Momia del Aconcagua: historia, hallazgo y qué puede pasar con el niño inca
y A 40 años del hallazgo de la momia del Aconcagua, Juan Carlos Pierobon revive la expedición que encontró al niño inca y opina sobre el debate por su futuro.
La historia del niño inca de la momia del Aconcagua y su legado científico.
A casi 40 años del hallazgo dela momia del Aconcagua, el andinista mendocino Juan Carlos Pierobon recuerda cómo una expedición que buscaba hacer cumbre terminó encontrando al niño inca mejor conservado de la cordillera. Entre casualidades, mitos y debates actuales, reclama respeto por la montaña, la ciencia y los pueblos originarios.
Cómo encontraron la momia del Aconcagua en plena expedición
En 1985, el Club Andinista de Mendoza organizó varias expediciones para celebrar sus 50 años. El grupo de Pierobon eligió una ruta poco habitual: subir por la quebrada del Sargento Mas, tomar la vía Murillo-Grajales, alcanzar la cumbre sur del Aconcagua.
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La idea era hacer cumbre por una vía no tradicional y descender por la ruta normal. Eran cinco integrantes, con equipos de la época, donados para las distintas expediciones. Pero el clima les jugó en contra: tras tres días de mal tiempo, solo pudieron llegar hasta los 6.000 metros y debieron abandonar el objetivo de la cumbre.
En el descenso, ya sobre el plano inclinado de la pirámide, resolvieron un paso técnico y avanzaron apenas unos 20 o 30 metros. Allí vieron unas pircas, esas pequeñas paredes de piedras que marcan un hito en la montaña, en un lugar donde sabían que ningún andinista solía acampar.
La curiosidad los obligó a desviarse. Esperaban encontrar alguna lata, una marca del ejército o algo que explicara esas pircas. Dos compañeros avanzaron primero, otros dos se quedaron tomando una foto panorámica y Pierobon, en el medio, recuperaba material luego del paso técnico.
De pronto, uno de los andinistas vio algo extraño. Pensó que se trataba de un cóndor, pero otro le respondió: “No puede ser un cóndor con plumas de colores, es un cráneo”. En ese instante se disparó la cámara de fotos, con un filtro UV, y un haz de luz cayó justo sobre el lugar del hallazgo.
Para el grupo, esa imagen fue casi un símbolo: algo venía “del cielo” a marcar el momento en que aparecía el niño inca, después de unos 500 años.
Juan Carlos Pierobon contó cómo encontraron la momia del Aconcagua en una expedición andinista de 1985.
Juan Carlos Pierobon contó cómo encontraron la momia del Aconcagua en una expedición andinista de 1985.
Qué dijeron los científicos sobre la momia del Aconcagua
Pierobon recuerda que, al ver las plumas y la forma del enterratorio, sospecharon de inmediato que podía tratarse de una momia incaica. Tenían una referencia cercana: años antes se había encontrado una momia en el cerro El Toro, en San Juan, en un contexto similar de rituales incas en alta montaña.
Además, uno de los miembros de la expedición era científico del CONICET, especializado en glaciología y geociencias. A eso se sumó un recuerdo clave: en la secundaria, un profesor de historia les había pedido que, si encontraban algo arqueológico, no lo tocaran y avisaran a especialistas.
“Ahí se me doctorizó”, cuenta Pierobon. Ese profesor era Roberto Bárcena, que años después se convertiría en el responsable de cuidar la momia en la Dirección de Arqueología y Etnología de Mendoza. Otro guiño del destino: el mismo docente que le dijo que no tocara nada terminó siendo quien la custodió.
El grupo decidió entonces no mover el cuerpo. Solo tomaron mínimos vestigios para demostrar el hallazgo y seguir bajando. En el campamento se cruzaron con el médico de otra expedición, el doctor Fiorentini, y le dieron la primicia. Él los animó a hacer una conferencia de prensa y dejar la tarea en manos de especialistas.
A partir de allí ingresó en escena el equipo del antropólogo Johan Reinhard Schobinger y la universidad. Se organizó una expedición específica para rescatar la momia del Aconcagua y estudiar el enterratorio completo, incluido el ajuar funerario.
El enigmático ritual detrás de las momias de los altares incas.
El enigmático ritual detrás de las momias de los altares incas.
Qué descubrieron sobre el ritual de la momia del Aconcagua
Los investigadores les confirmaron que se trataba de un ceremonial incaico. Elegían a un niño de la nobleza para ofrecerlo a sus dioses como parte del ritual de la capacocha, buscando buen clima, agua, cosechas y protección para el imperio.
El niño de la momia del Aconcagua habría sido entregado como ofrenda hace más de 500 años, en uno de los períodos de mayor expansión inca, cuando ya habían llegado los conquistadores españoles. La cordillera guarda varios santuarios similares, pero este hallazgo fue uno de los más completos.
En el lugar se recuperaron elementos del ajuar funerario: estatuillas, restos de animales ofrendados y piezas como el espóndilus, un bivalvo marino procedente de la zona del Ecuador, presente en otros enteratorios incas.
Con el tiempo, se hicieron estudios genéticos avanzados. En 2015, una investigación reveló que el niño tenía un genotipo que ya no se encuentra en la población actual, un linaje que se fue perdiendo con la llegada de los conquistadores. Para la ciencia, la momia del Aconcagua es una especie de “libro vivo” sobre el pasado andino.
Pierobon destaca que los arqueólogos decidieron no intervenir más el cuerpo. Con el material ya analizado, consideraron que futuras generaciones, con mejores tecnologías, podrían encontrar nuevas respuestas sin dañarlo.
Mitos, temblores y la “maldición” de la momia del Aconcagua
Con el tiempo, el hallazgo se rodeó de mitos. Uno de los más repetidos en Mendoza habla de una especie de “maldición” por haber bajado la momia del Aconcagua.
Pierobon recuerda que, justo el día antes de subir a rescatarla, el 26 de enero, hubo un movimiento sísmico en Mendoza. Muchos lo asociaron con el enojo de la montaña por la inminente extracción del cuerpo.
Otro mito dice que “dejó de nevar” porque la momia fue retirada. Incluso, en campaña, un candidato a gobernador llegó a prometer que la devolvería al cerro para que volviera la nieve. Al año siguiente nevó y muchos creyeron que la momia ya estaba de regreso, aunque eso nunca ocurrió.
Para el andinista, son relatos que hablan del impacto simbólico de la momia del Aconcagua en la cultura mendocina. Pero insiste en algo: más allá de los mitos, el eje debe ser el respeto a los pueblos originarios, a la historia y a la montaña.
El mito sobre la “maldición” de “la Momia del Aconcagua” y su relación con el terremoto de 1985.
El mito sobre la “maldición” de “la Momia del Aconcagua” y su relación con el terremoto de 1985.
Debate actual: qué hacer con la momia del Aconcagua
En los últimos meses, el tema volvió a la agenda. Según cuenta Pierobon, hubo una propuesta de la UNESCO para dar mayor visibilidad a los grandes hitos del imperio inca desde Colombia hacia el sur. En ese marco surgió la idea de construir un memorial en la entrada de la quebrada de Horcones.
El proyecto, tal como se lo mostraron, era una obra fastuosa y costosa. Algunos pueblos originarios, en cambio, reclaman que la momia del Aconcagua vuelva al lugar donde fue ofrendada, o al menos a la montaña.
Pierobon explica que devolverla exactamente al mismo punto es casi imposible. Él volvió a la zona en el año 2000 con un nuevo equipo de arqueólogos y comprobó que la erosión había modificado por completo el sitio: el filo donde estaba el enterratorio ya no es accesible como antes.
Otra opción que se discute es enterrarla nuevamente en la montaña, en una pirca simple, “entregándola a la Pachamama”. Pero eso, advierte, significaría perder una fuente de conocimiento invaluable. “Yo jamás quemaría un libro”, compara. Para él, tapar definitivamente la momia sería como prender fuego a un texto único sobre la historia de los pueblos andinos.
El andinista propone una salida intermedia: exhibir el ajuar funerario de la momia del Aconcagua en un museo de sitio, con participación activa de las comunidades originarias y con un enfoque educativo y cultural que respete el sentido del ritual.
El rol de los pueblos originarios y el respeto por la montaña
Pierobon reconoce que, en los años 80, casi no se hablaba de pueblos originarios ni se los convocaba a opinar. Hoy cree que son actores centrales en cualquier decisión sobre la momia del Aconcagua.
Sugiere consultar a referentes incaicos, huarpes y mapuches, con cuidado de no mezclar intereses políticos ni económicos. También propone que el turismo, si se desarrolla alrededor de la momia, incluya espacios para que las comunidades muestren su cultura y su cosmovisión.
Sobre la montaña, es tajante: “Nos enseñaron siempre a respetarla”. Recuerda las campañas de “montaña limpia”, la consigna de que toda la basura debe volver al valle y la importancia de proteger glaciares y periglaciares, clave en un contexto donde el agua vale más que el oro.
Para él, el mejor homenaje al niño inca hallado en la momia del Aconcagua es que todo lo que se haga se base en el respeto: a la ciencia, a la espiritualidad de los pueblos originarios y al ambiente de alta montaña que lo preservó durante siglos.