Jardines cerrados por la pandemia: testigos de las secuelas del freno en la educación de los más chicos

Jardines cerrados por la pandemia: testigos de las secuelas del freno en la educación de los más chicos

Las salitas siguen vacías. Jardines y padres del gran Santa Fe cuentan cómo esta situación está afectando la primera infancia.

POR VALENTINA FASSI

Hace más de seis meses que las escuelas están cerradas y con ellas las salas que reciben a bebés de 45 días hasta chicos de cinco años. La primera infancia está siendo afectada por la pandemia. Tristeza, angustia, irritación, cambios de conducta y retrocesos en el aprendizaje; son algunas de las secuelas que empiezan a salir a la luz. Las voces de los testigos de los efectos en los más chicos.

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Romina Donnatti es la mamá de Conrado Velázquez de dos años. Su hijo iba todos los días a un jardín maternal particular desde los cinco meses. A mediados de marzo de este año, como todos los chicos, no pudo volver por el cierre de establecimientos educativos ante la llegada al país del coronavirus.

En ese momento sus papás también estaban en casa y, si bien fue abrupto el cambio de rutina, había tiempo para compartir en familia en su vivienda ubicada en los alrededores de Rincón. Pero Conrado dio la primera señal, dejó de comer solo como lo venía logrando.

Al poco tiempo los papás volvieron a trabajar y su hijo hoy queda al cuidado de una tía. A Donnatti no solo le preocupa la falta de sociabilización de su único hijo con nenes de su edad, algo que hoy genera en él desesperación y nervios cuando ve otro nene por la calle o en la tele; sino también el aprendizaje. “Los primeros tres meses que estuvimos en casa le dedicaba más, pero después con el trabajo y la casa no tengo mucho tiempo. Las actividades que hacía en el jardín no son las mismas que yo le puedo enseñar”, admite la mamá.

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Claudia Cabral es mamá de Maia Tabarez y viven en Santa Fe. Su única hija tiene cinco años y el primer tiempo de aislamiento le produjo miedo a salir de su casa. Su mamá contó además que comenzó a retomar costumbres que ya había abandonado, como tomar mamadera y acostarse en su panza. Maia tiene muy presente el coronavirus, a pesar de que tratan de no mirar las noticias ni hablar de la enfermedad; pero sí de los cuidados de higiene y medidas de distanciamiento que esta implica.

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El año que viene la nena arranca primer grado, pero la pandemia la sorprendió en su último año de la educación preescolar. “Cada vez que se acuerda del jardín se pone muy triste, le dan ganas de llorar”, contó su mamá.

Para Cabral es “mucho” lo que su hija perdió a nivel pedagógico, porque sostiene que aunque ella está con su hija todo el día -gracias a la licencia de cuidado que le permitió tomar su trabajo- “no es lo mismo” y destacó el rol de las maestras que en medio de la pandemia dijo que hay que valorar. A pesar de esto, no cree que sea el momento para regresar a las aulas. No solo por el virus, sino por “el miedo” que sumarían los “no” de los protocolos.

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La psicopedagoga Jorgelina Cardozo (Matrícula N°470) explica que la cuarentena fue un cambio “rotundo” en la rutina de los más chicos. “Hay muchos que están desde edad tempranas en el Jardín y es como una extensión de su hogar, es parte de su vida”, recordó la especialista.

Contó que hoy los padres llegan con consultas porque empezaron a notar en estos meses “mucha” irritabilidad en los niños, además de retroceso de adquisición, terrores nocturnos y berrinches. La explicación es que se trata de “manifestaciones emocionales que a los más chicos les cuesta poner en palabras y las demuestran desde los físico”, señaló Cardozo y destacó que en la contención de esto la familia cumple un rol primordial.

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La primera infancia es la etapa más importante del desarrollo humano, donde se consolidan las bases cognitivas, emocionales y sociales sobre las que se construyen personalidades y futuros.

El aislamiento por el coronavirus puso un freno a la presencialidad de este aprendizaje que no puede despegarse del contacto con el otro cuando el lenguaje corporal -a falta del desarrollo completo de la oralidad y más de la escritura- es el principal del que se vale la educación inicial.

Y aunque los esfuerzos de los docentes por mantener los vínculos de manera virtual, con actividades, videos y encuentros online siguen siendo muchos; lo cierto es que los nenes hoy extrañan el abrazo de la seño, la mano del compañero en una ronda de juegos y la hora de la merienda en la mesa compartida del Jardín.

Audios como el de Fermín, que tiene cinco años, llegan a diario a las seños, en medio de la incertidumbre de la cuarentena y el miedo al coronavirus.

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Vanina Ordoñez está al frente de un jardín maternal particular (La Casa del Campo) que se encuentra ubicado en la ciudad de Rincón. Este tipo de instituciones, aunque están lejos de ser simples “guarderías”, reciben muchas a los chicos de edades tempranas -desde los 45 días- y además de ser un lugar de aprendizaje para los nenes resuelven la organización familiar a partir de la necesidad laboral de muchos papás. “Todos los días me escriben los padres para ver si hay novedades. Muchos enviaron notas al municipio pidiendo que volvamos. Los nenes también quieren volver”, contó la docente.

La situación de estas instituciones es compleja. No son escuelas reconocidas por el Ministerio de Educación y por lo tanto, pese a que cumplen un rol educativo y debieron acatar el cierre anunciado por la cartera en marzo, no reciben subsidio del Estado y solo mantienen la estructura de un espacio apto para el aprendizaje de los más chicos, con docentes y personal capacitado, con el aporte mensual de los padres que ante la emergencia, en muchos casos, debieron destinar ese dinero a otras formas de cuidado o necesidades. En este contexto, Ordóñez quiere volver a recibir a los niños para que continúen de manera presencial las clases.

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En este punto la psicopedagoga Cardozo piensa distinto. “En lo personal creo que la educación es primordial, pero debemos priorizar la salud”, sostuvo la especialista. Aclaró que a la difícil situación económica de los jardines hoy también la “padece” y comprende la necesidad de cuidado que tienen los padres que trabajan, pero señaló que la dificultad de limitar el contacto físico en la presencialidad es el mayor obstáculo para un regreso en el momento en que los casos de coronavirus siguen en aumento. Aunque agregó que la situación es muy cambiante y el momento de volver puede ser cuando la situación sanitaria lo permita o esté la vacuna disponible.

Por su parte, Ordoñez reconoce que a pesar de los protocolos en el jardín maternal no se puede el mantener distanciamiento; pero sí tomar medidas para reducir los riesgos, como pedir certificados de aptitud física, declaraciones juradas de que no cursan enfermedad, tomar la temperatura, reducir los grupos e implementar turnos más cortos que permitan al menos un sistema mixto de presencialidad y virtualidad, para que se vaya volviendo de manera gradual.

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Para la directora del Jardín N°285 “Manuel Belgrano” de Sauce Viejo, Fernanda Taborda, lo más afectado en los niños por el cierre de los jardines es el vínculo afectivo y los aspectos de la vida social. “Los chicos ya no quieren más clases virtuales y videos. Quieren volver y nosotros también estamos en la disyuntiva de qué es lo correcto”, sinceró.

Contó que debieron recurrir a las nuevas herramientas digitales y que descubrieron que se puede enseñar a los más chicos, o al menos intentarlo, a pesar de la virtualidad. “Hemos logrado tener vínculo con la mayoría. Esto no quiere decir que respondan a la propuesta, pero al menos logramos el contacto con los papás”, indicó.

Las familias hoy son para la educación de los más chicos esenciales. Son los adultos aquellos con quienes las instituciones debieron acordar una alianza estratégica para continuar con el proceso de enseñanza. Pero las realidades, los tiempos, las situaciones, son muy diversas y esto influye también en los más chicos.

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Para Taborda las familias están “dando todo”, pero hoy el problema es “la falta de estar en contacto con una metodología de enseñanza” que es propia de las docentes que se forman en esta especialidad. La directora explicó que en esta etapa se encuentran con que habitualmente lo que se evalúa es el proceso, algo que hoy se están perdiendo por la distancia. Y en el momento del encuentro virtual lo que observan muchas veces es lo que los papás quieren mostrar de sus hijos y no el resultado del aprendizaje, que además muchas veces no es el esperado. “No es un tema de contención. El enseñar no es para todos”, agregó.

En cuanto al aprendizaje, la psicopedagoga Cardozo reconoce que hay conocimientos que por la falta de la presencialidad “no se van a dar naturalmente”, pero es “esperanzadora” y prefiere hablar de “un año de aprendizaje diferente y desde lo cotidiano en el hogar” a la par de su creencia en que hay que "resignificar" la manera de enseñar y aprender a partir de esta nueva realidad.

Rosalía Valdéz es directora del Jardín N° 1.207 Doctora Sara Faisal, que es una institución privada ubicada en el sur de la ciudad capital, y también cree que este momento coyuntural es una oportunidad.

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Si bien la docente insiste en que el jardín es el nivel que “más necesita” la presencialidad para formar el vínculo con los alumnos, que considera es la base del aprendizaje; la virtualidad fue para los docentes un desafío, y sigue siéndolo; pero sostiene que despertó en ellos una gran creatividad y abrió las puertas para repensar la educación. "Uno en el jardín ya sabía cómo venían las actividades y ahora lo tenemos que pensar para ver cómo motivo al nene para que después pueda internalizarlo", agregó.

Valdez indicó que los docentes trabajan hoy no solo para los niños, sino también para darle las herramientas y alternativas necesarias a los papás, que hoy son clave en este equipo. Y así es como para la docente los chicos "siguen aprendiendo en la casa". "Acá nuestra fuente fundamental son los papás. Si el papá no está motivado y no tiene ganas, el nene tampoco. Dependemos más que nunca de los papás. Siempre decimos que el jardín entró en la casa y agradecemos de corazón que nos reciban", recordó.

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Pero si hay algo tienen en claro es que cuando todo esto pase, el primer punto a trabajar con los más chicos será el aspecto emocional porque reconoce que hay vínculos que se pueden ver resentidos. "Después de tantos meses los niños aislados, vamos a tener que trabajar mucho lo emocional, la socialización; esto de poder estar trabajando con el otro, el compartir las cosas en común", comentó. A esto también sumó la importancia de trabajar en la contención de los propios docentes, que también están atravesados por la problemática sanitaria e inmersos en cambios.

¿Estuvo en la mesa de la toma de decisiones las secuelas que el freno a la educación iba a dejar en los más chicos? ¿Están dadas las condiciones para que se recompongan los vínculos que permiten el aprendizaje? Sin dudas entre tantos interrogantes y una realidad cambiante solo queda la esperanza de la resiliencia de un sistema educativo que está construido por actores que buscan dar lo mejor que pueden para que el resultado sea el mejor posible.