Fajardo, que no era un político tradicional, fue clave para iniciar la reconstrucción de esa ciudad, que tenía territorios tomados por el narco. Ocupar espacios, a través de obras y proyectos culturales y sociales, que estaban en manos de los grupos criminales, fue una de las claves.
La creación, por ejemplo, de los Parques Bibliotecas marcaron el cambio. Complejos urbanísticos modernos, dotados con alta tecnología y una estética cuidada, rompieron esos espacios donde antes existía el terror. Estas iniciativas fueron el puntapié para que la ciudad comenzara a cambiar su cara, con el compromiso del sector privado.
Esa experiencia atrajo a la Fundación Rosario para que invitara a Fajardo a Rosario para delinear las claves de ese éxito. Durante su estadía en la ciudad, el académico colombiano, que fue gobernador de Antioquia y candidato presidencial, protagonizó un raid por distintos lugares.
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Sergio Fajardo recorrió Villa Banana en Rosario.
Habló con empresarios, dirigentes políticos y periodistas. En todas sus charlas recalcó que es incorrecto comparar a Rosario con Medellín. También señaló que el rol del Estado en la lucha contra el crimen organizado es ocupar espacios, territorios, para poder cambiarlos y evitar que las bandas lo recuperen.
—¿Qué se lleva de Rosario?
—La sensación de que lo que pasó en marzo pasado, cuando mataron a cuatro trabajadores, realmente conmovió profundamente a esta ciudad. Fue algo muy traumático para la sociedad. Veo que la gente está muy dolida, porque la imagen de la ciudad está asociada al narcotráfico y a la violencia. Pasaron cosas muy graves, pero no ocurre muchas veces lo que otros creen.
Acá duele que la ciudad esté señalada permanentemente por el periodismo, que se piense en este contexto de Argentina que Rosario se haya transformado en Medellín. Y eso es un error. En 1991 esa ciudad colombiana de la que fui alcalde tuvo 375 homicidios cada 100.000 habitantes. Yo digo que no tiene sentido esa comparación. Me parece además que hay una preocupación de un montón de sectores en la ciudad que dicen qué podemos hacer nosotros para fortalecer a Rosario, para pasar este tiempo difícil. Veo una disposición honesta, de ver qué podemos hacer para convocar a diferentes sectores.
—Usted llegó a ser alcalde en la etapa de la posguerra contra el narcotráfico en Medellín. ¿Cómo hizo para que la gente pudiera dar una vuelta de página, y que pudieran pensar que es imprescindible comenzar un nuevo capítulo? ¿Cuál fue la clave?
—Ahí aparece algo que es bien especial y de lo que me siento orgulloso y que a mucha gente no le gusta reconocer. Lo primero que hicimos fue plantear una ruptura política. Nosotros fuimos un movimiento cívico-alternativo, hicimos campaña a pie en todos los barrios durante tres años. Aprendimos a ir de esquina en esquina en esa Medellín que había sido el espacio de la destrucción. Nos metimos en lugares que eran inaccesibles.
Eso fue fundamental para todo lo que hicimos luego. Logramos establecer una relación distinta con la gente, de confianza con la ciudadanía y con el territorio. Participamos en el año 2000 en la primera elección y no ganamos, quedamos terceros. El establishment político, primero, nos ignoró y luego intentó que nos uniéramos a ellos. Les dijimos que no habían entendido lo que ocurría, porque nosotros queríamos sacarlos.
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Sergio Fajardo, matemático de formación, llegó a la Alcaldía de Medellín en 2003.
No pretendíamos negociar para que nos dieran un pedazo de la ciudad. No queríamos “comprar” pobres, como se decía, a través de los punteros. La política tradicional tenía una relación con el crimen organizado, con la corrupción, y la gente sabía quién era quién, y nosotros rompimos con eso y llegamos a gobernar en 2003 con una expresión distinta. Medellín ya no era esa ciudad golpeada por el narcotráfico de la década del 90, pero había que reconstruirla.
La violencia estaba en baja, aunque los problemas seguían. Nos pusimos la ciudad en la piel. Medellín es una ciudad en la que el compromiso de los empresarios, los dirigentes sociales, las cámaras de comercio y los actores públicos como la universidad y otras instituciones fue fundamental: hay un alto grado de pertenencia. Esto evitó inclusive que la ciudad colapsara en sus peores momentos.
—¿Cuál fue la clave para reconstruir Medellín, una ciudad que había sido golpeada durante más de una década y media por la violencia narco?
—Diferentes partes de la ciudad empezaron a respirar más profunda lo que hacíamos. Fue como escribir otra página. Hicimos un plan de desarrollo donde todos participamos. Construimos un equipo y un compromiso muy sólido, inédito en la historia de la ciudad. Entonces alrededor de eso empezaron a desarrollar proyectos. Construimos parques como el "Explora" y los parques "Biblioteca"; estos consisten en un sitio que tiene libros; estructura digital; ludoteca y cultura del barrio.
Con esta forma primero se consigue el terreno y se va construyendo con la misma comunidad, suelen estar enclavados en los núcleos más humildes de Medellín. Nos reunimos con emprendedores privados y con los funcionarios universitarios. Seguimos trabajando en el territorio y pudimos trabajar en una política de prevención de la violencia y una gestión cultural y de emprendimientos, un programa de enseñanza a los colegios primarios y secundarios.
—Pero el crimen organizado no desapareció, sino que se reconvirtió ¿Cómo fue esa mutación, por ejemplo, con la Oficina de Envigado, que nutría de sicarios a Pablo Escobar?
—La Oficina de Envigado todavía está, esa es una parte de una criminalidad reunía a bandas en diferentes niveles. Pero cuando desaparecen los carteles nosotros decidimos ocupar el territorio. Entendimos que ese problema se soluciona de a poco. Se avanza y se recuperan espacios.
No se hace en dos años o tres años, sino que requiere mucho tiempo. Entonces las organizaciones criminales también fueron cambiando, van apareciendo otros líderes y nuevos delitos, como el microtráfico y la extorsión. Es otro mundo criminal mucho más débil de lo que era obviamente hace 20 años. Hay lecciones aprendidas para todo ese mundo.
—¿Cuáles dirías que son los límites de la política para negociar con el crimen organizado?
—En Colombia no hay un tabú de negociar con el crimen organizado. Se hizo toda la vida. En este momento el gobierno nacional está hablando de la paz total, que es un caos total. Pretenden negociar con una guerrilla que nunca negoció como es el ELN, que quedó fuera del pacto con las FARC. El problema fue que después de los acuerdos de paz el Estado no ocupó los territorios de las guerrillas, que es donde está la zona de la coca. Entonces si el Estado no entra se vuelve lo ocupa otro. Yo creo que se pueden hacer negociaciones, pero no hay una fórmula.
—¿La sociedad está a favor de negociar con el crimen organizado?
—La gente siempre ha mirado todo este tipo de negociaciones como una esperanza. Todo presidente tiene que luchar para construir la paz. No hay un manual para esto porque depende mucho de la capacidad y de la fortaleza que tenga el Estado para entrar a negociar. En la gestión de Petro hay una incapacidad de ocupar el territorio, entonces está debilitado para negociar.
—Colombia hoy no está en la agenda de Estados Unidos, como ocurría con la época de los carteles ¿Esto influye?
—Colombia no es el problema de los Estados Unidos, porque la preocupación está puesta en el Fentanilo. Los carteles de droga de Colombia no tienen una presencia como poseen los grupos mexicanos, que son los que tienen fortaleza y capacidad de expansión. Los colombianos aprendieron a tener un perfil más bajo.