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Política Sergio Massa | Peronismo | Frente de Todos

Sergio Massa, el articulador del pacto social que ya perfila su carrera hacia el 2023

En el gobierno manejan encuestas que aseguran que pese al esfuerzo por impulsar paritarias, reforzar asignaciones y subsidiar la contratación de empleados en blanco, no hay forma de acortar la brecha de las Paso. La posible candidatura de Sergio Massa escala en la coalición gobernante.

Empecemos por el final, hace tiempo decimos que Sergio Massa –a quien el presidente califica como “el hombre que más se ha preparado para gobernar el país”- es uno de los presidenciables cantados, por ambiciones históricas y personales, porque a pocos meses de asumido el Frente y con un gabinete propio de asesores económicos ya trabajaba para eso, porque negocia el acuerdo con el FMI a la par de Guzmán y presenta proyectos a título personal (modificación del piso de ganancias, puente al empleo) y porque la deriva del Frente de Todes (con Alberto sin nafta para reelegir y Axel compelido a dejarlo todo en PBA) lo impone como la solución natural.

También que el llamado a una suerte de acuerdo entre razonables, entre fuerzas y líderes políticos que acuerden esos remanidos “10 puntos” para sacar a la Argentina de la crisis y el estancamiento –y que no incluyen ni la repatriación parcial de los U$S 400.000 millones fugados del país, ni la conversión del aporte solidario en impuesto regular- es una idea que atrasa unos 50 años y que se remonta al GAN (Gran Acuerdo Nacional) que Lanusse le proponía Perón, con la “pacificación” del país incluida y al costo que fuera (y que fue mucho y cruel).

En 1973, Cámpora y Gelbard lo precisaron y nominaron “Acta de Compromiso Nacional para la Reconstrucción, la Liberación Nacional y la Justicia Social”, más conocido como Pacto Social y que produjo una reducción inflacionaria de casi 40 puntos (del 79,6% de 1972 al 30,2% en 1974) y los mejores índices de producción, empleo y consumo en muchos años, hasta que la muerte de Perón disolvió el único dique de contención contra la tragedia que supuso el gobierno de Isabel y la dictadura posterior.

Alfonsín reformateó la idea en 1987 pero sostuvo la marca Pacto Social, jaqueado por una inflación creciente, con una devaluación del 30% de la moneda producto del fracaso del Plan Primavera (estación florida que en realidad había terminado hacía dos años con el Plan Austral) y proponiendo un plan de ajuste que ni el peronismo ni la UCD querían rubricar.

Menem hizo lo propio en 1999, Duhalde lo rebautizó como “Pacto Nacional” en 2002, Cristina lo presentó como Pacto Social y Económico en 2007, Macri (contra la sugerencia de Durán Barba que impulsaba un cambio político y cultural “sin peronismos”) lo convoca en mayo de 2019 con la idea de cerrar filas con el 70% del espectro político admisible, anticipando dos años la convocatoria que Larreta acaba de hacer en IDEA y que incluía al Frente Renovador y a todo el peronismo que le había garantizado gobernabilidad a cambio de cargos, recursos y planes. Ayer como hoy, con Macri o Larreta, el plan del Frente Gorila de Masas que ya se deglutió al radicalismo y se apresta a hacer lo mismo con bocados menores como Alianza Libertad, es confinar a Cristina y al kirchnerismo a la irrelevancia política y electoral.

En líneas generales, es una idea antigua que se refrita en situaciones de debilidad más o menos pronunciadas y por lo tanto implica una serie de concesiones que se parecen bastante a una capitulación ante sectores que siempre exigen o mandan exigir lo mismo: disminución del gasto público y el déficit fiscal, relajamiento del rol Estado en el control de los precios relativos (salarios, dólar, tarifas y precios), rebajas de impuestos y cargas patronales, flexibilización para contratar y despedir, reformas tributarias y previsionales regresivas.

En la versión 2021 impulsada por Massa –con el acuerdo de Alberto y Cristina- se incluye el arreglo urgente con el FMI en los términos dispuestos por el organismo que ya recuperó los niveles de insensibilidad prepandemia. Acuerdo que, como anticipamos en AIRE y ya está cerrado y será anunciado después del 14 de noviembre, pues genera confianza en los mercados pero pianta votos en la base electoral de FDT.

Repasando entonces: viejas ideas en contextos disímiles pero con oficialismos complicados, las demandas de siempre por parte del establishment y un matiz para la ambición legítima y sostenida de Sergio Massa. En el ciclo 2015-2019 pasó de socio estratégico del macrismo a oportunista o “ventajita”, pero con el timing apropiado para desmarcarse a tiempo y cambiar de Frente.

Una de sus obsesiones –compartidas con Cambiemos y casi todo el peronismo razonable- era retirar a Cristina de la política y convertir al kirchnerismo en una línea interna del peronismo, desactivada y superada. Sin dejar de lado sus objetivos, hoy Sergio juega adentro del Frente e imagina su proyección en ése continente, trabó una amistad sincera con Máximo y Wado de Pedro y tiende puentes entre el empresariado y los líderes de La Cámpora y es el principal operador del Pacto de Gobernabilidad que impulsa el gobierno. Pero sabe perfectamente –y el diseño de su acción política lo evidencia- que 2023 puede ser su gran oportunidad, mejor por adentro que por afuera, pero impreso en una boleta presidencial sin dudas.

El 82% inmóvil

Según un informe del Mirador de Actualidad del Trabajo y la Economía (MATE), los salarios registrados en Argentina empatan y pierden con los precios en lo que va del gobierno del FDT. Con aumento del Salario Mínimo, Vital y Móvil y paritarias sin techo incluidos –pero con una inflación que diluye su impacto en el consumo- el resultado de la pulseada entre precios y salarios para los primeros 20 meses de gobierno es un empate con incrementos del 82%. En el gráfico siguiente puede observarse una comparación con los primeros 20 meses de las últimas cinco gestiones, con saldos positivos para los sueldos del sector privado durante los gobiernos de Néstor y Cristina Fernández.

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En el caso de los sueldos del sector público, hay desempate a favor del índice de precios con una caída del 4% a julio de 2021. La impresionante propaganda negativa desatada por el gobierno macrista contra los trabajadores y sindicatos estatales (que hace pie en una victoria cultural de la derecha consumada durante el menemismo) y la decisión del FDT de utilizar los salarios como ancla inflacionaria (en concurso con cierta estabilidad cambiaria), perjudicó el leit motiv de “salarios ganándole a la inflación”.

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Ésta es la razón fundamental –el fracaso de la receta de planchar la demanda en vez de ponerle un techo a la oferta- para el ingreso de Roberto Feletti a la Secretaría de Comercio Interior y la suerte de la resolución que congela los precios de 1.432 productos por 90 días, es crucial para revertir estas estadísticas y generar algún punto de inflexión positiva para el gobierno nacional. Controles eficaces mediante, el congelamiento desacatado por la Copal será una solución de coyuntura, pero es el citado pacto económico y social –no con cualquiera y según los términos que se suscriban- el que podría proveer una recuperación de los niveles de producción y consumo a largo plazo. Eso o radicalizar las medidas de intervención estatal para conducir el ciclo económico y producir una redistribución del ingreso que de momento no sucede.

El último informe del Indec, presenta una variación interanual del IPC del 52,5% (37% para lo que va del año), que contrastado con la estimación oficial del mismo período para salarios registrados con un 43,8%, da como resultado una pérdida del poder adquisitivo del 8,5%. Con picos más pronunciados según el rubro de la canasta de bienes y servicios, donde Prendas de vestir y calzado, Bebidas alcohólicas y tabaco, Salud y Recreación representan los mayores perjuicios.

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Barajando las opciones para un cambio que le permita recuperar iniciativa y eficacia política al gobierno nacional, se ha hecho costumbre en los electores desencantados o críticos del FDT hacer foco en el presidente, en su mesa de asesores o los hombres y mujeres del gabinete que expresan su fe y estilo de gestión. Mucho se ha dicho sobre la tozudez presidencial de instaurar “una cultura del diálogo y el consenso” con sectores que reeditan el mismo pliego de condiciones para pactar y que no suponen una patria libre, justa ni soberana, que sólo dialogan en sus propios términos y cuyo objetivo principal es jubilar a Cristina, aislar al kirchnerismo y debilitarlo para derrotarlo electoralmente.

Pero a éstas alturas habría que aclarar algo relativamente incómodo pero evidente: el mejor cuadro político que ha dado el peronismo y el campo nacional y popular, la que asume al capitalismo y la democracia como conciliables y la única salida posible, es también responsable de logros y quedos, de aciertos y errores, de victorias y derrotas electorales; no sólo por haber ideado la unificación del peronismo bajo la conducción de Alberto Fernández o no haber podido definir un sistema previsible y ordenado de toma de decisiones políticas tras más de 40 reuniones, sino porque independientemente de la eficacia de su prédica y sus acciones, sabe que el peronismo unificado es el último obstáculo para la sumisión colonial de la Argentina, debe aportar a la recuperación de la potencia electoral de la coalición y sostenerlo hasta el final. Vale para Alberto, vale para Cristina y –por el momento- vale para Massa.