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Policiales Rosario | Córdoba |

El insólito caso de una mujer que estuvo al borde de un juicio oral por cuidar a un mono carayá

El caso ocurrió en Villa Gobernador Gálvez y se tramitó durante dos años en la Justicia provincial. El simio se encuentra en la Granja La Esmeralda luego de que su dueña fue imputada por "maltrato animal" hasta que un juez dispuso el archivo de la causa.

Con todo el desgaste de recursos que significa para el Poder Judicial, un mujer de 56 años estuvo a punto de afrontar un insólito juicio penal por maltrato animal, luego de que hace dos años una fiscal le achacó maltrato animal por tener en su casa un mono Carayá aullador. Una jueza desestimó de plano la acusación en la instancia de la audiencia preliminar, y ordenó archivar el expediente. Argumentó que la Fiscalía no pudo probar que se cometiera un delito, y para ello se basó en tres dictámenes de médicos veterinarios que constataron el buen estado de salud del primate al momento de ser incautado.

“Me tienen con esto hace dos años, con todos los problemas graves de inseguridad que hay”, dijo serena Rosa Beatriz Rojas en hall del Centro de Justicia Penal (CJP) de Rosario en septiembre pasado, justo antes de ingresar como acusada en una audiencia preliminar. Claro, es que ese razonamiento coherente derramó como la moraleja del inusual despliegue del proceso penal con idas y vueltas que la puso al borde de un juicio oral y público.

Por tener un mono sería llevada a juicio por maltrato animal.

En septiembre de 2017 un par de adolescentes que caminaban frente a la casa de la mujer, en Córdoba al 400 del barrio Talleres de Villa Gobernador Gálvez, se sorprendieron al ver en el patio a un simpático mono, con un plato de fideos a su lado y amarrado a un árbol. De inmediato las imágenes se viralizaron en las redes sociales y los portales digitales.

El mono Milton

Con esa evidencia, las autoridades de Control Urbano, personal policial, un veterinario y un guardafauna de la Región Sur realizaron un allanamiento en la casa de Rosa, constataron la situación y se llevaron al mono Milton, como lo habían bautizado sus dueños. Y luego de someterlo a una serie controles sanitarios ordenaron que el primate fuera trasladado a la granja La Esmeralda, en la capital provincial.

Rosa cuidó a Milton desde que era bebé. Según describió un hombre conocido se lo llevó porque lo encontró abandonado y no lo podía tener, y sabía que ella rescataba animales. “Si lo hubiese maltratado o abandonado no habría vivido diez años”, se defendió Rosa Beatriz ante la extraña imputación.

La Fiscalía creyó que el caso merecía una investigación y la persecución penal de la guardadora del animal y destinó recursos para darle impulso a la carpeta judicial. Entonces, en marzo de 2018 la fiscal Mariel Oliva, de la unidad de salidas alternativas que absorbe los casos de maltrato animal, imputó a la mujer por los delitos contemplados en la ley nacional de conservación de fauna y por maltrato animal, la conocida “Ley Sarmiento” Nº 13.346.

Salida alternativa desechada

En instancias posteriores, la funcionaria ofreció a la defensa de Rosa una salida alternativa: ella debía reconocer la conducta ilícita y sería sancionada con tareas comunitarias. Pero la imputada rechazó el acuerdo porque interpretó que no había hecho nada malo, y que por sólo cuidar al animal no la debían tratar como a una delincuente y exponerla de esa manera. La fiscal insistió y tras casi dos años de trámites se llegó a la instancia de la audiencia preliminar.

Ante la jueza Hebe Marcogliese y la imputada sentada en el banquillo de los acusados junto a su abogado Rubén Juncos, la fiscal no detuvo su impulso y solicitó elevar el caso a debate oral y público. Según argumentó, Rojas “adquirió y conservó el mono Carayá, especie protegida y en peligro de extinción”, dijo que lo mantenía atado, y que presentaba signos avanzados de alopecia en la zona lumbar (marcas de ataduras), “ocasionándole sufrimientos innecesarios”.

La fiscal circunscribió el hecho a los alcances de las leyes de conservación y protección animal, y narró que el mono Milton estaba mal alimentado. Pero antes de que que exhibiera la evidencia, la jueza Marcogliese le cedió la palabra al abogado defensor para que expresara los agravios y replicara la inusual hipótesis oficial.

Con el aval de 600 vecinos

Juncos recordó que hubo al menos dos dictámenes favorables de médicos veterinarios. Uno se refería al acta de constatación que labró un profesional que participó de la incautación del mono. Allí dejó asentado que se encontraba “en buenas condiciones y sin lesiones aparentes”.

Mono milton 3.jpg

Y mencionó un segundo preinforme veterinario en el cual se dejó constancia que Milton “estaba bien cuidado”, en “buenas condiciones sanitarias”, sin laceraciones, aunque detectó las lesiones en la zona lumbar, pero que eran compatibles con ataduras. Por todo ello, Junco solicitó el archivo de la carpeta judicial contra su clienta.

La jueza entonces le permitió a Rosa hacer su descargo. La mujer recordó el derrotero de Milton, cuando se lo dieron en custodia, y que ella sólo se dedicó a cuidarlo y alimentarlo, pero que nunca lo maltrató. Que gozaba del cariño del barrio Talleres y que los vecinos juntaron más de 600 firmas porque lo extrañaban, y para reclamar que se lo restituyan.

Marcogliese le preguntó una vez más a la fiscal qué delito puntual le atribuida a la acusada. Oliva explicó que hacía referencia al inciso 1º del artículo 2 de la ley 14.346, sobre maltrato animal, no alimentarlo adecuadamente en calidad y cantidad suficiente, que lo sometía a sufrimientos innecesarios por ser un animal silvestre, y que hacía 10 años que lo tenía atado a un árbol.

Sin embargo, no pudo ampliar la base de su acusación con evidencia testimonial por el supuesto malestar que generaba Milton entre el vecindario. Es que en la pesquisa no figuran denuncias de eso aparentes trastornos o malos tratos suscitados en la casa del barrio Talleres de Villa Gobernador Gálvez. Ninguno de los residentes de la cuadra dio cuenta de esa supuesta situación irregular, todo lo contrario. La mujer gozaba de la simpatía y el respeto de sus vecinos en relación al cuidado del animal.

Conducta atípica, no hay delito

Tras evaluar las posiciones, la jueza fue directo al punto. Tras precisar que la conducta aislada de haberlo tenido atado en un momento determinado, sin contexto ni evidencias, no demuestran que haya cometido un delito. “La circunstancia de que haya tenido un plato de fideos no quiere decir que no se lo haya alimentado adecuadamente”, llamó la atención Marcogliese.

Además, ponderó como desincriminantes los exámenes veterinarios. “No hablan de un estado insatisfactorio de salud. Por supuesto que el mono debe estar en la selva, y más allá de que no esté bien el encierro, no quiere decir que la conducta sea ilícita, y menos conforme la evidencia de la Fiscalía”, argumentó la jueza.

Visiblemente contrariada, la Fiscal dijo no estar de acuerdo con esa decisión, a la que calificó de “arbitraria”. “A esta altura no encuentro elementos para probabilizar la comisión del delito. No toda conducta irregular alcanza para ser captada por el sistema penal”, refutó finalmente la jueza, tras lo cual ordenó el cese de la acusación y el archivo de un proceso penal insólito.

Empecinada

Sin embargo, la fiscal no se quedó de brazos cruzados. Con la intención de revertir su incómoda situación procesal decidió apelar la resolución de la jueza de primera instancia. Entonces la controversia se dirimió ante la Cámara Penal de Rosario, lo cual significó otro desatinado movimiento de recursos.

Otra vez una audiencia, pero en una sala de los Tribunales de Pellegrini y Balcarce. El trámite se desarrolló hace tres semanas, y en esa oportunidad asistió un nutrido grupo de miembros de asociaciones protectoras de animales. Por la cantidad de público presente la jueza del trámite, Bibiana Alonso, tuvo que disponer que el acto se mudara a una sala con mayor capacidad. Apenas se inició el acto judicial, una de las manifestantes hostigó e insultó a viva voz a Rosa. De inmediato la jueza le ordenó a la custodia policial esposar y retirar de la sala a esa persona, pero se tiró al piso. A esa altura la audiencia era digna de una novela tragicómica con algunos condimentos bizarros.

Cuando todo volvió a la normalidad, la fiscal retomó su hipótesis de maltrato animal, “que consistió en adquirir y conservar un mono aullador, manteniéndolo en malas condiciones de salud, atado por la cintura y mal alimentado”. Como la jueza que había decidido el archivo entendió que la conducta de la acusada era “atípica” (no encaja en un tipo formal de delito), Olivó trató de replicar ese argumento.

Entonces recalcó que “no hubo oportunidad de discutir con la defensa la prohibición de la tenencia de un animal silvestre”, lo cual está contemplado en la conocida Ley Sarmiento. A su turno, el abogado defensor no hizo más que replicar la posición que esgrimió en la primera instancia, y que los planteos de la Fiscalía no estaban apoyados en elementos de prueba serios para exponer en un juicio oral a su defendida.

Confirmación, “caso cerrado”

Con un severo llamado de atención a la actuación fiscal y tras un breve cuarto intermedio, la jueza Alonso resolvió avalar el fallo de archivo de primera instancia que cerró definitivamente la inusual y disparatada carpeta judicial tramitada durante dos años, y que puso a la cuidadora del mono Milton a borde de un juicio oral y público.

Como lo manifestó Rosa, la idea que atraviesa todo el proceso judicial es de un innecesario dispendio jurisdiccional, de recursos humanos, de infraestructura del Ministerio Público de la Acusación (MPA), con el objetivo de penalizar un hecho que, con un poco de sentido común y otra mirada, no hubiese superado un rutinario trámite administrativo.

La posición en la que fue colocada la vecina de Villa Gobernador Gálvez pone en evidencia el selectivo criterio de persecución del delito. Es como volver sobre la paradoja de acusar al ladrón de gallinas o de desodorantes, cuando la realidad implica poner la mirada sobre los temas graves que afligen y afectan verdaderamente a la sociedad, como los ladrones de guante blanco, los narcos, el flagelo de la droga, los sicarios y sus homicidios, o los delitos graves contra la propiedad y las personas.

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