POR AGUSTÍN VISSIO
El pie se mueve, sube y baja marcando una circunferencia. La bicicleta se desliza algo lenta, sin prisa pero sin pausa. Un broche en cada uno de los extremos de la botamanga acompaña el pedaleo evitando que el pantalón toque la cadena oxidada de tanto ir y venir por las calles capitalinas. En el canasto delantero lleva su cargamento y a cada cuadra no grita, sino que “vocea” anunciando el arsenal informativo que lleva.
Al hombre, de rostro seco y agrietado, se le notan los años de experiencia. Con las tradicionales sensaciones térmicas santafesinas que superan los 40°C, los fríos húmedos de pleno julio, truene o llueva, sus dos ruedas salían a la calle para repartir esas páginas de papel agolpadas de noticias. Primero comenzó vendiendo diarios a pie en alguna esquina de la ciudad para luego pasar a moverse en una bicicleta color roja.
Casi todos y todas conocían a este personaje, pero nadie sabía realmente quién era. Su figura se había convertido en un paisaje de la ciudad, pasaban los años, las generaciones y él siempre estaba. No se lo había escuchado hablar, excepto al momento de vocear los nombres de los diarios, algún que otro título de tapa y cuánto cobraba, nada más. Este sujeto escondía algo mágico y atesoraba en su casa un “museo” compuesto con un ejemplar de cada diario que repartió.
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Diario El Orden del domingo 8 de diciembre de 1929. Fuente: Hemeroteca Digital Fray Francisco de Paula Castañeda
Por muchos años comenzó su recorrido en la esquina de San Martín y Crespo, donde era común ver a gente agolparse para escuchar noticias de último momento que salían de un altoparlante. Allí estaba el diario El Orden, un matutino fundado y dirigido por Alfredo Estrada que nació en 1927. Con el correr de los años inclinó su balanza ideológica hacia el justicialismo “rivalizando” en términos periodísticos con El Litoral. Tras el golpe de Estado al presidente Juan Domingo Perón fue imposible sostener el diario y tuvo que cerrar sus puertas en 1957.
Para esa época, El Litoral venía con algunos años de recorrido. Cuando la capital provincial apenas contaba con 77.000 habitantes, Salvador Caputto, con el posterior acompañamiento de Pedro A. Vittori, puso en 1918 la piedra fundacional de un vespertino que aún sigue deambulando por las calles. Con ideas políticas de corte radical, el medio tuvo su primera sede en calle San Martín, entre Corrientes y Juan de Garay. Por aquel entonces, la competencia era El Imparcial que fue fundado por Carlos Doce en 1914. Comenzó teniendo cuatro páginas y con el correr de los años las aumentó hasta llegar a las 16 con salida diaria.
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Diario El Litoral del martes 22 de noviembre de 1932. Fuente: Hemeroteca Digital Fray Francisco de Paula Castañeda
El hombre de la bicicleta y los broches en las botamangas todavía recuerda cuando en 1968 estuvo recorriendo la ciudad, pero sin la carga completa. En aquel año se desató un fuerte conflicto gremial en El Litoral que generó que durante 23 días no saliera el diario a la calle. La disputa implantó la semilla de un nuevo y fugaz medio que fue impulsado por trabajadores que lideraron las huelgas y recibió el apoyo de los sindicatos de Artes Gráficas y de Prensa. Se llamó “Prensa Gráfica” y sus escasas tiradas fueron impresas en Rosario.
Los cimbronazos de la huelga continuaron en 1968 y ocasionaron que Marcos Bobbio, propietario de Canal 13 de Santa Fe y poseedor de la licencia de la radio LT9, incursionara en el mundo gráfico y fundara Nuevo Diario. El matutino incorporó a parte del plantel periodístico y gráfico que anteriormente había pertenecido a El Litoral y salió a la cancha a competir en el mundo comunicacional de la ciudad. En 1973 el medio innovó con el uso del sistema off set que permitió la impresión a color, dejando de lado el sistema de impresión en plomo. Duró poco porque sus puertas se cerraron a causa del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. El canillita recuerda aquella jornada que, tras la irrupción militar, vio cómo parte de los periodistas se encontraban en el ingreso de su trabajo sin poder entrar.
Años más tarde, y en un aniversario de esa jornada negra para la historia argentina, el hombre pinchó su rueda trasera. Tras largos kilómetros de caminata, ingresó a su pequeña casa y sin detenerse fue directo hacia una mezcla de galpón con taller. Allí tenía varias llantas, tres cubiertas, una caja de herramientas de color azul algo despintada y al menos 15 cajas: cada una de ellas correspondía a una década, “1880”, “1890” y así sucesivamente. Algunas estaban entreabiertas y los últimos rayos de sol iluminaron la de 1910. “Santa Fe”, decía la hoja algo amarillenta que asomaba. No se trataba de un folleto turístico, sino que era un diario que tenía el mismo nombre de la capital provincial y había sido fundado por Salvador de Espinosa en 1912. En un principio fue compuesto manualmente y con el paso del tiempo las mejoras tecnológicas le permitieron aumentar la cantidad de hojas con las que salía y ser el primero en usar fotograbados. Todo un hito.
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Diario Santa Fe del viernes 24 de febrero de 1911. Fuente: Hemeroteca Digital Fray Francisco de Paula Castañeda
Sobre una mesa añeja y astillosa había varios ejemplares desparramados. En medio de todo ese desorden cubierto por una capa milimétrica de polvillo se encontraban un par de hojas cuadriculadas con anotaciones. Cada una parecía indicar lo que había en las cajas: “Diarios repartidos de 1920”, decía en el extremo superior y hacia abajo se extendían dos columnas, una con los nombres de los medios y la otra con el espacio para colocar una tilde que indique si estaba o no. La lapicera de capuchón blanco y cuerpo azul parecía señalar uno en particular y era “La Provincia”. Nació en 1925 y circuló por las mañanas capitalinas hasta 1933. Fue presidido por José Torralvo y una de sus características era que con su impronta radical impulsó y apoyó la gobernación de Pedro Gómez Cello.
Entre ese barullo informativo que había sobre la mesa se destacaba una frase: “Una voz libre al servicio del bien”. Aquella expresión se encontraba debajo del nombre “La Mañana”, un medio católico fundado por el arzobispo de Santa Fe Nicolás Fasolino en 1937, que buscaba ser “guardián” de las tradiciones locales. Luego, en 1941 cambió su nombre a “La Mañana de Santa Fe” y dejó de publicarse en 1949. Cerca de una de las puntas de la tabla y algo perdido intentaba aparecer una tapa que tenía entre los titulares el nombre de “José Gálvez”. Se trataba de “Nueva Época” que fue fundado en 1886 con el objetivo de defender a quien fue gobernador de la provincia. El medio que marcó una época funcionó en la esquina de la actual San Martín y Moreno y se mantuvo activo hasta 1932.
Tras casi una hora de maniobrar con diferentes herramientas, y engrasarse un poco los dedos, la bicicleta había quedado en óptimas condiciones y lista para salir a abrazar las calles. Antes de apagar la luz del pequeño recinto, el canillita tomó un trapo, lo humedeció y limpió el frente del canasto donde tenía un sticker que marcaba sus raíces: la cara del Brigadier Estanislao López.
El hombre del cual poco se sabía, ni siquiera se conocía su edad, era un ávido lector de noticias, coleccionista de diarios y un fanático de la historia. Uno de sus personajes favoritos era el caudillo López a quien llevaba consigo a todos lados. Del Brigadier no solo recordaba sus hazañas bélicas y actos de gobierno, sino que tenía presente algo que conjugaba sus pasiones: El Federal. Una especie de pasquín creado por el santafesino que tuvo 57 entregas entre noviembre de 1830 y junio de 1831, desarrolladas por la Imprenta del Estado. Cada edición abría con una declaración de principios federales que marcaban el objetivo del primer periódico netamente local: “Solo el sistema de federación puede garantizar de un modo permanente la unión, la independencia y la libertad de las provincias argentinas”.
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Brigadier Estanislao López, en un retrato de Carlos Pellegrini.
Bajo un sol radiante el sticker de López recorría el centro santafesino. Al pasar por 9 de julio entre Juan de Garay y Lisandro de la Torre al hombre de un frondoso cabello canoso lo invadieron algunos recuerdos. En aquella cuadra funcionó el diario La Provincia que fue fundado por Juan Amarilla en 1997 y duró apenas algunos años. En ese sitio estaba la redacción, pero también la rotativa que imprimía el matutino. Llamativamente, esa jornada la nostalgia caló hondo en su ánimo. Por estos días ya no tenía la cantidad de entrega de años anteriores.
En un hecho inédito, el misterioso canillita decidió no trabajar. Enfiló su bicicleta hacia la costanera y en su trayecto por Bulevar Gálvez recibió algún que otro bocinazo acusándolo de ir lento, pero eso no hizo cambiar su marcha. Pasó por la puerta del UNO: un medio que arribó a Santa Fe en 2005 para completar la franja de la mañana con su diario papel que duró hasta el 2017, año en que decidió volcarse de lleno a lo digital.
Tras dejar atrás el frente de aquel medio se adentró en una bicisenda. Allí comenzó con un pedaleo más cansino y mientras avanzaba poco a poco se propuso disfrutar del agua mansa de la Setúbal. Sosteniendo el equilibrio de las dos ruedas se colocó los auriculares y puso la radio en el dial 91.1, sabía que su canasto ya no volvería a ir cargado como aquellos años dorados, pero al menos ahora contaba con una nueva compañía.
*Agradecimientos: a Luis Mino por sus libros Para Conocernos (primera y segunda edición) y a Alejandro Damianovich por su edición de Periodismo en Santa Fe 1828-1983 (2013).
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