menu
search
Deportes

Se cumplen 25 años de la partida del “Indio” Solari

Hernán René Solari nació el 27 de octubre de 1968 en Ingeniero Chanourdie, un pueblo ubicado 360 kilómetros al norte de la ciudad de Santa Fe. Para llegar hay que hacer 11 mil metros hacia el oeste de la Ruta Nacional 11. La localidad, que lleva el nombre de la estación de trenes que allí funcionaba, fue fundada en 1951. Sin embargo, sus datos de población no figuran en los censos nacionales de 1970 y 1980. Sí en el de 1991, donde consta que allí vivían 2260 personas. En 2010, ese número bajó a 1072. De ese pequeño pueblito, a los 16 años, tras defender los colores de Racing de Reconquista, Solari partió hacia la capital, para jugar en Unión.

Al llegar, se hizo muy amigo de Eduardo Magnín, con quien compartió vivienda. El 24 de septiembre de 1989, un mes antes de cumplir 21 años, debutó como profesional. Humberto Zucarelli lo mandó a la cancha en el Coloso del Parque, ante Newell’s, en reemplazo de Gustavo Echaniz.

Pasarían casi dos años para tener una chance como titular. Fue nada menos que ante River, en el 15 de abril, esta vez bajo las órdenes de Carlos Trullet. Le costó ganarse un lugar. En su puesto jugaba Darío Cabrol. Su primer gol lo marcó en cancha de Huracán, el 6 de julio de 1992, en la última fecha del Clausura. Tras la venta de Cabrol a Racing, arrancó como titular la temporada 1992/93 del Nacional “B”. Perdió el puesto y lo recuperó en la fecha 25. Marcó goles en los triunfos ante Atlético Tucumán y Central Córdoba. Por primera vez había logrado consolidarse en el primer equipo y tenía la continuidad que tanto había buscado.

El 27 de marzo de 1993 fue titular en el clásico. A los 7 minutos de partido Marcelo Rufini recibió la pelota en el área, amagó y remató. El arquero tapó y el rebote quedó en el área, cerca del punto del penal. A Solari le quedó atrás. Tuvo que girar, incómodo, para pegarle. La clavó en el ángulo. Salió corriendo, con los brazos en alto, y se arrodilló ante el pueblo Tatengue. Volvió trotando hacia el círculo central y se besó su mano derecha. Lo eligieron figura del partido. Le dieron una copa. “Mire profe lo que me dieron, se la quiero llevar a mis viejos”, le dijo en el vestuario a Sauco. Sus amigos le pidieron que se quede. Picó unas empanadas y unas gaseosas y se despidió.

En las primeras horas del domingo 28 de marzo partió hacia su Ingeniero Chanourdie natal en un Peugeot 404 de color naranja, patente S 352960. Junto a él iban Héctor Álvarez, oriundo de Reconquista (donde se bajó), Abel Ibarra y Rolando Fernández, quien conducía el auto. La niebla en la ruta 11 fue fatal. Tres camiones chocaron entre sí a cuatro kilómetros de Avellaneda y se cruzaron en el camino donde Solari y sus amigos debían pasar minutos después. Fernández no llegó a reaccionar y el impacto contra los otros vehículos fue terrible: los tres murieron en el acto.

Sus restos fueron sepultados el lunes 29 de marzo, a las 10. La caravana había partido una hora antes desde el centro de Reconquista. La cola de autos en la ruta superó los tres kilómetros y se hizo aún más grande a medida que se acercaba a Ingeniero Chanourdie. Allí, el féretro fue tapado con los colores rojiblancos.

El 10 de abril, la familia de Solari vio como un par de colectivos paraban en la puerta de su casa. Eran hinchas de Unión que iban a alentar al equipo contra Chaco For Ever. Bajaron para dejarle camisetas y ofrecerles su pésame.

Pasaron 25 años de su muerte, pero los familiares aún encuentran ofrendas en el cementerio, y en el lugar del accidente. Camisetas, gorros, banderines, fotos, placas, de hinchas de Unión que se acercan para que sepan que nadie, nunca, olvidará al Indiecito.

Dejá tu comentario