Lejísimos del discurso de algunos ilusionados que pretendían que la pandemia era “un respiro para el ambiente”, los datos científicos muestran que la atmósfera terrestre nunca estuvo tan contaminada como ahora con dióxido de carbono. Esto se debe, según los expertos, a la actividad humana a través de la quema de combustibles fósiles y a la deforestación, principalmente.
Según el gobierno estadounidense, el pasado 3 de abril se midieron 421,21 ppm (partes por millón) de dióxido de carbono (CO2) en el Observatorio Mauna Loa en Hawai. Se trata del promedio diario registrado más alto de la historia y que por primera vez supera las 420 ppm. Hace un año, esos valores rondaban las 415 ppm.
Desde el Panel Intergubernamental contra el Cambio Climático (IPCC) estiman que la mitad del dióxido de carbono emitido por actividades humanas termina acumulado en la atmósfera, mientras que la otra mitad es capturada por la vegetación y los océanos. El gas permanece concentrado allí durante cerca de cien años, lo que plantea las dificultades de las estrategias de lucha contra el calentamiento global, que deben contemplar el largo plazo además de las urgencias.
Cada vez más contaminación
Las emisiones antropogénicas (generadas por el humano) crecen sin cesar desde el siglo XVIII, cuando la revolución industrial cambió para siempre la historia del capitalismo mundial y la forma de producir y consumir en el mundo. Tal como vienen señalando los científicos desde los años ’80, en las últimas décadas ese aumento ha sido cada vez más veloz.
Es así que, al día de hoy, la concentración de CO2 es casi un 50% más alta que cuando la humanidad comenzó a quemar combustibles fósiles a gran escala, según el IPCC. “La quema de carbón, petróleo, gas y la tala de bosques son los principales responsables” destacaron los científicos.
Al día de hoy, la concentración de CO2 es casi un 50% más alta que cuando la humanidad comenzó a quemar combustibles fósiles a gran escala.
Según ese organismo internacional, los registros muestran que la concentración global promedio de ese gas en la atmósfera entre 1750 y 1800 fue de alrededor de 278 ppm, el valor que se utiliza como parámetro de la era preindustrial. Desde entonces, ese valor no ha parado de crecer para llegar en marzo pasado a niveles de 417 ppm, un aumento del 50% sobre el promedio de 1750-1800.
Humedales como aliados
Está comprobado que los océanos y la vegetación absorben aproximadamente la mitad de las emisiones contaminantes, mientras que la otra mitad permanece en el aire durante unos 100 años, lo que genera el efecto de calentamiento global.
Dentro de los ecosistemas que más ayudan a “limpiar” dióxido de carbono están los humedales, que brindan decenas de servicios ecosistémicos beneficiosos para el ser humano entre los cuáles está su rol destacado para mitigar los efectos de la contaminación atmosférica.
“Los humedales, antes considerados como zonas insalubres, son en realidad terrenos medioambientalmente muy valiosos por los múltiples servicios que ofrecen, incluido la captura y almacenamiento del CO2 atmosférico” señala un documento de la Fundación Humedales.
En un contexto de crisis climática global, estos ecosistemas que cubren más del 20% del territorio argentino se vuelven aliados clave gracias a su papel de los humedales como sumideros de carbono y reductores de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
“La buena gestión de los humedales no solo contribuye a la conservación de la biodiversidad, sino que además puede ayudar en la lucha contra el cambio climático” explican los expertos. En cambio, una gestión inadecuada de estos humedales “convierte estos ecosistemas en emisores de gases de efecto invernadero y, en consecuencia, grandes enemigos para el medio ambiente”, tal como ocurrió durante la enorme crisis por las quemas durante 2020.
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