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Revista El Pato |

Esteros del Iberá y Pantanal del Matto Grosso: Semejanzas y diferencias

Los Esteros del Iberá  en Argentina y el Pantanal en Brasil son cada vez más visitados por su enorme diversidad biológica y la fácil observación de un enorme número de aves, reptiles y mamíferos que pululan en grandes números convirtiéndose en mecas del turismo ecológico.  

Marcos García Rams*

Los esteros del Iberá, situados al noreste de la provincia de Corrientes en los últimos años han dejado de  ser una región ignota en la geografía argentina para tener un lugar de relevancia merecida en el nuevo concepto de turismo aventura. En forma simultánea una vasta región del centro-sur de Brasil, conocida como el Pantanal del Matto Grosso gana espacio en publicaciones y documentales de forma periódica. Los dos ecosistemas tienen grandes diferencias y grandes afinidades y surgen algunas comparaciones  entre ambas debidas a su superficie, cantidad de especies, animales y vegetales.  Para tener una idea ordenada de las mismas, podemos comenzar con una reseña del origen de cada una de ellos.

iberá

La gran depresión del Iberá, y otras menores en la provincia de Corrientes, se originan por grandes desbordes del río Paraná que se sucedieron y suceden aún con un ritmo geológico de varios miles de años. No hay exactitud en estos datos, pero varios autores acotan estas enormes crecidas entre los últimos treinta a cuarenta mil años. Siendo el Río Paraná un río de montaña prácticamente en su recorrido de más de 2000 km en territorio brasileño, se transforma en un río de llanura poco después de dejar el límite sur de la provincia de Misiones donde encontraba un gran obstáculo: los Saltos del Apipé hoy sumergidos por la gran Represa de Yacyretá.

Estos saltos producían una angostura que en épocas excesivamente lluviosas que se repiten pocas veces en un milenio volcaban hacia la izquierda gran parte de las aguas del desbordado río formando por desgaste y arrastre de suelos una gran cuenca de poca profundidad y gran anchura. Este antiguo cauce o paleocauce con una profundidad media de dos metros, ya no recibe aportes directos del Paraná, y mantiene sus niveles de agua por las precipitaciones pluviales de 1200 mm  que se suceden regularmente a lo largo del año, sin presentar una estación seca definida.

Esta gran cuenca cubierta en un 70% de vegetación flotante tiene una superficie de 15000 km2 y constituye el mayor humedal del territorio argentino, desde 1983 se encuentra amparado en la “Reserva provincial del Iberá”, siendo esta la mayor área protegida de la República Argentina.

Aves en el Iberá

La región del Pantanal, en los estados de Matto Grosso y Matto Grosso Do Soul, es el origen del más grande tributario del Río Paraná, el Río Paraguay. Existe allí una gran depresión con forma de abanico en el planalto brasileño, que lleva las aguas de las enormes lluvias que se producen en el verano, formando cinco ríos mayores y otros varios arroyos, los cuales confluyen formando este río colosal que fuera vía de ingreso de los españoles al territorio del Plata.

Clima

El clima de las dos grandes regiones también es distinto pues el Pantanal se encuentra ubicado al norte del Trópico de Capricornio teniendo un clima netamente tropical con estación seca que se extiende de Abril a Noviembre y con un régimen de lluvias de 2500 mm anuales concentrados en el verano. Esta estacionalidad produce una gran inundación anual que escurre lentamente desde el otoño hasta la primavera, en la cual los efectos de la alta temperatura ya ha dejado poco agua escurriéndose solamente por los ríos principales.

Los Esteros del Iberá, situados a 1000 km del sur del Pantanal, poseen un clima subtropical sin estación seca, por lo cual no se producen tan grandes altibajos en los niveles de agua y conforman un ambiente mucho más estable.

Flora y Fauna

La flora y la fauna de estas regiones presentan grandes diferencias pero también muchas especies comunes a ambas. Las grandes selvas del borde sur de la cuenca amazónica son el límite norte del Pantanal, donde muchas especies arbóreas siguen presentes hacia el sur disminuyendo progresivamente la densidad vegetal, encontrándose grandes sabanas, en parte cubiertas de palmeras de varias especies y prolongándose las selvas a lo largo de los ríos formando galerías. Este ambiente tan heterogéneo forma muchos y distintos ecotonos favorables a miles de insectos, peces, anfibios, aves y mamíferos. Sumado a su enorme extensión y muy reciente “civilización”, que no lleva más de 60 años, lo han mantenido en muy buenas condiciones naturales hasta nuestros días, sin haberse producido extinciones, y si, una gran recuperación en el número de individuos de algunas poblaciones después de la aplicación de una excelente y controlada legislación.

El Iberá fue ocupado en casi todo su perímetro por los primeros establecimientos ganaderos de la región, comenzando por los de los jesuitas hacia mediados del siglo XVII. Esta actividad llevaba a un gran control del territorio por parte de los hacendados y la eliminación de ciertas especies perjudiciales para el ganado, sumado a los incendios provocados para limpieza de los campos, provocó un desequilibrio que actualmente se busca reparar. Es así que los mamíferos más importantes de nuestro ecosistema sufrieron la extinción total y otros estuvieron al borde de la misma.

El jaguar o tigre americano, el lobo gargantilla, el oso hormiguero, el pecarí, una especie de suino americano, y el ocelote, han desaparecido en los últimos cincuenta años, y otros como el venado de las pampas, el ciervo de los pantanos, el lobito de río, la curiyú o anaconda amarilla, el aguará guazú o lobo de crin, y el puma, sufrieron una gravísima retracción numérica.  Desde la creación de la reserva, merced al control y concientización llevado a cabo por el gobierno provincial y algunas organizaciones no gubernamentales, la recuperación de estas últimas especies ha sido realmente muy importante. Es de destacar la reintroducción del oso hormiguero bandera en la región sur-este del Iberá por parte del Conservation Land Trust, llevado a cabo en los últimos años con gran éxito, así como también, la reintroducción del venado de las pampas en regiones que antiguamente ocupara, con éxito similar. Esto abre una gran esperanza para devolver a este ambiente también al lobo gargantilla, el gran cazador de peces y al máximo predador, que fue muy frecuente: el jaguar o yaguareté. Este encontraba sus presas entre carpinchos, yacarés o caimanes, aves, ciervos, etc., estableciendo un equilibrio fundamental para la sanidad de las poblaciones animales. Actualmente, las grandes manadas de carpinchos, la gran cantidad de yacarés o caimanes que se encuentran, así como el gran aumento en el número de ciervos de los pantanos, hacen de este ideal algo posible y realizable.

Compartimos con el Pantanal todas estas especies animales de gran porte, además de muchas otras de edentados como los armadillos o tatúes, gatos, zorros, monos aulladores y muchas aves de humedal, principalmente. Un principio ecológico establece que a menor temperatura, las poblaciones de mamíferos disminuyen en el número de especies pero aumentan en la cantidad de individuos de la misma. Se observan más especies animales en el Pantanal pero de menores densidades que las que antiguamente poblaron el Iberá hasta hace tanto el Iberá como el Pantanal se han mantenido sin ningún tipo de contaminación, con explotaciones ganaderas extensivas dentro de su área, principalmente, el Pantanal, y en sus contornos, el Iberá. Pero también, la explotación agrícola intensiva ha reemplazado los ecosistemas aledaños provocando enormes desmontes o deforestaciones en el Brasil.

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El Iberá también ha sufrido una modificación de sus entornos por las forestaciones de monocultivos de pinos y eucaliptus que hoy cubren grandes áreas otrora de pastizales. Esto provoca, en cualquier circunstancia, el aislamiento de grandes superficies que no reciben ni mantienen un fluido intercambio genético con el resto del hábitat, provocando su empobrecimiento paulatino. Con el adecuado control por parte de las autoridades competentes, la educación de la población circundante a estos ambientes y la difusión de lo que significan los mismos podremos recrearnos eternamente en ellos y buscar viables alternativas para el desarrollo humano de estas regiones sin empobrecer los elementos que la sustentan y le dan origen.

La actividad turística controlada y equilibrada es una de ellas y ha tenido un crecimiento enorme en las regiones que nos ocupan. Casos similares hemos conocido en África y en Asia, la mayor parte muy exitosos, por lo que debemos esperar algo similar en las nuestras. Tenemos mucho que hacer aún, pero se ha hecho mucho, y esperamos que las futuras generaciones puedan conocer lo que fue y lo que seguirá siendo.

 

 

*Productor agropecuario y empresario turístico. Pionero en la Reserva Natural Iberá con la Hostería Estancia San Juan Poriahu de Loreto

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