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Opinión | corrupción policial |

Cuando el enemigo lleva uniforme y se infiltra en los pliegues del poder

En este informe periodístico se recopilan algunos hechos de corrupción policial que debió enfrentar un fiscal federal y que develan una situación alarmante.

Sólo restaba el saludo final para cerrar una extensa entrevista en la que se habían tocado distintos temas calientes: narcotráfico, lavado de dinero, contaminación e, incluso, usurpaciones de terrenos nacionales en la ciudad de Santa Fe.

Sin embargo, el fiscal federal Walter Rodríguez tenía algo más para decir. Y se encargó de hacerlo: "Estamos necesitando que las fuerzas de seguridad se pongan a tono con el difícil momento que vivimos. Necesitamos que sus acciones sean loables y que estén paradas en la vereda donde deben estar paradas... Las personas en quienes nosotros confiábamos para realizar las investigaciones, estaban jugando para otro lado".

Sonó casi a una súplica de un fiscal que, como otros, siente que el enemigo puede estar en cada rincón, agazapado, camuflado entre quienes deberían enfrentar a los delincuentes, pero hace tiempo se transformaron en criminales.

Los dichos de Walter Rodríguez en esta entrevista realizada en el programa Ahora Vengo, por Aire de Santa Fe, permitieron avizorar apenas la punta de un verdadero iceberg de corrupción, degradación e inmoralidad que carcome tanto a las fuerzas provinciales de seguridad, como a las que dependen del gobierno nacional.

En 2016, una escucha telefónica develó cómo policías de Santa Fe y policías federales trabajaban de manera coordinada para establecer una suerte de sistema de coparticipación de la recaudación ilegal. Fue una señal clara: las sospechas y los rumores comenzaban a transformarse en evidencias.

En 2016, una escucha telefónica develó cómo policías de Santa Fe y policías federales trabajaban de manera coordinada para establecer una suerte de sistema de coparticipación de la recaudación ilegal.

Poco después las dudas recayeron sobre tres efectivos de Gendarmería Nacional que se encargaban de advertir a los narcotraficantes cuando se iban a realizar allanamientos e, incluso, asesoraban a los criminales sobre cómo actuar para no ser descubiertos.

A mediados de 2017, las situaciones extrañas y sospechosas continuaron. Ya no quedaban dudas: había policías cubriendo a narcotraficantes o participando directamente de la venta de drogas ilegales. Los narcos usaban uniformes, se movían en autos oficiales, circulaban por los despachos de la Justicia ocultando, tergiversando o aprovechando información.

El fiscal Rodríguez llegó a la conclusión de que no se trataba de casos aislados. El crimen se había infiltrado en los pliegues del poder público desde hacía años. Entonces, recolectó pruebas, evidencias. Revisó causas, encontró nombres y metodologías que se repetían.

El crimen se había infiltrado en los pliegues del poder público desde hacía años. Entonces, recolectó pruebas, evidencias.

Con toda esa información, elaboró un informe y lo envió al Ministerio de Seguridad de la Nación, por entonces a cargo de Patricia Bullrich. Aguardó respuestas, pero nunca se comunicaron con él para hablar del tema.

Entonces, sobre fines de 2017 repitió el planteo ante el entonces procurador general de la Nación, Eduardo Casal, el jefe de los fiscales federales de todo el país. Las evidencias de corrupción se multiplicaban entre policías de Santa Fe, policías federales, gendarmes. No se sabía a ciencia cierta en quién confiar. O, mejor dicho, se sabía que era mejor no confiar en nadie.

Desde el Ministerio de Seguridad de la Nación no hubo respuestas. Y, en principio, la reacción tampoco se produjo desde la Procuración General.

Los tiros sin sentido

Hasta que el 9 de setiembre del año pasado, el Ford Focus en el que viajaba el comisario Mariano Valdés, exjefe de la Policía Federal en Santa Fe, fue baleado mientras circulaba por la autopista Buenos Aires-Rosario.

La versión de Valdés fue que, cerca de las 21 de aquel lunes, se detuvo sobre la banquina de la autopista, a la altura de Fighiera, para cambiar la yerba del mate. Pero de repente una camioneta negra frenó y tres hombres con pasamontañas comenzaron a disparar contra el vehículo.

Aquella explicación pareció inverosímil: las balas habían ingresado por la ventanilla del conductor, pero Valdés -que conducía- tenía heridas en el brazo derecho.

Aquella explicación pareció inverosímil: las balas habían ingresado por la ventanilla del conductor, pero Valdés -que conducía- tenía heridas en el brazo derecho.

Hoy Valdés está preso. Pero aquel caso al menos contribuyó para que desde la Procuración General convocaran al fiscal Rodríguez a Buenos Aires para hablar personalmente sobre la corrupción en las fuerzas policiales.

Lo de Valdés no fue un caso aislado. Entre martes y miércoles de esta semana, el juez federal Francisco Miño volverá a indagar a otro exjefe de la Policía Federal de Santa Fe, Marcelo “Lechuga” Lepwalts, y a cinco exgentes de Inteligencia de la repartición por una causa que investiga un entramado policial que amparaba a narcos y utilizaba los datos de los criminales para recaudar de manera ilegal.

Se los acusa de haber organizado una asociación ilícita. Mediante engaños, conseguían órdenes de allanamientos para robarles dinero y drogas a los narcos. Incluso, salían a la cacería de vendedores barriales. No sólo les quitaban la droga y la plata, sino que también se quedaban con sus teléfonos para obtener datos que les permitieran seguir extorsionando gente.

Tan desbocado llegó a ser el accionar de esta Brigada de Investigaciones de la Federal de Santa Fe, que uno de sus integrantes pidió ser trasladado a Buenos Aires, aterrorizado por lo que hacían sus compañeros.

No sólo les quitaban la droga y la plata, sino que también se quedaban con sus teléfonos para obtener datos que les permitieran seguir extorsionando gente.

Frente a este panorama abrumador, en estos momentos el fiscal Walter Rodríguez realiza sus investigaciones junto a un puñado de policías federales que llegan desde Buenos Aires y a un sector de Gendarmería Nacional. Son sus hombres de confianza. Al menos, por ahora.

En este informe periodístico tan sólo se intenta describir a grandes rasgos la situación que enfrenta un fiscal. Pero las dificultades a la hora de investigar se replican en cada Fiscalía, en cada Juzgado. Quienes deberían actuar como auxiliares de la Justicia, con desoladora frecuencia integran las filas del delito.

Hace tiempo que el enemigo está infiltrado en cada pliegue del poder. Y no se trata de suposiciones: las evidencias son irrebatibles.

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