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Internacionales AIRE en Ucrania | Guerra Rusia-Ucrania |

Dima, el amigo ucraniano que hirieron en el frente de batalla y ahora se recupera en un hospital

El enviado especial de AIRE a Ucrania, conoció a Dima en la frontera y juntos viajaron a Lviv y Kiev, entre otras ciudades. Hace 20 días, decidió ir al frente de batalla y ahora se recupera de las heridas en un hospital de campaña. Una historia de una guerra que duele.

El mensaje llegó cuando ya era de noche en Rosario, el 11 de junio pasado. No era muy largo. Y estaba escrito en español, con el traductor de Google, que siempre aporta imprecisiones en la conversación. Esa tarde oscura y fría, desde Ucrania, Dima me contaba que se iba al frente de batalla. “Estoy contento”, aclaraba para neutralizar la reacción lógica y la repregunta a modo de preocupación que planteaba de inmediato otra ingenuidad: “¿Te vas a la guerra?”.

Dima está en un país en guerra. “Me voy al frente de batalla”, respondió. La charla después tomó otro tono, mucho más ameno. “Como dijimos ya vamos a ir a pescar en Argentina”, dijo. Era lo que habíamos planeado los días previos a la despedida en la frontera entre Ucrania y Polonia. Bromeábamos con que después de la guerra íbamos a ir a pescar y tomar vodka en el río Paraná, que es parecido por su caudal al Dnieper, que tantas veces cruzamos en Kiev con las bombas zumbando nuestras cabezas.

Le mandé unas fotos de unos amarillos que había pescado el fin de semana anterior y también imágenes de una fritanga que hice en un disco en el patio de mi casa. Nadie sabe cómo Google tradujo fritanga, pero creo que él lo entendió. Porque las charlas con Dima tienen una particularidad. Él me escribe en español y yo le escribo en ucraniano, todo tamizado por el traductor.

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Germán de los Santos, el enviado especial de AIRE a Ucrania, conoció a Dima en la frontera con Polonia y juntos viajaron a Lviv y Kiev, entre otras ciudades.

Germán de los Santos, el enviado especial de AIRE a Ucrania, conoció a Dima en la frontera con Polonia y juntos viajaron a Lviv y Kiev, entre otras ciudades.

En ese diálogo a modo de despedida Dima me dijo que quería usar como nombre de guerra “Herman”. Le iba a responder que en vez de mi nombre usara “sabalerro”, que nadie lo iba a descubrir, pero preferí dejar la broma para otro momento. La charla terminó con un aviso: “No te voy a poder escribir más porque no podré usar mi celular”. No sabía qué decirle. Nunca me había pasado que un amigo se fuera al frente de batalla. Me pasó el teléfono de su pareja Olga, que iba a estar al tanto de todo. “Cuidate, amigo”, escribí a modo de despedida. El diálogo parecía frío, pero no había otra opción.

El domingo pasado le escribí a Olga, su pareja, que es ginecóloga y vive ahora en Dubno, un pueblo cerca de Lviv. Se refugió allí después de que su casa en Brovary fuera blanco de los primeros bombardeos a fines de febrero, cuando comenzó la invasión rusa. Conocí el departamento donde vivía Olga. Recuerdo que fuimos con Dima a rescatar la ropa y algunos víveres en esa zona, donde las tropas rusas no paraban de bombardear. En ese momento los soldados rusos estaban a sólo dos kilómetros de allí. Mientras guardábamos la ropa en unos bolsos se escuchaban los sonidos de la metralla.

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Durante la tarde Olga me respondió. “Estoy muy preocupada”, me dijo, porque “Dima fue herido”. “Está internado en un hospital de campaña”. La noticia me sacudió. La tarde fría de domingo, lluviosa, bien invernal complicaba las cosas. Le pregunté qué le había ocurrido. Ella me respondió que no sabía dónde había sido herido. Dima no le quería decir. Me aclaró que “él dice que está bien”.

A Dima lo conocí tres semanas en Ucrania durante la cobertura de Aire de Santa Fe, pero en ese corto tiempo descubrí que era un hombre duro, que aguantaba los dolores de espalda que lo aquejaban, dormía muy poco y soportaba días sin probar bocado. Nunca vi a una persona inyectarse un calmante en el glúteo sin dejar de manejar en la ruta. Olga insistía en que estaba “muy preocupada”. “Hablamos hoy pero él no me quiere decir dónde lo hirieron. No dio ningún detalle”, escribió la mujer. Luego, nos despedimos y le pedí que me mantuviera al tanto.

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Antes de ir al frente de batalla, Dima colaboró con la distribución de alimentos y otros insumos.

Antes de ir al frente de batalla, Dima colaboró con la distribución de alimentos y otros insumos.

La noticia sobre de Dima me golpeó. Recordé como si fueran flashes o destellos los momentos que pasamos juntos en Ucrania, yendo a Kiev y dando vueltas por una ciudad donde las bombas hacían temblar todo. Me acordé también de los momentos graciosos, de las noches en el hotel Natsionaly a oscuras comiendo unas salchichas frías con pan y whisky. Al otro día decidí escribirle a su viejo teléfono. Pensé que como estaba internado posiblemente lo había recuperado. Le escribí una parte en inglés y después en ucraniano. Fue un mensaje corto. “Cómo estás, amigo”.

Una hora después Dima respondió con un emoji, el de la mano que dice que está todo bien. Insistí pero no volvió a responder. Yo quería saber dónde lo habían herido, si estaba grave. Entendí que no quisiera explicar lo que le había pasado. Yo hubiera hecho lo mismo. Unas horas después, Olga me mandó unas fotos de Dima en el hospital. Las imágenes las había sacado él mismo con su celular. En las dos fotografías se veía la cara de Dima, afeitado, con la barba sin bigotes. En otra se veía una cánula que salía de su cuello. Pensé que lo habían herido ahí, pero Olga me dijo que era un suero que se lo habían aplicado en ese lugar porque tenía venas muy débiles.

Es probable que cuando se recupere vuelva al frente de batalla. Olga no quiere saber nada de que regrese a combatir a los territorios ocupados por los rusos. Pero es su decisión. Eso es la guerra. Esta guerra, que no parece tener fin en esa zona del mundo, y que se vuelve muy cercana después de haber estado tres semanas haciendo la cobertura para AIRE.

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Germán de los Santos y Dima la noche que ingresaron a Kiev, bajo la amenaza constante de los misiles y las bombas. Fue uno de los momentos más riesgosos de la cobertura de AIRE en Ucrania.

Germán de los Santos y Dima la noche que ingresaron a Kiev, bajo la amenaza constante de los misiles y las bombas. Fue uno de los momentos más riesgosos de la cobertura de AIRE en Ucrania.

Hasta antes de la guerra Dima hacía tratamientos de kinesiología con cintas elásticas. Tenía un consultorio, que logró instalar después de mucho esfuerzo tras regresar de Israel, donde había vivido dos años. Allí está su madre, con la que hablé por teléfono cuando lo conocí a Dima. Su madre lo llamaba varias veces al día cuando estábamos en Kiev. Él decía “es una madre judía. Todo el día está pendiente de qué hago contigo”. Su mamá, que vive en Haifa, estaba preocupada porque trabajaba conmigo en Kiev. “Hay mucho peligro allí”, le decía la madre.

“Si fuera por ella estaría aquí en la camioneta con nosotros”, advertía Dima. Su mujer, Olga, también tenía una vida “normal” antes de que comenzaran los bombardeos en Brovary. Trabajaba en una clínica que cerró por los ataques. A uno de sus hijos lo despedimos en la frontera, luego de que su familia prefirió que cruzara a Polonia para poder seguir estudiando y ver si desde allí reaparece un vestigio de futuro.

Ahora Dima, con 51 años, decidió ir al frente de batalla a pelear por su país. Lo hirieron pero el ucraniano, que se hizo “hincha del sabalerro” es duro como un yunque, tan duro que no quiere decir dónde lo hirieron.