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Sociedad Guerra de Malvinas | Tahiana Marrone | trans

Lucha por la identidad: la historia de Tahiana Marrone, la mujer trans que peleó en Malvinas

Estuvo 76 días en las islas, soportando el fuego del enemigo, el frío y el hambre. En su propio pueblo (Chañar Ladeado), treinta años más tarde, le esperaba una nueva lucha, la de poder vivir de acuerdo a su identidad de género como mujer trans. “Estuve 50 y pico de años callada y agachando la cabeza. Ahora no necesito esconderme más”, le confesó Marrone a Aire Digital.

Setenta y seis días. Ni uno más, ni uno menos. Ese fue el tiempo que Tahiana Marrone estuvo en la Bahía de Fox, poniéndole el pecho a la defensa de la soberanía en la Guerra de Malvinas. Los establecimientos fueron ametrallados y bombardeados por aviones británicos y por la Marina Real varias veces. Tahiana lo vivió todo.

Las explosiones eran instantes que parecían eternos, para luego sumergirse en noches profundas. A sus 17 años, le tocó incorporarse al servicio militar como soldado del Batallón de Ingenieros Nº 9 con sede en Sarmiento (Chubut).

Lo que Tahiana nunca se imaginó es que terminaría involucrada en dos grandes luchas: una armada y otra por su identidad. “Con los años dejé de mentirme a mí misma y de mentirle al resto de la sociedad: viví siempre una mentira como varón y no lo era”, dice hoy desde su casita en Chañar Ladeado, en el sur de la provincia de Santa Fe.

“Si vos me dejas hablar a mí no paro. ¿Qué capacidad de memoria tiene tu teléfono?”, se ríe Tahiana del otro lado de la llamada. Y es que cuando le preguntan por el 2 de abril de 1982, un cóctel de sentimientos encontrados brotan.

“En mi grupo éramos 80. Nos enteramos a qué íbamos recién cuando estábamos por aterrizar en Malvinas, porque hasta ese momento se pensaba que íbamos a un entrenamiento. Estuvimos 76 días allá: primero en la Isla Soledad y después nos mandaron a la Gran Malvinas. Estuvimos en combate todo ese tiempo, soportando el fuego del enemigo, el frío, el hambre y la lluvia”, recuerda.

El 2 de abril de 1982, Argentina se despertaba con la noticia de que la dictadura cívico-militar había iniciado el desembarco de tropas en las islas Malvinas. Se pretendía recuperar la soberanía que en 1833 había sido arrebatado por fuerzas armadas de Gran Bretaña. A los pocos días de la toma, la entonces primera ministra de Inglaterra, Margaret Tatcher, envió una fuerte dotación de militares ingleses para dar respuesta y desplazar a las fuerzas argentinas.

La dictadura intentaba ocultar la gravísima situación social, política y económica a la que había conducido su gobierno. El conflicto armado concluyó el 14 de junio de 1982 con la rendición de la Argentina y provocó la muerte de 649 soldados argentinos, 255 británicos y 3 civiles isleños.

Tahiana Marrone fue una de las tantas personas que vivió el enfrentamiento a nivel epidérmico. Sin embargo, prefiere no traer a su mente las imágenes mentales que la guerra le dejó. Uno de los pocos recuerdos que persisten en su cabeza es del día de la derrota: cuando llegaron a Puerto Madryn los vecinos compraron todo el pan disponible en la ciudad para ofrendárselo a los soldados que combatieron sin instrucción, arma, comida y abrigo.

Tahiana inició su transición ya de grande, en un país donde la expectativa de vida de las personas trans no superan los 40 años. “Yo transicioné luego de haber estudiado, de haberme capacitado y de haber tenido un trabajo propio. Pero no a todas les pasa igual”, explica.

De acuerdo al último informe del Observatorio Nacional de Crímenes de Odio LGBT en Argentina, del total de las personas de la comunidad LGBT víctimas de estos crímenes registrados en 2018 el 64% de los casos correspondieron a mujeres trans. El travesticidio/transfemicidio termina siendo el extremo de todo un continuum de violencias que empiezan desde la expulsión del hogar, del sistema educativo y sanitario, del mercado laboral, de la falta de información sobre salud integral, la patologización, estigmatización y persecución policial.

“Estuve 50 y pico de años de mi vida callada y agachando la cabeza. Ahora no necesito esconderme más o cerrar la boca. Puedo decir en gran parte lo que pienso. Estuve un montón de años reprimiendo mis sentimientos, todos mis gustos. Todo. Ahora no necesito más eso. Y si hay personas a las que no les guste lo lamento, ahí está la puerta. Toda mi vida hasta hace cuatro años atrás fue una mentira”, confiesa Tahiana.

Lo que se entiende por femenino y masculino no son hechos naturales o biológicos. Se trata de construcciones culturales acerca de cómo aprendemos a ser mujeres y varones tanto en la esfera individual como social. Tahiana se sigue juntando con muchos de sus compañeros que fueron al a guerra y confiesa que “los chicos reconocieron quién soy yo ahora, porque antes eran muy pocos y me sobraban dedos de la mano para contarlos”. Tienen un grupo de whatsapp y cada tanto organizan reuniones.

Sin embargo, aún sigue luchando por que se la reconozca en ciertos espacios: “Siento pena por muchas personas de agrupaciones e instituciones que te juzgan por cómo te ven y no por lo que sos. Desde que soy Tahiana parece que dejé de ser ex combatiente de Malvinas, como si no hubiese ido a defender nuestra soberanía. Parece que no soy yo la que fui, como si esa persona hubiese muerto de alguna forma. Por eso siento lástima, no por mí sino por la gente de mente tan cerrada”.

“Parece que para que me inviten a reuniones o actos tendría que ir vestida con ropa de combate. No puedo creer que algunas instituciones educativas inviten a otros ex combatientes que viven acá y a mí no me tengan en cuenta. Una periodista hace un tiempo me preguntó: ¿entonces vos te sentís una ex combatiente? No me siento una ex combatiente, lo soy. Estuve allá”, agrega.

En Chañar Ladeado viven unas 5.600 personas. Es una localidad del departamento Caseros en el límite con la provincia de Córdoba y a 162 kilómetros de Rosario. Si bien Tahiana Marrone nació en Corral de Bustos (Córdoba), hace 20 años se mudó a Chañar luego de casarse.

Trabajó de todo y en todos lados como Técnica en Electrónica y en Sistemas: pasó por el Casino de Corral de Bustos hasta el arreglo de televisores y computadoras. Tuvo dos hijos mellizos, que ahora viven en Villa María. “Me recorrí la provincia trabajando en los sistemas, hasta que después de un par de años que transicioné me echaron”, cuenta.

Una de sus pasiones es brindar capacitaciones de Educación Sexual Integral en distintas instituciones. Ella cree que si cada persona pone un granito de arena se construyen montañas. Esa es su manera de contribuir a la visibilización del colectivo LGBTIQ.

Se cansó de tocar puertas y ahora tumba paredes para garantizar el acceso a derechos básicos , tanto para ella como para compañeras trans más jóvenes. “Me doy cuenta cuando me tratan peyorativamente o lo hacen sin querer. A veces me tratan en masculino porque toda la vida viví en esta zona como varón, pero otras veces lo hacen a propósito”, explica.

Tahiana Marrone va de frente en la vida: “Haber estado en una guerra me ayudó a afrontar todo lo que se me vino después cuando hice mi transición a mujer trans. Me enseñó a ser fuerte y le perdí el miedo a muchas cosas, como a la muerte o al qué dirán. Cuando tenés problemas y lo único que haces es tragártelos, terminas con una úlcera. Esto es más o menos parecido. A veces me digo a mí misma que cuando muera voy a ir directamente al cielo, porque al infierno ya lo conozco y ya lo viví”.

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