El transbordador espacial Challenger realizó unos diez vuelos durante los años 1984 y 1986. Su último despegue, televisado en vivo por la CNN, fue el fatídico. A los 73 segundos de haber sido lanzado desde la Tierra, se desintegró.
No era un vuelo común. Viajaban además de cinco astronautas, dos civiles. Entre ellos, una maestra “ejemplar” que debía impartir una clase magistral desde el espacio para sus alumnos. Se llamaba Christa McAuliffe y era profesora de secundaria. Su nombre se instaló en la prensa del mundo en aquel entonces como la recordada “heroína de América”.
El especialista en vuelos espaciales y autor de Huellas en la Luna, Diego Córdova, explicó a AIRE cuál era la misión del Challenger y qué fue lo que sucedió durante esos 73 segundos.
La carga del Challenger consistía en dos satélites, uno de ellos, llamado TDRS era para integrar una red de comunicaciones entre el transbordador y Houston. El otro se llamaba Spartan-Halley y era para estudiar el cometa que se aproximaba.
Además, el entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, impulsó por aquel entonces un programa llamado Teachers in Space, que llevaría a profesores al espacio en la décima misión del Challenger.
Antes de Christa McAuliffe, en vuelos anteriores del transbordador, habían volado otros civiles. “Voló un senador del Congreso de Estados Unidos, un ingeniero de una empresa contratista de la Nasa y hasta un príncipe árabe”, contó el investigador. Sin embargo, no todos veían con buenos ojos que volaran civiles.
“A raíz de este accidente del Challenger, la maestra McAuliffe fue la última civil en volar. La Nasa no permitió que volaran más civiles porque el riesgo era muy grave y los seguros y juicios que tuvo que afrontar también”, reveló.
McAuliffe tenía una reemplazante que se llamaba Bárbara Morgan y también era maestra. Eran muy amigas.
“Morgan no pudo volar y se salvó pero a ella le pegó mucho el fallecimiento de su compañera y amiga y siguió estando en la Nasa no como maestra sino como una persona cercana al programa espacial”, contó el entrevistado.
Años después, Morgan fue seleccionada como astronauta del grupo 18. En el 2007 pudo volar en el Endeavour que fue a la Estación Espacial Internacional (EEI) y en agosto del 2007 logró impartir las clases desde el espacio que tantos años antes había preparado su compañera y amiga, McAuliffe. La misión fue la STS 118 y partió el 8 de agosto del 2007. Allí, Morgan viajó no como maestra sino como astronauta profesional.
Una acumulación de errores
Al igual que lo que sucedió después con el Columbia, “lo del Challenger fue una acumulación de errores que los fueron corrigiendo con el tiempo”, explicó Córdova a AIRE.
Los transbordadores espaciales se componían principalmente por tres partes bien diferenciadas. El transbordador en sí, el tanque de combustible naranja, y dos cohetes aceleradores más pequeños en cada lado llamados boosters. “Estos cohetes están formados por segmentos unidos por juntas de goma”, explicó el investigador. Y siguió: “Estos anillos de goma se contraían demasiado con el frío y se dilataban mucho con el calor. Ese día, el 28 de enero de 1986, si bien era en Florida,las temperaturas eran inusualmente bajas y las juntas de goma de esos aceleradores se habían contraído demasiado”.
Esos cohetes contenían combustible sólido. “Cuando despegaba el transbordador, se empezaba a quemar combustible adentro y se formaba como una especie de viruta metálica que tapaba los orificios de esa goma contraída”, contó Córdova que agregó que hasta el accidente del Challenger todo venía saliendo bien.
Una vez que esos cohetes se separaban del transbordador, el lanzamiento continuaba normalmente y la misión también. Al igual que con el Columbia, la Nasa terminó normalizando una acción riesgosa.
“Aquellos días previos al despegue del Challenger las temperaturas fueron bajo cero. Los anillos de goma se contrajeron demasiado y la viruta no llegó a sellar esos orificios. Entonces salió una especie de lengua de fuego por allí y los boosters empezaron a vibrar hasta golpear el tanque que estaba repleto de combustible”, contó el investigador argentino sobre la falla del Challenger.
Sin embargo, aclaró un detalle importante: “Cuando el cohete lateral golpea el tanque de combustible hace tambalear al transbordador y a la velocidad que iba, más que explotar, en realidad se desintegró por haber perdido la aerodinámica como pasó con el Columbia después”, reveló.
“El transbordador tenía que despegar de una manera muy particular, con una inclinación determinada. Si no despegaba de esa manera, al chocar con la atmósfera se desintegraba y eso es lo que pasó. De hecho, la cabina salió entera con los siete tripulantes y se supone que durante unos segundos estuvieron con vida aunque seguramente no habrán entendido nada de qué fue lo que pasaba en esos vertiginosos momentos. Se supone que el fallecimiento fue por impacto en el agua. A la velocidad a la que iban era imposible que sobrevivieran”, dijo.
Lo que se observa en los videos como una explosión es en realidad un fogonazo generado por el derrame de combustible. “Como fue al poquito tiempo de despegar el combustible estaba íntegro y se combustionó. Se desintegró por pegarle de una manera no aerodinámica a las capas de la atmósfera, donde estaba en ese momento”, agregó el especialista.
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Durante los primeros minutos después del accidente, el director de rescate de lanzamiento de la Nasa inició los procedimientos de recuperación, ordenando que los barcos utilizados por la agencia espacial para recuperar los cohetes aceleradores sólidos acudieran al punto donde la nave había impactado con el agua. El 1 de mayo de ese año ya se había encontrado una parte suficiente del cohete acelerador sólido derecho para determinar la causa original del accidente, y se puso fin a las operaciones de rescate principales.
Los restos identificados de la tripulación fueron devueltos a sus familias el 29 de abril de 1986. Dick Scobee y Michael J. Smith fueron enterrados por sus familias en el Cementerio Nacional de Arlington. El teniente coronel Ellison Onizuka fue enterrado en el Cementerio Nacional Conmemorativo del Pacífico de Honolulu (Hawaii).
Los restos no identificados fueron enterrados conjuntamente en el Monumento al Transbordador Espacial Challenger de Arlington el 20 de mayo de 1986.
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