Muchas disciplinas deportivas tienen sus grandes e imperdibles citas, tales como Wimbledon en el tenis, el Super Bowl del fútbol americano, el Gran Premio de Montecarlo de la Fórmula 1, las 500 Millas de Indianápolis de la IndyCar Series, el Tour de France de ciclismo, y la Copa del Mundo de fútbol, que concitan la atención de millones de espectadores en todo el mundo. Es más, a quienes se coronen en alguna de ellas, la Historia les tendrá reservado un lugar de honor.
En las aguas abiertas, la más icónica prueba del calendario de la FINA (Federación Internacional de Natación) es, sin la más mínima duda, la Maratón Santa Fe-Coronda que, a través de 57 kilómetros, pone a prueba –tanto en lo anímico como en lo físico–, a los mejores nadadores del mundo. Por eso, inscribir sus nombres entre los ganadores de la misma es una muy alta distinción que, a la fecha, solo alcanzaron cuatro santafesinos.
Y, si años después, el mismo que logró la victoria en el agua, la obtiene fuera de la misma –guiando desde un bote al ganador de la competencia– el halago será aún mayor. Esto fue lo que logró Rafael Antonio Pérez, el último oriundo de nuestra ciudad que se subió a lo más alto del podio en esta competencia quien, en diálogo con Aire Digital, repasó sus inicios en la natación, los numerosos obstáculos que debió sortear a lo largo de su carrera y que, merced a su constancia e inquebrantable espíritu, alcanzó una inolvidable consagración en 2003, con solo 21 años y, de yapa, en 2018 llevó a la victoria al cordobés Guillermo Bértola.
Ganando experiencia desde sus inicios
Pérez nació en el barrio Las Flores de la ciudad de Santa Fe el jueves 24 de diciembre de 1981, en el seno de un hogar de trabajadores de toda la vida. Desde hace muchos años, su padre, Tito, atiende una verdulería en el barrio Constituyentes y, su madre, Perla, es empleada administrativa en un sanatorio de esta capital. Dos años después, la familia se agrandaría con la llegada de Leandro.
“Mi contacto, y mi amor por la natación, surgió cuando yo tenía 12 años, en 1993, y empezamos con una idea loca, porque nos habíamos enterado de que había carreras de aguas abiertas porque, en ese momento, nadábamos en pileta, nada más. En el mercado, mi viejo se lo comentó a un amigo que tenía un hijo que nadaba en aguas abiertas, y éste le dijo, por mí: «sí, cómo no, llevalo», y así empezó todo. Ese mismo verano arrancamos”, recordó Rafa. Y abundó: “Mi primer entrenador, y que luego lo fue en mi carrera, fue Pedro Bisconti, que trabajaba en la pileta de Unión, que era donde nosotros nadábamos. Al principio dijimos: «nos vamos a tirar (al río) y que sea lo que Dios quiera». La primera carrera fue entre los clubes Azopardo y el Náutico Sur, cortita, porque éramos menores. Después hicimos las que iban del Parque Industrial hasta la Cortada de Sauce Viejo, del Náutico Sur a la playa de Santo Tomé…”
A medida que pasaron los años, las exigencias fueron aumentando y, la vara, comenzó a estar cada vez más alta. “Seguí entrenando y, entonces, ya vino la participación en el circuito de aguas abiertas local, donde fui campeón santafesino. Después decidimos ir nadar en el campeonato argentino y, tras lograr buenas ubicaciones, me clasifiqué al Sudamericano de 2000 de la especialidad. Después, me llamaron para ir al Mundial del mismo año, que fue el primero del que participé, en Hawaii, Estados Unidos. Ahí pasé del río al mar, y seguí sumando experiencia”, señaló.
“Cuando terminé la secundaria –prosiguió Pérez–, decidí seguir nadando, que era lo que yo quería y, ahí, ya le apuntamos a otra cosa muy distinta, que era la Santa Fe-Coronda. Corría 2001 y, con Pedro Bisconti, decidimos entrenar para la primera vez que la nadaría, que fue la edición de 2002, en la que terminé octavo. Fue la primera vez que corrí una prueba tan larga. El antecedente, era haberlo hecho durante seis horas en el mar en Hawaii, y una Puerto Gaboto-Rosario (NdeR: desde 1995 a 2001, esta distancia era de 55 kilómetros y, entre 2002 y 2006, la largada se efectuó desde Puerto General San Martín, con un trayecto de 21 kilómetros). Aparte, antes de participar por primera vez en la Santa Fe-Coronda, hice cuatro veces el trayecto, solo, como parte de la preparación”, rememoró.
Pérez detalló el arduo entrenamiento –que comprende unos siete meses– al que se sometió para debutar en la reina de las maratones acuáticas. “El entrenamiento es durísimo. Y no solo en lo físico, sino en lo mental también. Para mí, este trabajo de preparación, y la posterior participación en la carrera, es más mental que físico. Esto es clave. Había nadadores santafesinos mejores que yo pero, después de las cuatro o cinco horas en el río, éramos todos iguales. Es más, les gané. Comienzan los dolores, los calambres, y te ponés a pensar en un montón de cosas. Llega un momento en que tenés tiempo de pensar… Y te preguntás: «¿qué hago?», «¿voy para adelante?», «¿voy para atrás?», o «¿sigo hasta llegar?» Y pensás para atrás, donde repasás todos los días que entrenaste, todas las horas que nadaste, todas las cosas que dejaste de lado, la dieta que tenés que cumplir, todo el sacrificio de la gente que está afuera, como el de mis viejos, que hicieron muchas horas de trabajo para darme una mano y que pudiera hacer lo que quería hacer, hasta que revertís esta situación y comenzás a nadar un poco mejor. Con fortaleza mental podés sobrellevar y superar un dolor”, indicó.
Y recalcó: “A las cuatro horas ya te duele todo. No es que no te duele nada. Por más bien entrenado que estés, entre las cuatro y las cuatro horas y media comienzan los dolores de brazos, de hombros. Te molestan las antiparras, el gorro, te molesta todo... Y se te vienen muchas cosas a la cabeza. Ni hablar a las siete horas. A esa altura, ya te molesta hasta el sol. Llega un momento en que no querés tomar nada, te molesta cuando te acercan el vasito para hidratarte, no querés comer nada. Te cambia todo, hasta el humor. Si te fue bien en la carrera, salís eufórico del agua; si te fue mal, salís y no querés hablar con nadie”, resumió.
Cambiar para ganar
Con tamaña experiencia en su haber, Pérez encaró su preparación para la edición 2003 de la legendaria prueba. “Además del entrenamiento específico, dividido en dos turnos hasta completar 24 kilómetros diarios de nado, más las rutinas en un gimnasio, y el control de un médico y un nutricionista, entre agosto y septiembre de 2002 también trabajé con un psicólogo, Javier Molina, con el que continué los años siguientes de mi carrera. Por ejemplo, me pedía que me concentrara e imaginara: «estoy en tal lugar de la maratón, y me duele tal cosa», «imaginate que no te duele, podés y seguís». Me fortaleció mentalmente. Cuando vas nadando, con molestias y dolores y, por ejemplo, te ponen el cartel que dice: «dale, que la gente te alienta», también te molesta el cartel. Por eso fue tan importante este trabajo con Javi (Molina). Me entrené igual que para la maratón de 2002 pero, el gran cambio, fue mental”, recalcó.
“Tanto en mi primera Santa Fe-Coronda, en 2002, y hasta 2006, mi guía fue Diego Fleitas, hermano de Fernando Fleitas, que la ganó en 1991. Gulo también se encargó de la parte de la comida y la parte emocional. Y otro factor clave fue Santiago Chito Gómez, el conductor del bote, que conocía muy bien todos los secretos del río. Esto es fundamental, y más en 2003, donde se corrió con el río muy alto (NdeR: 4,17 metros). Casi dos meses después vino la inundación de Santa Fe y, ese año, era impresionante lo fuerte que corría en contra el río Salado. Ese año tenía más experiencia, porque había hecho cuatro carreras en el exterior, pero también conté con la mano de Chito, porque el río estaba muy alto y cualquier equivocación hubiera sido clave”, afirmó.
Cómo quedar en la historia
Rafa repasó minuciosamente el camino que lo llevaría al extraordinario triunfo del domingo 2 de marzo de 2003. “En El Vado, salimos cinco nadadores de ahí, y Chito nos guió a todos, para hacer un pelotón distinto del que venía entre 50 y 100 metros atrás. Salir todos juntos fue muy importante para despegarnos del resto, porque no es lo mimo nadar solo que entre cinco. No solo eso, sabía bien por dónde ir, cómo aprovechar la corriente, ya sea en la entrada a la Cortada de Sauce Viejo, la salida del río Salado, las curvas y contracurvas que tiene el río en el Parque Industrial… Y, después de salir de la Cortada de los Suspiros, que es angosta, también fue fundamental, porque fue donde hicimos el quiebre y tomamos la punta de la carrera”, dijo Pérez.
Sobre la estrategia empleada para ir construyendo su histórica victoria, expresó: “Fuimos elaborando un plan de carrera a medida que íbamos nadando. Salimos cinco de El Vado: (el rinconense Francisco) Sales Rubio, que lideró gran parte de la maratón, (el santotomesino Facundo) Quiroga, (el checo Rostislav) Vitek, (la holandesa) Edith Van Dijk, que también estuvo adelante mucho tiempo, y yo. Éramos los tres santafesinos, y con poca experiencia, respecto con los dos extranjeros, que tenían más. Se armó el pelotón, y se decidió que, cada una comida, una tirada (o sea, ir «llevando» al resto), como la hacía el pelotón de atrás. Chito se puso delante de todos, y él nos llevó. En una curva, los extranjeros cortaban por adentro, mientras que nosotros buscábamos por donde estaba la corriente del río y, así, llegamos a sacarle siete minutos al otro pelotón, unos 1500 metros, en la Cortada de Sauce Viejo. No me olvido más, porque cuando en un momento que paré a comer, escuché que desde la organización dijeron: «Pelotón de atrás, 7’03”». Y pensé: «ya está, acá nos pueden achicar la distancia, pero no alcanzar». Y, con el conocimiento del río de Chito, supe que no podrían alcanzarnos”, estimó.
Los recuerdos se suceden en la mente de Pérez, quien continuó con su pormenorizado relato. “A la maratón la fuimos llevando momento a momento. En la Cortada de los Suspiros volvimos a salir todos juntos. Ninguno aflojaba, porque todavía faltaban unas dos horas y media de competencia y, dos horas y media en natación, son una eternidad. Podés venir primero, y terminar último. Me pasó en 2013 cuando lo guié a (el santafesino Gabriel) Villagoiz, que venía puntero, solo, a la altura de la Cortada de los Suspiros, pero se fue quedando, lo alcanzaron, y terminó sexto. Sales Rubio se había distanciado un poco, unos 50 o 100 metros, pero mientras los otros iban por afuera, con Chito cortamos y quedé segundo. Lo fui alcanzando y, en un momento, le hice una seña a Gulo y le dije: «hoy vamos a ganar». Y queríamos la punta solos, sin nadie más, sin pelotón. Y así fue. Nos jugábamos la vida, y que sea lo que Dios quiera en la llegada. Ser primeros, o décimos, era una decisión nuestra. Faltaban dos horas para llegar, el río se angostaba, y corría más”, expresó.
“A Sales Rubio lo pasamos unos 15 minutos después de salir de la Cortada de los Suspiros –continuó Rafa–, ya en el río Coronda. Decidimos seguir solos, y se lo dijimos al árbitro: «no queremos más pelotón». Nos jugamos. Y éste paró al pelotón, cada uno fue por su lado y con su bote. El río corría muchísimo, estaba todo desbordado, con muchos camalotes. Así y todo, no quería cantar victoria todavía porque sabía quiénes estaban detrás, (el búlgaro Petar) Stoychev, y (el francés Stéphane) Gomez, que no aflojaban nunca… Con unos 100 metros de ventaja sobre el resto, todos los botes se encolumnaron detrás del mío y, de este modo, con los botes que lo tapan, un nadador no ve si vos estás a un metro, o a 100 por delante. Y eso te «camina» la cabeza también. Nadie me veía, excepto el que estaba arriba del bote. Los rivales que venían atrás, no veían nada. Si no habría botes, levantando la cabeza me verían, pero no con esta fila que se armó. Igual, no me confiaba y seguía metiéndole, con un ritmo de unas 80 brazadas por minuto”, resaltó.
Y siguió: “En Punta Este, a unos 25 minutos de la llegada y, poco antes de la Toma de Agua, donde te quedan entre 1000 y 1200 metros para llegar, Gulo me puso un cartel con el dato: «atrás, 150 metros», que era la distancia que les llevaba a Stoychev y Gomez. Aunque era consciente de que venían achicando la diferencia, recién ahí me dije: «ya gané». A los 20 minutos del final, pensé: «no puedo perder la carrera». Estás tan cerca de ganar, que ahí no te duele nada (se ríe). Y te pasan muchas cosas por la cabeza. Todas las cosas que veía de pibe, cuando mi viejo me llevaba a la Santa Fe-Coronda, que levantaban una copa, que el ganador salía en todos los medios, y que con esa edad no te imaginabas estar ahí. Es inolvidable. Pero fue realidad. Es más, esa mañana, cuando me levanté y fui a «despertar» el cuerpo en la pileta de Unión, aunque desde octubre de 2002 representaba a Gimnasia y Esgrima, pensé: «hoy vamos a ganar». Tuve esa sensación y, 12 horas después, estábamos festejando”, confió.
Y agradeció el apoyo de su familia para tamaño logro: “Para haber ganado, hubo cuatro Santa Fe-Coronda que hice solo antes de la real, y que no son lo mismo, ya que el día de la carrera está la gente pero, en los entrenamientos, estás solo. Nadás siete horas solo. Y tenés que agregarle los gastos. La nafta de la lancha, la comida como si fuera una maratón real, que me vaya a buscar mi viejo a Coronda, la nafta del auto para hacerlo, es un montón de guita. Eran unos 250 dólares por semana de comida y, el día de la carrera, unos 140, 150. Sacá la cuenta al cambio de hoy cuánto es. Más, la comida especial durante la semana… Somos una familia de laburantes. Si mis viejos no me hubieran apoyado, no habría nadado, no habría ganado la Santa Fe-Coronda, nada”, enfatizó.
“Y la llegada fue un revuelo grande –agregó Pérez–, por el apoyo que recibí del público y por la gran cantidad de gente que se metió al agua”. Stoychev lo escoltó a 10”, y Gomez finalizó tercero, a 13”. Por eso, Rafa contó: “Con el trascurrir de los años, me pongo a mirar la lista de los nadadores que compitieron en esta maratón, y digo: «les gané los mejores del mundo».
Al adueñarse de la XXX edición, con solo 21 años y un registro de 7h31’7”, Pérez se convirtió en el cuarto santafesino que cantó victoria al arribar a la costanera corondina, detrás de Carlos Larriera, ganador de la edición inaugural, en 1961, y 1962; Diego Walter Degano –tetracampeón mundial de Aguas Abiertas en 1989, 1990, 1991 y 1992, y Olimpia de Oro 1992–, vencedor en 1989, 1990, 1992 y 1993 (en esta última, con el alemán Christof Wandratsch), y Fernando Fleitas, en 1991. Amén de pasar a integrar este muy selecto grupo, Rafa cortó la racha de diez años sin que un nadador de nuestra ciudad se impusiera en la maratón y, a la fecha, es el último en lograrlo.
Pérez tampoco omitió mencionar a los que también fueron una pieza decisiva de esta conquista, con el que ganó prestigio y reconocimiento mundial. “Con Javi (Molina); (Daniel) Berli, el nutricionista; el doctor Ricardo González, que ya no está más; Pedrito Bisconti; el Gulo, y Oscar El Boga Corti, quien me acompañaba todas las mañanas tomándome los tiempos en los entrenamientos en la pileta, habíamos formado un equipo, que me permitió ganar la Santa Fe-Coronda. No tuve salidas, fiestas, navidad o año nuevo. Todos los días te cuidás. Todos los días. El Boga fue otro de los que me dijeron: «hoy vas a ganar», y hasta le ganó un asado a Diego (Degano), apostando que ese día yo iba a ser el vencedor”, reveló.
Su triunfo como guía
Tras su victoria en 2003, Rafa continuó participando en las distintas pruebas del calendario de la FINA, tales como la Capri-Nápoles (Italia), Lago San Juan y Lago Magog (ambas en Canadá), Atlantic City (Estados Unidos), Ohrid (Macedonia), Sabac (Serbia), y Cancún y Cañón del Sumidero (México), hasta que, tras la edición de 2008 de la Santa Fe-Coronda, en la que arribó en el séptimo puesto, se retiró de la natación.
Recién en 2017, con el triunfo del capitalino Damián Blaum –y con Leandro, el hermano menor de Rafa, como guía–, un argentino volvería a llevarse el triunfo en esta competencia. Pérez cambió de rol y, del agua, pasó al bote. Tras su experiencia con Villagoiz en 2013, para la 44ª edición de la Santa Fe-Coronda guió a la victoria al cordobés Guillermo Bértola quien, al año anterior, se había consagrado campeón del mundo de Aguas Abiertas, corona que compartió con el macedonio Evgenij Pop Acev.
“Me contactó para que lo guiara en 2018 –expresó Rafa–. Te comés muchos nervios sobre el bote. Son distintos a cuando estás en el agua, pero los tenés igual. Los nervios de la largada son una cosa y, los de la carrera, otra. Aparte, vas mal parado, mal sentado, realizás movimientos que no estás acostumbrado a hacer, tomando tiempos, casi ni comés, y vas todo tapado porque el sol te pega muy duro. Al otro día te duele todo (se ríe). Esa vez, ganamos porque me hizo caso. Hablé con él un día antes, y le dije: «mirá, el río está alto, en la misma situación cuando yo gané. Si hacés caso, vas a andar muy bien, te vas a alejar del pelotón y vas a nadar cómodo». Y así fue. Lo dejaron ir y, aunque después sus rivales achicaron la diferencia, pudo ganar”, manifestó.
Estar en lo más alto del podio como nadador y, 15 años después, como guía, fue algo muy especial para Pérez. “Te sentís muy, muy contento, porque al ganador le brindaste lo que vos sabés. Chito me dejó tantas enseñanzas del río, que me sirvieron para aplicarlas después. Si el río estaba alto, yo sabía por dónde tenía que ir y, si el río estaba bajo, sabía por dónde tenía que ir. Cómo entrar a El Vado, a la Cortada de Sauce Viejo, y así durante todo el recorrido... Ganar como guía, por haber ayudado a otro, es una satisfacción enorme, te sentís como si la hubieses ganado vos también”, destacó.
Y, que el domingo 4 de febrero de 2018, Bértola ganara la Santa Fe-Coronda con un vencedor de la misma como guía, significó que Pérez se convirtiera en el segundo caso en la historia de la prueba, detrás del logro alcanzado por Petar Stoychev quien, en 2009, al llevarse esa edición, fue conducido por el rosarino Claudio Marcelo Plitt, tetracampeón mundial de Aguas Abiertas y ganador en las ediciones de 1974, 1975, 1976 y 1977. El búlgaro, 11 veces monarca universal de la especialidad, mantiene el récord de seis victorias consecutivas en esta carrera, en la que se impuso entre 2006 y 2011.
No obstante, Rafa hizo su elección. “Igual, me quedo con la que gané como nadador, sin dudas, porque ahí ponés todo tu esfuerzo, dejás todo vos. El 95% es tu esfuerzo. Y, cuando veo mi nombre entre la lista de ganadores, pasan muchas cosas por mi cabeza. Veo eso, las fotos, y se me pone la piel de gallina. Me acuerdo de muchas cosas, entrevistas, o cuando veo el video institucional de la maratón, es como si hubiera pasado ayer”, se emocionó.
El balance de su carrera y su presente
Desde hace años, Rafa –que hoy tiene 38– se dedica a la atención de su fiambrería, ubicada en el barrio Candioti Sur, y disfruta de la familia que conformó con su esposa, Paola, y sus hijas, Valentina y Martina. Y, al repasar su trayectoria en las pruebas de río y de mar de las que tomó parte, resaltó sus humildes orígenes, junto con los sacrificios y la perseverancia que lo llevaron a ganar la Santa Fe-Coronda.
“Cuando arrancamos a nadar con mi hermano, éramos la risa de todos. Llegábamos últimos, entre media hora y 40 minutos después de que llegaba el primero. Éramos la risa. El primer verano que participamos, en la pileta hacíamos 1’15” en los 100 metros, cuando todos hacían 1’10”. Seguíamos siendo la risa de todos. Que éramos gordos, que nuestros físicos no tenían nada que ver con lo que era un deportista de nivel… Pero, año a año, todos los días, todos los días, todos los días (enfatizó), la cosa cambió. Con constancia, llegás a ser campeón santafesino, participás del Argentino, del Sudamericano, de Mundiales y, esas risas que provocaba en algunos, me daban más fuerzas para darle, mejorar y ganar. Al final, les tapás la boca a todos con tu trabajo. De ser últimos, empezamos a aparecer en los podios de las distintas categorías; todos hablaban de los otros nadadores y nadie de vos pero, con mucho sacrificio, llegamos. Y, si hoy un chico quiere empezar a recorrer este camino, le diría que tenga constancia y más constancia, no hay otra. A las 4.30 sonaba el reloj y me levantaba para ir a nadar, iba a la escuela, al gimnasio, otro turno a la tarde y, a las 21.30, ya estás durmiendo para seguir al otro día. No jugás ni a la pelota, dejás muchísimas cosas de lado, y así”, graficó.
Rafa no piensa convertirse en entrenador, pero sí continuar como guía si algún nadador requiriera de sus servicios. “Siempre, no hay problemas con ser guía, porque es algo que yo también necesité. Más de una vez viajé solo y no tenía a nadie que me acompañara. Vas a otro lugar, con otro idioma, solo, y necesitás de alguien que te guíe, te dé de comer. Por eso, así como me ayudaron, la manera de devolver esto es ayudando a otro nadador”, afirmó.
Sobre el positivo que Bértola dio tras un examen antidoping (NdeR: antes de la Santa Fe-Coronda de 2018, se realizó una transfusión de sangre y, el pasado 20 de enero, recibió una notificación de la FINA, que le confirmó el «doping biológico», ya que los valores en su sangre estaban más elevados de lo normal, por lo que fue suspendido provisoriamente), Pérez fijó su inequívoca postura: “A veces, la gente hace boludeces (sic) por querer ganar. Cometen errores, porque, ¿qué mayor orgullo para vos ganar estando limpio? Siempre se habló de que los nadadores «se dan», que algunos extranjeros «se daban», pero a mí no me importaba. Algunos pensarán que no los van agarrar. Yo siempre preferí llegar décimo, pero limpio. Me hicieron 14 análisis antidoping en mi carrera, y nunca me dio un positivo, porque estaba limpio”, tiró.
También, Rafa se refirió al pálido presente de la Santa Fe-Coronda, que supo ser la maratón de mayor prestigio del mundo, cuya edición del año pasado se disputó –insólitamente– en un circuito boyado en los Diques I y II del puerto local, con una extensión de 15 kilómetros, y que ganó el italiano Francesco Ghettini. “Creo que hay un problema de costos. La gente se empezó a alejar, le costaba mucha plata mandar un bote y pasar el domingo en la carrera, no es barato ir y venir en lancha. Y, lo del año pasado, no es el espíritu de la maratón. Hubo otros años donde el río estaba más alto, y se corrió igual. Cuanto más alto está, menos probabilidades de engancharte con algún obstáculo tenés. Es hondo en todos lados. No tocás el fondo en ningún lugar”, aclaró.
Y, para finalizar, dejó otro claro mensaje. “¿Que qué haría si volviera a nacer? Quizás no haría lo mismo. Hoy, que tengo una familia, te digo que me hubiera dedicado a estudiar y no al deporte, y más por cómo le va al país. Encima en la natación, un deporte amateur, que no mueve plata. Por eso, si volviera el tiempo atrás, me hubiera dedicado a estudiar. La natación me dio un montón de cosas, me abrió las puertas en un montón de lugares, y me dio un montón de satisfacciones, pero hoy, con una familia, me pregunto: «¿por qué no me puse a estudiar?» Lo que sea. Uno hace lo que le gusta en el momento, sin ver el futuro. Y si no hubiera tenido el apoyo de mis viejos, las fotos (de su triunfo en 2003, exhibidas en su comercio) no estarían. No hubiera habido natación, viajes, nada. Hasta hoy tengo reconocimiento en la ciudad por mi triunfo en la maratón. Y, aunque la gente entra al negocio y me pregunta: «¿vos sos el que ganaste?», o cuando voy a algún lado, me dicen: «vos sos el nadador», con este presente, es que me pregunto: «¿por qué no estudié?»”, concluyó Pérez.
Te puede interesar