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Sociedad

El modelo productivo agroalimentario, el eje de la Cumbre Climática de Rosario

El experto Manuel Pulgar Vidal (WWF) advirtió que el aumento de la temperatura de la tierra, por las emisiones de Gases Efecto Invernadero, está acelerando los eventos climáticos extremos. El gobernador Lifschitz reconoció que el esquema productivo actual lleva al colapso.

Por Jorgelina Hiba

Rediseñar la manera de producir alimentos y los usos productivos del suelo para sumar sustentabilidad ambiental y reducir los efectos del cambio climático: esa fue una de las premisas que más se escuchó en los muy numerosos paneles que poblaron la III Cumbre Climática de las Américas que tuvo lugar la semana que pasó en Rosario, a la que acudieron políticos, funcionarios y científicos de muchos rincones del continente.

Con la crisis climática encima, existe cada vez más evidencia sobre los efectos que la agricultura y la ganadería industrializadas generan sobre el ambiente: en Argentina, las emisiones de gases de efecto invernadero de ese sector llegan al 40% del total según el último inventario hecho por Nación, casi el doble del promedio mundial que es del 23%. A eso hay que sumarle otros problemas como deforestación, pérdida de biodiversidad y uso excesivo de agroquímicos, un paquete que obliga a preguntarse sobre la viabilidad socioambiental del sistema tal como se aplica en la actualidad.

A pesar de no figurar en el debate electoral, el tema se instaló con fuerza en las últimas semanas sobre todo después de la impactante acción de Greenpeace en la Rural y de la intervención de grupos de veganos que se enfrentaron con gauchos, en una postal que más allá de la primera foto trasluce un debate más profundo sobre la forma de producir alimentos adoptada por Argentina durante las últimas décadas.

Manuel Pulgar Vidal, líder de clima y prácticas energéticas de la WWF (World Wildlife Foundation), destacó la necesidad de tener una visión política de largo plazo que asegure un “compromiso y continuidad” de las políticas para enfrentar la crisis climática, algo que en América Latina no es evidente.

Su diagnóstico sobre la crisis climática fue contundente y claro: “Hemos incrementado la temperatura promedio del planeta y eso es algo científico. La temperatura promedio estable, que era de 14.1 grado, no para de subir desde el inicio de la industrial y a la fecha subió 1.1 grado. ¿Qué pasará si llega a 3 grados?”, se preguntó, para recordar que ya estamos frente a eventos climáticos extremos.

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En ese punto señaló que la ciencia ha sido clara a la hora de decir que las naciones (sus tomadores de decisiones) deben duplicar los esfuerzos de reducción de emisiones para evitar llegar a tres grados más de calentamiento, lo que supondría “una calamidad”,

“No estamos alineados con ese reto y de allí la frustración de los jóvenes que se movilizan en todo el mundo. Sienten que los políticos no hacen su tarea” sintetizó el especialista, quien señaló que Argentina “tiene reto muy grande” en relación a las emisiones de metano (provenientes de la ganadería) y de la actividad agropecuaria en general.

“Hay que buscar la manera de hacer más agricultura en menos espacio, controlar el ganado, fertilizar el suelo y cambiar las dietas, lo que no excluye un impuesto a la carne. Esa es la tendencia y va a ocurrir querramos o no, vamos a tener que diversificar las dietas porque no podemos quedarnos en dietas con altas emisiones” dijo Vidal Pulgar, para quien “habrá que hacer una cuota significativa de sacrificio”.

Finalmente el experto apuntó a la responsabilidad humana para solucionar un problema creado por el propio ser humano: “La reversión del cambio climático nos corresponde a nosotros porque nosotros lo causamos. Es de causa humana y debe ser revertido por nosotros, debemos entender nuestra responsabilidad, que es tanto de los Estados como de las empresas y los ciudadanos”.

Uno de los encargados de aportar un análisis local a lo que significan los modos de producción en relación al cambio climático fue el gobernador Miguel Lifschitz, para quien “el actual modelo económico es poco cuidadoso con el planeta porque reduce el potencial de los suelos y atenta contra la seguridad alimentaria”.

En ese sentido llamó a los gobiernos a avanzar hacia estrategias de crecimiento verde “pensando en lo económico pero también en lo social y lo ambiental” buscando las formas de reducir los impactos sobre la naturaleza de los sistemas productivo y energético. Todo un desafío en una provincia donde tanto la agricultura como la ganadería son sectores estratégicos.

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Lifschitz hizo una larga lista de las externalidades negativas que la agricultura industrializada ha generado en la zona: degradación de los suelos, deforestación, contaminación con agroquímicos, pérdida de biodiversidad y emisiones de gases de efecto invernadero son las más importantes.

El desafío, según razonó el dirigente, pasa por “generar conciencia para dejar atrás un paradigma productivo donde solo importa la rentabilidad sin importar el ambiente. Es un modelo agotado que nos lleva al colapso”, graficó, para agregar que “hay formas de planificar los agrosistemas para reducir su impacto ambiental” sin caer “en posturas extremas ni en planteos ultraproductivistas”.

El gobernador saliente redobló la apuesta al concluir que la producción agropecuaria global es responsable de buena parte del impacto ambiental generado por las emisiones contaminantes. “La agriculturización de las últimas décadas se ha caracterizado por la expansión de la frontera agropecuaria, el dominio de la soja insumo dependiente y la no contemplación de externalidades ambientales y sociales. Estamos muy lejos de los objetivos”, concluyó.

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