reemplaza al profesional. “El algoritmo ayuda, pero la validación final es nuestra”, aclara Malatini. “Eso nos ahorra tiempo en lo normal y nos permite concentrarnos en lo que requiere más atención”.
Una sola muesra, varios estudios en menos tiempo
La lógica también cambia puertas adentro. Gracias a estos sistemas, se pueden agregar estudios sobre una muestra ya procesada sin volver a extraer sangre. Según los resultados iniciales, el algoritmo propone nuevas pruebas y optimiza recursos. Menos “por las dudas”, más precisión.
Nada de esto fue automático para las personas. La puesta en marcha exigió meses de convivencia entre tecnologías viejas y nuevas, calibraciones finas y mucha capacitación. “Tuvimos que formarnos mientras seguíamos trabajando”, cuenta Malatini. Son 27 bioquímicos y 14 técnicos que sostienen el ritmo diario. “Fue un desafío grande, pero se logró en tiempo récord”.
Para los pacientes, el cambio se traduce en algo simple: resultados más rápidos y en el mismo día. Llegan por mail, por el sistema Sicap o en papel, según se necesite. Para el sistema de salud, significa diagnósticos más oportunos y una red fortalecida en todo el centro-norte de la provincia.
Entre tubos que avanzan solos y pantallas que no paran de mostrar datos, el laboratorio del Cemafe ya funciona con otra lógica. Una donde los algoritmos ordenan, la tecnología acelera y el tiempo, aunque siga escaseando entre puesto y puesto, rinde mucho más.
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