POR SONIA TESSA
POR SONIA TESSA
Un gran mástil y la proa de un barco: la postal más conocida de la ciudad de Rosario es el Monumento Histórico Nacional a la Bandera. Inaugurado en 1957, después de 14 años de idas y vueltas, esta construcción en forma de barco es paseo obligado para turistas, lugar de encuentro, escenario de manifestaciones y festivales artísticos.
Los ecos del multitudinario acto de cierre de campaña de Raúl Alfonsín (1983), festivales, recitales, festejos de fin de curso, marchas y manifestaciones por causas de todo tipo se congregan allí. La vida de la ciudad palpita en la nave de mármol travertino de San Juan, que le dio significado al vértice triangular que forman las calles Córdoba y Santa Fe en el Parque Nacional a la Bandera, a metros del río Paraná.
La escultura la Patria Abanderada domina el frente de la proa del "barco".
En ese preciso lugar, el 27 de febrero de 1812, el general Manuel Belgrano izó la bandera nacional por primera vez. La ciudad, sin fundador ni fecha cierta de creación, se inscribe en la historia nacional por esa decisión histórica. Y el Monumento le da sentido.
La patria abanderada es la escultura del frente de la proa. La inscripción es una dedicatoria: “La patria a su bandera”. La escultura lleva una caña tacuara como asta, en homenaje a los pueblos originarios. Las ojotas simbolizan la patria gaucha. El proyecto nacionalista recuperaba esos símbolos, que habían sido rechazados durante el proyecto histórico de la generación del 80.
El arquitecto e ingeniero Ángel Guido fue el creador -junto a Alejandro Bustillo, que luego no participó de la construcción- del proyecto que ganó, en 1939, el concurso para construir el Monumento a la Bandera.
Su imagen es icónica: la nave de la grandeza de la patria surcando el río Paraná hacia el mar. Miles de personas lo visitan por año. Antes de la pandemia, en 2019, recibió más de 35.000 visitantes.
¿Cuántas de las personas que llegan al Monumento se detienen ante los detalles que lo convierten en un manifiesto histórico y político para la posteridad? ¿Quién sabe lo que simbolizan sus esculturas, sus bajorrelieves y sobrerrelieves?
Elsa Vicente, la guía que acompañó al equipo de AIRE junto a Alejandro Croppi.
Una visita con la guía experta de Elsa Vicente y Alejandro Croppi despliega cada uno de esos mensajes. Vicente señala que el Monumento es único en el mundo: se puede pasear dentro de él, y hacerlo siempre al aire libre.
La Proa rememora la Revolución de Mayo, y está compuesta por tres elementos: la proa del barco, la torre y la cripta.
En la proa, además de La patria abanderada, se pueden apreciar las esculturas que simbolizan, sobre calle Córdoba, el río Paraná representado por el escultor José Fioravanti y sobre calle Santa Fe, el Océano Atlántico, realizado por Alfredo Bigatti.
La torre, de 70 metros de altura, fue durante años el punto más alto de la ciudad. Para llegar al diseño final, Guido hizo doce bocetos, que pueden apreciarse en un libro online en la página oficial del Monumento.
Sobre la torre están esculpidas las figuras de los puntos cardinales: el Este, trigo y sol naciente; el Oeste, Andes del mineral y la vid; el Norte, historia vinculada al corazón de los incas y el Sur, patagónico y antártico con el epicentro cósmico de la Cruz del Sur.
“La historia es parte de la vida misma, y en el Monumento se representa el tiempo en que fue construido, cómo se pensaba el futuro, el país y el Estado en ese momento. Se pensaba en un Estado potencia, por eso es una arquitectura monumental. Ante una inminente Segunda Guerra Mundial, Argentina era el granero del mundo”, dice Elsa Vicente, guía didáctica, que se apasiona al recorrer uno por uno los elementos de un monumento que tiene 140 metros de largo.
Los bajorrelieves que se pueden apreciar desde el escenario del Monumento tienen como protagonistas a San Martín y Belgrano. Elsa es gráfica: del lado de adentro, la figura es Belgrano. Fioravanti plasmó en el mármol el primer izamiento de la bandera. Sobre calle Santa Fe, Bigatti representó el juramento a la Bandera en Jujuy, el 25 de mayo de 1812.
San Martín también está presente en el Monumento, en un bajorrelieve que muestra el juramento de la bandera de los Andes.
Del lado de afuera, siempre en la proa, se puede ver a las Damas Mendocinas que bordan la Bandera de los Andes, representadas por Fioravanti. Y del otro lado, el juramento de la Bandera de los Andes. En las puertas de la Cripta se encuentran los relieves del Ideal, realizado por Bigatti, y la Gloria, esculpido por Fioravanti.
El conjunto de la proa lo cierra la cripta. Allí adentro, según el proyecto original, debían descansar los restos de Manuel Belgrano. Se interpuso un obstáculo: la propia voluntad del creador de la Bandera, quien pidió quedarse para siempre en el convento de Santo Domingo, en Buenos Aires.
La cripta que se construyó para que descansen los restos de Manuel Belgrano, pero el prócer sigue en el Convento de Santo Domingo en Buenos Aires.
De ese modo, allí puede apreciarse una escultura que simboliza todas las facetas del abogado, economista, político y militar, una tarea que asumió por necesidad histórica.
El patio cívico representa el largo camino que debió recorrer el país hasta su regularización.
El patio cívico simboliza el largo camino de la Patria hacia su regularización: entre 1810 y 1853. Su nombre oficial es “Escalinata cívica monumental”. “Es como un ascenso hasta la organización del Estado, que la marca el Propileo donde está la llama votiva. En la Proa se simboliza la lucha contra un poder exterior, y durante ese camino, las luchas internas hacia la organización del Estado. En su conjunto es un ascenso arduo, dificultoso y se ideó así para que uno se canse, para que vea el sacrificio que le costó a nuestra gente”, sigue Elsa Vicente.
Las escaleras del patio cívico se pensaron con la idea de que el ascenso sea arduo y dificultoso, como la construcción del Estado durante el siglo XIX.
La construcción del Monumento fue trabajosa. “Lo primero que construyeron fue la torre con la cripta, después fueron haciendo el Patio Cívico y por último el Propileo. O sea, fueron tres etapas, muy marcadas por la falta de presupuesto”, cuenta Croppi.
Su construcción fue objeto de peleas entre el gobierno local y el central. La última etapa demandó una participación ciudadana: fueron estudiantes de las escuelas de la ciudad quienes vendieron postales para juntar el dinero que permitiera terminar el Monumento a la Bandera.
El conjunto original se cierra con el propileo, y la llama votiva, llamada popularmente el “monumento al soldado desconocido”. Siempre prendida, en homenaje a quienes dieron su vida por la Patria -así, en mayúsculas- allí descansan los restos de algunos combatientes de la batalla de San Lorenzo, en 1813, que fueron trasladados desde el convento de San Carlos durante la construcción.
Escondidas, en las galerías laterales, están las cuatro esculturas que simbolizan la Gran Patria Americana (así lo pensó su creador), en sus cuatro etapas Indígena, Colonial, Constitucional y Futura.
Así como en la Proa se leen frases de Belgrano, el propileo está destinado a dejar inscriptas algunas del Himno Nacional Argentino, en los muros externos.
Escenario de la jura a la Bandera de miles de alumnas y alumnos de escuelas primarias, el Monumento forma parte de la vida de Rosario. Las visitas pueden apreciarlo como una puerta de entrada al proyecto de ciudad.
La historia del Monumento a la Bandera, los intentos previos de construirlo que resultaron fallidos, también forman parte de la identidad de la ciudad.
Y dejaron una huella que, desde 1997, puede apreciarse a cielo abierto. El entonces intendente Hermes Binner concretó el Pasaje Juramento, donde se instalaron 10 esculturas realizadas por Lola Mora para el Monumento proyectado en 1910, en ocasión del Centenario de la Revolución de Mayo.
La artista tucumana demoró algunos años en enviar su trabajo. La comisión Pro Monumento lo desestimó, y esas esculturas estuvieron, durante años, en diferentes espacios, a la deriva.
Hoy son exhibidas en forma individual, fuera del conjunto en el que se pensaron, y por eso parecen incompletas. En realidad, Lola Mora las proyectó como una unidad, donde se podía ver el éxodo jujeño como parte de un pueblo que luchó por su libertad.
“El conjunto iba a ser muy hermoso. La idea de ese país tenía como imagen central la libertad, el dejar hacer de un Estado que se retira. En cambio, en el proyecto de Ángel Guido tenemos presente el nacionalismo, toda la simbología de una identidad nacional donde el Estado es potente”, sintetiza la guía Elsa Vicente.
La galería en honor a las banderas, otro lugar que se puede visitar en el Monumento a la Bandera.
Son unos pocos pasos de diferencia: la historia de las ideas se muestra a cielo abierto en una ciudad que convirtió al 20 de junio –día de la muerte de Manuel Belgrano- en su fecha patria principal. ¿Por qué no fue el 27 de febrero? El calendario escolar requería esa modificación.
Sea por interés en la historia, la arquitectura o simplemente para apreciar los ecos de la vida de una ciudad, el Monumento es una puerta para conocer una ciudad diversa, cosmopolita y llena de tensiones.