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Espectáculos

Las horas más oscuras: los secretos de una producción histórica

Dirigida por Joe Wright, Las horas más oscuras se convirtió, con seis nominaciones, en una de las grandes candidatas en la próxima entrega (¡la número 90!) de los premios Oscar. No sólo compite como Mejor película sino que también tiene una enorme presencia en los principales rubros técnicos, algo que habla por sí solo de su enorme trabajo de reconstrucción de época. Fotografía, maquillaje, producción y vestuario unidos en una sola misión: revivir las primeras y cruciales horas del gobierno de Winston Churchill, acosado por el nazismo y por una Segunda Guerra Mundial que parecía no tener fin.

Una transformación imposible

¿Convertir a Gary Oldman en Winston Churchill? Sí, esa era la tarea con la que se encontró el japonés Kazuhiro Tsuji, un especialista en maquillaje y efectos especiales que decidió poner un paréntesis a su carrera de artista y escultor para darle forma a una metamorfosis que realmente parecía una quimera. “Gary me dijo: ‘participaré de esta película sólo si tú también lo haces’”, recuerda el experto y agrega: “No le podía decir que no. Pero lo desafíos eran muchos. Para empezar, las proporciones, ya que el tamaño de la cabeza de ambos son totalmente diferentes. Gary tiene una cabeza ovalada mientras que Churchill tenía un rostro redondo, más comprimido. Los ojos de Gary están cerca entre sí, mientras que los de Churchill eran totalmente lo contrario”, enumera. Seis meses de pruebas y contrapuebas le llevó alcanzar el modelo perfecto, hecho en base a prótesis de silicona, pelucas y un traje corporal de espuma, ideal para el “engorde”. Junto a Tsuji trabajó la diseñadora de maquillaje y peinado Ivana Primorac, habitual colaboradora de Joe Wright, que contó además con la inestimable ayuda de Oldman en un detalle crucial: el actor aceptó raparse a cero para ofrecer el mejor “lienzo” posible, sin cabello propio que interfiera en la labor de los creativos.

La aplicación diaria de todo ese arsenal llevaba nada menos que tres horas y media. Pero eso no era todo, ya que sacárselo le llevaba otras dos horas (y así durante casi dos meses de rodaje). David Malinowski y Lucy Sibbick fueron los artesanos de esa increíble rutina diaria. “Tratamos de crear un personaje que pareciera real. No queríamos que las personas miraran la pantalla y vieran el maquillaje. Con la lente digital, la cámara puede ver más, así que debes prestar atención a los detalles para asegurarte de que sea lo más real a la vida como sea posible”, aseguró Malinowski.

Vistiendo al prócer Ganadora al Oscar al Mejor Diseño de vestuario por Orgullo y Prejuicio (también dirigida por Joe Wright) la británica Jacqueline Durran se sumó al barco de Las horas más oscuras dispuesta a dejar todo en cada traje, accesorio y detalle de época.

Con Gary Oldman ya había trabajado una vez, en el recordado thriller de espionaje El topo pero acá, claro, se trataba de una tarea muy diferente. “¡Tenía que vestir a Winston Churchill! Sabía que la clave estaba en mirar con atención lo que él usaba y en ser realmente precisa en la imitación”. Así fue que recurrió a las fuentes: la misma tienda de sombreros que usaba Churchill (Lock & Co. Hatters, hoy en día la más antigua del mundo, utilizada por figuras como Chaplin, Eric Clapton y David Beckham) y los mismos sastres que lo vestían, Henry Poole & Co, también famosos por vestir a la familia real británica desde el siglo XIX.

La reconstrucción fue exhaustiva en cada detalle, desde su reloj de bolsillo (realizado por la legendaria firma suiza Montres Breguet) hasta sus icónicos cigarros cubanos Cohiba. Gary Oldman recuerda: “Me sentía un luchador que se prepara para la batalla, vendando mis manos y haciendo todo tipo de rituales. Una vez que me colocaban el rostro, el traje y la ropa, todo estaba allí. Era Winnie”.

Un viaje al pasado Londres está lejísimos hoy de la ciudad que fue en 1940, y eso los creativos de locaciones lo tuvieron bien en claro desde el minuto cero. Su trabajo, por ende, se basó en una minuciosa recreación de esos años y escenarios históricos. En particular, dos: la casa de Churchill, ubicada en el número 10 de Downing Street, que se “duplicó” por entera sobre una antigua morada abandonada en el Yorkshire y el Palacio de Buckingham, recreado en Wentworth Woodhouse, una imponente casa neoclásica que ostenta el título de la casa privada más grande del Reino Unido.

Para las dos locaciones cerradas con más peso en la trama, la mítica Sala de Guerra de Churchill (hoy convertida en museo) y La Cámara de los Comunes del Parlamento se apeló a dos estudios de filmación diferentes: los Ealing Studios de Londres y los Warner Bros. Studios de Leavesden, al sur de Inglaterra.

Pero también hubo escenarios reales, ya que la producción consiguió un inédito permiso (es la segunda vez que se consigue algo así en toda la historia) para filmar en el Palacio de Westminster, nada menos que en el legendario St Stephen’s Hall, donde Churhcill hizo una histórica entrada. ¡Y donde fuma uno de sus cigarros! (hubo que conseguir una aprobación especial para ello).

Por último, los exteriores también darán que hablar con la minuciosa tarea de reconstrucción de la heroica defensa del puerto de Calais, al norte de Francia, una gesta que posibilitó el posterior reagrupamiento en la también decisiva batalla de Dunquerque.

Esa escena, cargada de dramatismo y épica, se rodó en el fuerte de Amherst, al sureste de Inglaterra, y contó con una gran dotación de extras y un detalle revelador: la escucha en altavoces de Play, el clásico y sinfónico álbum del compositor Max Ricther. Fue idea del director Joe Wright, obsesionado con encontrar el tono justo a ese momento tan cúlmine como emotivo.

Fuente: www.clarin.com

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