Desde Juan Carlos Denis y Los del Bohío, un repaso histórico y emocional sobre la música que salió de Santa Fe y puso a bailar a todo el país.
Desde Juan Carlos Denis y Los del Bohío, un repaso histórico y emocional sobre la música que salió de Santa Fe y puso a bailar a todo el país.
POR AGUSTÍN VISSIO
“¿Se puede hacer una revolución con unas cuerdas?”, escribió Franco en un documento que recién estaba comenzando. La respuesta era sí. Una revolución que te hace bailar, que te hace mover. A casi 10.000 kilómetros de casa, sentado solo frente a una notebook y con casi 35°C, la nostalgia lo empezó a invadir mientras pensaba en el tema de su tesis de maestría: la cumbia santafesina.
Madrid estaba caluroso y la humedad colapsaba el ambiente. Con el cuerpo pegajoso, por un momento Franco cerró los ojos e imaginó un escenario diferente: ese mismo clima, pero caminando sobre un césped bien acolchonado. A lo lejos una pileta, sonrisas y gritos que se multiplicaban mientras algunas brasas ardían debajo de una parrilla. Mientras posaba sobre su mano un pequeño vaso de cerveza que acababa de servir desde un barril, una cumbia a todo volumen hacía que sus pies fluyan al compás de un punteo agudo de una guitarra. Sonrió nostálgico.
Al abrir sus ojos, en la pantalla aún titilaba la barra que marca la escritura sobre el procesador de texto en el que estaba trabajando. “¿Se puede hacer una revolución con unas cuerdas?”, eso es todo lo que tenía redactado. Ingresó a YouTube en una pestaña nueva y buscó “Juan Carlos Denis - Los del Bohío”. De esa manera se inyectó un shock de ánimo para continuar con su trabajo académico. Mientras el parlante irradiaba cumbia, su casa ya no estaba tan lejos, su familia, sus amigos, amigas y los buenos momentos tampoco.
En esa cumbia con “viola” que sonaba estaba la respuesta a la pregunta que se había hecho en un principio. “El padre de la cumbia santafesina”: así lo bautizaron a Juan Carlos Denis. Nada más y nada menos. El guitarrista que se inició desde muy joven en la música tropical, revolucionó la cumbia acariciando cuerdas y fue el artífice de introducirle este instrumento al género para darle una identidad única a lo que se hace en las tierras del Brigadier López. La explosión que generó fue de tal magnitud que irradió su música a toda la ciudad de Santa Fe, la provincia y en poco tiempo puso a bailar a todo el país.
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A Denis le apasionó la música desde muy pequeño. Caminaba por los bares para ver tocar a los grupos y quedaba perplejo ante la magia cumbiera. Había uno que le llamó poderosamente la atención: Los Cumbiambas. El conjunto era liderado por “Miguelito” Carranza, a quien observó con atención durante largas jornadas. El mencionado artista se enteró del fanatismo del adolescente y sus dotes y un día lo llamaron. Recibió el ofrecimiento más esperado: la oportunidad de poder demostrar sus dotes artísticos y trabajar con ellos. Empezó a tocar allí en 1966 con apenas 16 años, sin saber el papel protagónico que le tendría guardado la historia. De esa manera inició su camino de ganarse la vida con lo que amaba. “Fui un tipo de mucha suerte”, citaba una noticia que le daba voz al músico.
Franco, compenetrado con el arpegio que regalaba la Fender Stratocaster color borravino de Denis empezó a bucear por la historia de Los del Bohio, la banda fundada por el propio guitarrista en 1976. La irrupción de la guitarra eléctrica en la escena tropical marcaría la diferencia con el resto de los grupos. Con temas propios, Juan Carlos relató las sensibilidades que se vivían en los barrios, hizo de la cumbia algo más melódico y le agregó una pizca de melancolía.
Si bien a Denis se lo considera el “padre” de este ritmo, los músicos y las músicas que construyeron los cimientos de este género fueron cientos o miles. La cumbia es un mundo que va más allá de los y las artistas: hay plomos, sonidistas, choferes, productores, etcétera, etc. Atrás de la alegría y festividad que genera la música hubo sacrificios, tropiezos y amarguras en un camino en el que quiénes levantaron las banderas cumbieras empezaron bien desde abajo, para terminar modelando algo que hoy por hoy no puede faltar en ninguna fiesta.
Mientras Juan Carlos Denis caminaba por el sendero que lo depositaría en el éxito y la popularidad musical, una sombra amiga y protectora lo acompañaba. Se trataba de Robustiano “Chani” Guitiérrrez. Un nombre fundamental que se transformó en uno de los cimientos para el género tropical. Chani tenía varias disquerías en la capital provincial y fue el productor que le propuso hacer el primer disco al guitarrista. “Se le ocurrió la locura de hacer grabar a un conjunto santafesino”, dijo el Denis en un reportaje que escuchó Franco por YouTube.
Chani miraba de reojo y hasta renegaba de la cumbia con guitarra, pero apoyó ciegamente a su amigo y en 1978 con la productora MRG grabaron en Buenos Aires el primer long play de Los del Bohio: “A mi gente”. Explotó. Terminó siendo un antes y un después para la música tropical.
Al poco tiempo, mientras la mirada de Denis recorría las calles del conurbano vio que afuera de un baile había un cartel que decía “Los del Bohio - cumbia santafesina”. “Cumbia santafesina”: esa frase le quedó resonando en su cabeza, lo hizo caer y ser consciente que la cumbia de su ciudad empezaba a ser identificada con su cumbia, esa que tenía cuerdas. Denis había logrado lo que muchos no pudieron, había roto las fronteras locales para instalarse en uno de los cordones más populosos de la República Argentina.
Gutiérrez se convirtió en un personaje fundamental e indispensable para Los del Bohío, pero también para la cumbia local. Trabajó y produjo discos para Los Palmeras, Yuli y Los Girasoles, Grupo Alegría, Los Lamas, Pastor de los Santos, Grupo Trinidad y otras tantas decenas de bandas santafesinas. No solo fue impulsor del género, sino un defensor a ultranza de la música local. Era muy querido en el ambiente tropical y tal es así que el 5 de noviembre, jornada en que falleció en 1992, se transformó en el “Día de la Cumbia Santafesina”.
Mientras realizaba su investigación, Franco notó que en la década del 80 surgieron muchos grupos que nacieron con el ADN que Denis le impuso a su banda. Se inclinaban a la guitarra, por sobre el acordeón o instrumentos de viento. Por ejemplo, Víctor Salvador Duarte, que fue el primer vocalista de Los del Bohío, dejó el conjunto para formar Los Lamas. Lo mismo ocurrió con Juan Carlos Mascheroni, más conocido como el “Banana”, que fue el reemplazo de Duarte unos años y luego se fue para fundar Los del Fuego, también con una guitarra como protagonista principal.
“La cumbia santafesina fue creciendo y los grupos proliferaron. No solamente los que tenían guitarra, sino bandas como Los Palmeras o Grupo Alegría en las que el acordeón le daba el toque distintivo. A su vez, los instrumentos de viento también ocupaban parte de la escena con Los Cartageneros o Grupo Teorema. Mucho más adelante se bifurcaría por otro camino de la cumbia una parte más romántica que tuvo como gran exponente a Leo Mattioli”, escribió Franco. Pero vaciló. No se sintió conforme con ese párrafo porque sintió que estaba dejando fuera a un montón de artistas y conjuntos como Grupo Cali, Grupo Trinidad, Coty Hernández, Los Tekilas, entre otros tantos.
El estudiante santafesino sintió el golpe de la distancia y agarró su celular. Abrió WhatsApp y decidió llamar a su abuelo.
–¡Hola nene! –se escuchó un grito feliz del otro lado.
–¡Hola abuelo! –respondió Franco mientras una sonrisa se le iba dibujando lentamente por su cara–. Te llamo porque quiero preguntarte un par de cosas sobre la cumbia, viste que estoy haciendo un trabajo sobre ese tema.
–Bueno, querido. Te escucho.
–¿Qué recordás de los inicios de la cumbia? Lo que te acuerdes.
–Mirá, la cumbia empezó siendo un género que no llegaba a toda la ciudad, pero con el tiempo fue cambiando y se hizo muy popular. Se escuchaba en las zonas que estaban por fuera del centro de la ciudad. Pero, ¿sabés que era lindo, nene? Los bailes…
El abuelo de Franco ingresó al túnel del tiempo y volvió a las épocas en donde Santa Fe estaba minada de bailes, las décadas doradas de los 60, 70 y parte de los 80. Eran parte del paisaje de las diferentes barriadas e iban las familias completas. Kimberley, Central Centenario, Vecinal Barrio San Lorenzo, República del Oeste, el Sirio Libanés, La Rural, Sargento Cabral, el Centro Gallego, el Centro Friulano, el Prado Español, la Vecinal Fomento 9 de Julio, el Club Mayoraz, el Club Central de Guadalupe y Villa Dora son solo algunos de los que funcionaron y aún funcionan.
–Ahí vos tenías para comer, para tomar y te encontrabas con familias amigas enteras. Era muy lindo, como la época de los carnavales en donde Santa Fe se vestía de fiesta y la algarabía duraba días y días. Hay una anécdota que recuerdo tiene que ver con Juan Carlos Denis. Había ido a Centro Gallego a un baile porque tocaban Los del Bohío. Allí vi la magia de ese artista, el tipo era tan genio que ¡tocó la guitarra con un vaso!
–¿Con un vaso? –repreguntó con sorpresa el nieto.
–Claro, con una mano punteaba y con la otra apretaba las cuerdas con un vaso. De locos.
Franco, algo emocionado, cortó con su abuelo. Salió a dar una vuelta por el barrio donde estaba alojado desde hacía algunos meses y tras unos 15 o 20 minutos de caminata volvió a sentarse frente al escritorio. Durante el recorrido escuchó un varieté de grupos, puso Los Palmeras, algo de Los del Fuego, un par de temas de Grupo Cali, retrocedió en el tiempo con Los Cumbiambas y Los Cartageneros.
Durante esas cuadras añoró estar en su tierra. Soñó caminar por Bulevar en medio de la previa de un partido con la voz de Coty Hernández de fondo. Pensó en los asados en la quinta de su tío y visibilizó un vaso de cerveza, sintió el calor y a sus amigos cerca. Revivió la felicidad de aquellas jornadas. De repente los auriculares se apagaron: se habían quedado sin batería. De golpe volvió al tono gris que tenía Madrid ese día.
Abrió la puerta del hall del edificio viejo en donde vivía, saludó a una vecina y subió las escaleras. Escalón por escalón empezó a hilvanar ideas en su cabeza y la cumbia se hizo presente a pesar del silencio. Aquel ritmo sintetizaba la vida –pensó–, hay alegría, están las amistades, la familia y la fiesta, pero también las tristezas, la melancolía y el desamor que reflejaban sus letras.
Todo eso se concentraba y explotaba en su mente cada vez que la Fender Stratocaster de Denis rugía. Un hombre que al calor de las húmedas orillas de la capital santafesina inició una revolución con apenas seis cuerdas. Una revolución que hoy no tiene dueño y no hace más que generar sonrisas y mover los pies al compás de una buena cumbia.
*Agradecimientos: libro "Así nació la Cumbia Santafesina" de Hugo Alberto Miguel y serie documental "La Cumbiecita"